Aaron Lackinger es investigador y profesor de la Universidad de Granada. Enseña a los alumnos cómo evolucionó la tecnología en la Prehistoria. Desde hace un millón de años hasta el mil antes de Cristo, para que se hagan una idea. Pero Aaron también es un ... gran aficionado al cómic. «Una manera entretenida de comunicar», resume. Y dedicándose a lo que se dedica, a enseñar nuestro pasado, estaba claro que su favorito tenía que ser Asterix y Obelix, aunque también se confiesa admirador de los tebeos del gran Francisco Ibáñez o las viñetas satíricas de Pedro Vera en El Jueves.
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Aaron ha decidido fundir sus tres grandes pasiones, el conocimiento de la Historia, la docencia y la ilustración, en un ejercicio de clase que ha convertido, a su vez, en una curiosa exposición que se podrá ver en el hall de la Facultad de Filosofía y Letras, en el Campus de Cartuja, hasta el próximo 19 de abril. Los alumnos tuvieron que plasmar en viñetas la fabricación de una pieza tecnológica tomando como referencia restos hallados en yacimientos de Granada. «Es un ejercicio que hacemos en clase todos los cursos y que implica no solo el dominio de fuentes y estudios, sino que tienen que representarlo gráficamente, lo que implica que lo han entendido todo a la perfección», dice Aaron Lackinger, austriaco de cuna, gallego de condición y ahora granadino de adopción.
Lo que pueden ver quienes se acerquen hasta la Facultad de Filosofía y Letras es una selección de nueve de los cuarenta trabajos realizados por los matriculados en el tercer curso de Arqueología. Como el que ha hecho Elena Mora. «Yo me he centrado en la cestería de la Cueva de los Murciélagos de Albuñol», comenta Elena. «Usé para ello la tablet que me prestó una compañera y necesité dos semanas, compatibilizando esto con las clases». La base de su historia es un artículo donde un artesano explica cómo manipula el esparto para hacer canastos o cestas, un procedimiento ancestral que pasa de generación en generación.
Todo empieza con un parroquiano recogiendo materia prima en el campo. A partir de ahí, en un sucesión de dibujos, Elena muestra el proceso de humedecimiento de la fibra, el aplastamiento para hacer el trenzado... y el resto de la cadena. «Me encantaría ir a la Cueva de los Murciélagos para conocerla 'in situ'», apunta Elena, que se decantó por la Arqueología atraída por su pasión por la Historia.
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Carmina Cano también ha puesto el foco en la Cueva de los Murciélagos, donde se halló una diadema de oro sobre el cráneo de un esqueleto masculino en un enterramiento colectivo. Este tesoro, datado entre el 5.500 y el 4.500 antes de Cristo, se puede ver hoy día en el Museo Arqueológico de Granada. ¿Qué muestra Carmina en su cómic? A partir de la escasa bibliografía existente, enseña cómo lo hizo este 'joyero' o 'joyera' del Neolítico para convertir las pepitas de oro bateadas en algún río de la Costa de Granada en una preciosa tiara dorada que, bajo su punto de vista, debió de pertenecer a algún notable de la época –hablamos de ajuar funerario–.
«Pintar nunca fue lo mío», comenta Carmina. «Pero creo que no me ha quedado mal del todo», reconoce entre risas. «Lo que hice fue fotografiar todo lo que había dibujado manualmente y darle un pequeño tratamiento informático para obtener una estética un poco más antigua». «Esta práctica planteada por Aaron resulta muy interesante porque obliga a tenerlo todo muy claro», afirma esta futura egiptóloga.
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Según Lackinger, el objetivo principal de esta iniciativa en la Facultad de Filosofía y Letras es la difusión del patrimonio arqueológico de Granada mediante el lenguaje del cómic. «Se trata de un lenguaje popular, muchas veces ajeno a la academia, pero sin duda de gran utilidad para traspasar la pared de cristal que nos separa del mundo real». «Como profesionales de la Arqueología –refiere– no podemos omitir que nuestra labor debe de ir dirigida, en última instancia, a la sociedad, de la que también formamos parte». Todo ello, recalca, como resultado de un aprendizaje.
Y es que la información sobre las fases de producción de una herramienta como un bifaz, las puntas de una flecha, un cuenco cerámico o cualquier elemento con fibras vegetales es parcial.La reconstrucción por parte del alumnado implica acudir a una multiplicidad de recursos documentales –arqueometría, traceología, atnoarqueología...–. «Pero quedarán huecos por rellenar –señala Lackinger–, lo cual implica la toma de decisiones por parte del alumnado». La narrativa también es diversa, con textos técnicos y concisos y otros que buscan otro tipo de relato que dotan incluso de personalidad a cada una de las piezas.
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El resultado, desde luego, no puede ser más sobresaliente.No hay más que escuchar las palabras de un orgulloso profesor de Prehistoria de la UGR que se llama Aaron Lackinger.
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