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El pintor, escultor y arquitecto almeriense de Huércal Overa Andrés García Ibáñez (1971) tomó en la tarde de ayer, en el Paraninfo de la Facultad ... de Derecho, posesión como nuevo académico de Bellas Artes de Granada en un acto en el que leyó el discurso titulado 'De una estética objetiva y un arte verdadero. Subjetividad estética e impostura. El papel de las academias hoy', que fue contestado por el profesor titular de Historia del Arte de la UGR y crítico, Eduardo Quesada Dorador. García Ibáñez ocupa desde ayer la plaza correspondiente a la medalla número 41 de la sección de Escultura.
Comenzó su discurso el artista uniendo Granada y Almería. «Mi vinculación granadina, culturalmente hablando, viene desde mi nacimiento, pues el valle del Almanzora fue como saben, junto al resto de la provincia de Almería, parte del antiguo Reino de Granada, y uno de los últimos reductos, como las Alpujarras, de los moriscos granadinos. Me unen con Granada vinculaciones familiares, especialmente en Guadix, y muchos amigos de estas tierras», dijo. Luego, tuvo un recuerdo muy especial para Carlos Pérez Siquier, quien fuera académico igualmente, fallecido en 2021. «Como almeriense perteneciente a esta Academia desde hoy, quiero tener un recuerdo emocionado al académico que me precedió en esta institución. Carlos Pérez Siquier fue para mí como un padre; me apoyó y protegió desde el principio, y al final de sus días confió en mí para depositar su legado y facilitar la creación del Centro Pérez Siquier, el primer museo de fotografía erigido en España», señaló.
A continuación, hizo una valoración histórica de la a veces difícil convivencia entre academicismo y creación. «La imagen del arte y del artista contemporáneos, los de hoy, son una derivación –y en ocasiones degeneración– de la acuñada por el Romanticismo en sus albores», señaló. Esto dio lugar a una suerte de censura –autocensura, si se quería ascender– previa o separación entre quién es y quién no es. «Al intentar imponer enseñanzas o estilos nacidos de la veneración del canon, parido en un contexto de errónea interpretación del mundo grecorromano como una suerte de ideal o referente que superaría la belleza misma de la realidad, las academias podían coartar el desarrollo de nuevas tendencias artísticas», añadió.
Citando los paradigmáticos ejemplos de Goya y Nietzsche y su teorización en torno a las relaciones entre arte, inspiración y ciencia. «Nótese que el planteamiento de Nietzsche es muy cercano al de Goya; hay que mirar a la naturaleza y a la vida, que son la verdad, para hacer un arte verdadero. Y ya en el siglo XX, la visión heideggeriana del arte es igualmente coincidente: el arte es la única forma de conocimiento posible y verdadero, capaz de desvelar la verdadera esencia del ser», recordó el artista.
Todo este ecosistema lo cambió el dinero. Las demandas de la burguesía con ínfulas de grandeza dio lugar al nacimiento y desarrollo de la figura del marchante, vendedor de arte o intermediario. «En el nuevo orden social, la Iglesia, la nobleza y las monarquías dejan de ejercer su hegemonía a favor de una nueva clase media, ambiciosa y ávida de prestigio social». Y esto, claro, dará lugar a un próspero negocio: «Los nuevos marchantes que venderán sus obras –en ocasiones a precios desorbitados– a grandes coleccionistas burgueses por toda Europa y América. La relación entre el célebre Goupil y el pintor catalán Mariano Fortuny es un ejemplo paradigmático, que define a la perfección toda una época», afirmó.
Finalmente, reivindicó el papel que tienen las academias en la salvaguarda de la calidad: «Ante la impostura y el descaro generalizados del mundo del arte oficial, la perversión y la destrucción de la belleza, las academias deberían hoy alzar su voz sin miedo, denunciar la eliminación sistemática del arte verdadero, con mayúsculas, y oponerse al mercado totalitario y alienante que impone sus normas».
En su discurso de contestación, Eduardo Quesada Dorador recordó la conexión del nuevo académico con Antonio López. «Entre otras formas, una persona se define por sus amistades, por la sintonía que otra persona siente con ella y viceversa, y la sintonía personal y artística de Antonio López con Andrés García Ibáñez es tal que han llegado a hacer varias obras juntos, como las figuras en bronce de sus majestades los reyes, don Felipe y doña Letizia, modeladas para el patio del MUREC, más otras figuras en bronce que se anuncian, una de Goya, para Fuendetodos, encargo de su ayuntamiento, y otra de Leopoldo Torres Balbás, para Granada, para la Alhambra, encargo de su patronato». Con el ingreso de García Ibáñez, la Academia gana un activo muy importante.
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