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La OCG, durante un ensayo con Carlos Mena para preparar su visita al Festival Músika-Música de Bilbao. RAMÓN L. PÉREZ
La OCG, la gran familia musical de Granada

La OCG, la gran familia musical de Granada

Aunque sus miembros proceden de los lugares más diversos, después de tres décadas, son un colectivo unido que mira al futuro con ilusión

JOSÉ ANTONIO MUÑOZ

Granada

Domingo, 1 de marzo 2020, 01:50

El pasado lunes, la Orquesta Ciudad de Granada vio cómo se aclaraba su futuro inmediato, al menos en lo económico. Un presupuesto de 4,8 millones asegura un 2020 sin sobresaltos, con un calendario para subsanar las deudas pendientes y un compromiso por parte de las administraciones para garantizar la continuidad de la que, hoy por hoy, es una de las formaciones musicales españolas en estado de gracia. Una Orquesta formada por más de 60 personas, procedentes de casi una decena de países, que tiene su origen en 1991 (es decir, el próximo año cumplirá 30), y su antecedente en aquella North American Chamber Orchestra (NACO), la primera residente del Auditorio Manuel de Falla, a cuyo frente se encontraba el músico ruso Misha Rachlevsky.

De la NACO, precisamente, formaba parte el violista búlgaro Krasimir Dechev, como de la Orquesta de Cámara de Granada, por lo que es miembro fundador de la OCG. Hoy, es un granadino hasta el tuétano, con un habla que mezcla el acento local en español con su deje centroeuropeo. Aficionado a la fotografía, aunque decir aficionado es quedarse corto. Ayuda de solista de viola en una sección que precisa la incorporación de un miembro para estar completa. «He seguido la evolución de la Orquesta desde el primer momento hasta hoy sentado en el escenario. Desde ahí he observado a un público muy cariñoso y receptivo hacia nuestro trabajo. También muy agradecido».

Los problemas, según Dechev, han venido desde detrás del escenario. «Somos una orquesta profesional, que ofrece un gran trabajo, y durante un tiempo, no hemos tenido garantizada la existencia y el futuro. A la cultura se le ha ido quitando protagonismo, la crisis económica reciente hizo estragos, pero los públicos han crecido, y tenemos muchos nuevos abonados. En ello ha tenido que ver, sin duda, el proceso de educación musical que hemos realizado con los conciertos didácticos, por ejemplo. Notamos un mayor interés en los jóvenes, pero detrás de ese interés hay mucho trabajo», afirma. Con la estabilidad económica controlada, llega el momento, según el violista, de apuntalar el futuro artístico. Preguntado por los buenos tiempos de Pons, sonríe y dice que «quizá necesitemos otro Pons, un director artístico y titular que coja las riendas y la haga crecer y la dé a conocer». Ahora, no cambiaría a Granada por ninguna otra ciudad: «Este cielo azul no lo he encontrado en ninguna otra parte».

Su compañera de sección y solista, Hanna Nisonen, vino de Finlandia en 2004. «Hemos vivido un periodo difícil. Hace 15 años aún hacíamos muchas giras, aunque hay que dejar claro que las giras de las orquestas no cubren todos los gastos, así que la precariedad económica ha impedido que fuéramos a muchos lugares donde nos han seguido invitando. Las giras son muy importantes para una orquesta, como lo es el contar con solistas y directores de prestigio como invitados. Por aquí han pasado muchos buenos músicos, pero con más recursos, podríamos haber contado con nombres de primerísima fila, como venían antes», comenta Nisonen. «La falta de dinero también ha condicionado nuestro repertorio. Ahora, tenemos que meditar cada decisión artística en base al presupuesto que tenemos», añade.

El cobro puntual de los salarios garantiza la estabilidad personal, pero una enamorada de su trabajo como Nisonen pide más al futuro. «Vivir en Granada es maravilloso, me encanta la ciudad, pero profesionalmente, me avergüenza que en cada concierto se sienten frente a nosotros solistas y directores cuyo salario se paga, con suerte, dos años después. Eso no es nada bueno, nos está dando muy mala fama», afirma. En su país, la conexión entre cultura y bienestar general es mucho más patente. «Se cuida más la cultura», afirma. «Aquí se está trabajando my duro, y el público nos aprecia. El patio de butacas se llena, y eso debiera ser tenido en cuenta».

Crecer en Granada

De Alemania llegó Berj Papazian, violinista. Es uno de los miembros veteranos de la OCG, a la que llegó tras las audiciones organizadas en Múnich en 1991. Desde esa veteranía, destaca las cualidades de sus compañeros: «Me gusta su energía, las ganas de hacer buena música, y su espíritu joven, que se ha mantenido desde el principio, a pesar de que nos estamos haciendo mayores», dice entre sonrisas. Un espíritu, dice, que se ha mantenido contra viento y marea, a pesar de las dificultades. «Si logramos consolidar un presupuesto adecuado, vamos a tener Orquesta para mucho tiempo. Pero necesitamos que quien viene a visitarnos, y hace un trabajo fantástico, cobre a tiempo». Papazian es uno de los ejemplos de 'endogamia emocional' dentro de la Orquesta, ya que su esposa es la flautista Bérengère Michot, y también es un ejemplo de plena integración en la sociedad local. «Mis hijos son 'granaínos'», afirma sonriendo.

Justo debajo del Auditorio se encuentran las oficinas de la Orquesta, las entrañas donde se organiza su día a día. Porque no todo es tocar: también hay que planificar, coordinar, organizar. y pagar. La responsable de la Coordinación Artística es la gaditana (de la capital) Pilar García. Pilar defiende la candidatura de Granada a la Capitalidad Cultural en 2031. «¿Qué tiene Jerez para ser capital cultural? Nada.», dice con ese arte tan particular que los ciudadanos de la Gades fenicia atesoran. También tiene que aplicar ese humor y esa sonrisa en su día a día. «Llegué a la OCG en 1998, cuando aún estaba Pons. Desde entonces, me encargo de reunir y transmitir la información artística que se precisa para cada concierto: requerimientos de solistas, costes de los programas, me ocupo de los invitados desde que llegan hasta que se marchan. Un trabajo donde no tengo tiempo para aburrirme», afirma. Preguntada sobre lo más duro de su trabajo, afirma: «Lo peor es andar justos de dinero. Igual que nos ocurre a todos en la administración de nuestras casas», dice. «No es lo mismo trabajar con el fondo de armario completo que con un vestidillo de quita y pon», comenta gráficamente. «Bregar con quien viene del quinto pino, da lo mejor de sí mismo y luego cobra a los dos años, no es bonito. Porque no quedo mal yo como Mari Pili, queda mal la ciudad, por más que seamos nosotros quienes demos la cara».

Lo más bonito de su trabajo es, aparte del ambiente de compromiso que se respira, a pesar de las dificultades, «ser la anfitriona de artistas muy grandes. Y la grandeza, lo tengo comprobado, es directamente proporcional a la humanidad. Recuerdo con especial cariño a artistas como Joaquín Achúcarro, una de las personas más adorables que he conocido. O también la frialdad inicial de Christopher Hogwood, que al final se transmutó en cercanía y un cariño de esos que quedan». Pilar también tiene a su media naranja dentro de la Orquesta, ya que es la esposa de Pedro Consuegra, responsable de Comunicación.

Un poco más allá en el pasillo, se encuentra el despacho de María Ángeles 'Nines' Casasbuenas, iliturgitana, filóloga inglesa y secretaria de Dirección. Ha sido la 'sombra' de todos los gerentes y directores de la Orquesta, ya que llegó al principio, con Juan de Udaeta. «Necesitaban una persona que hablara inglés con fluidez y que tuviera capacidad de organización, para desempeñar mi puesto. Me presenté y conseguí quedarme», recuerda. Lo que más le gusta de su trabajo es «tratar con personas muy diversas, y tratar con mis compañeros a diario».

Locuras

Dada su veteranía, recuerda los años en que la oficina del Festival Internacional de Música y Danza y la Orquesta estaban unificadas. «Era una auténtica locura. Para llevar a cabo las tareas, dado que a veces teníamos que hablar de noche con Estados Unidos, por ejemplo, hacíamos turnos. Sobre todo, durante el Festival, nos poníamos de acuerdo para ir a casa a dormir», rememora.

'Nines' ha vivido con especial dolor los malos momentos vividos por la Orquesta: «En un momento determinado, pensé que nos iban a cerrar, porque una formación como esta, con tal cantidad de programación, requiere de mucho personal para funcionar». Sin embargo, tenía la esperanza de que esa labor la salvara, y de que el buen hacer de todos -«cada uno hemos puesto lo mejor de nosotros mismos siempre», asegura-, hiciera que la OCG fuera considerada como un bien imprescindible para la ciudad. «Cuando los músicos ofrezcan su primer concierto sin los lazos rojos, voy a ser muy feliz», comenta. Y aunque ha estado al lado de muchos gerentes -Ponsa, Magán, Pire...- y con todos ha trabajado «siempre buscando el bien de la OCG», destaca por su cercanía la etapa de Günter Vogl. «Había que clarificar la situación, y decirnos sin medias tintas, y decírselo a los políticos también, cuál era la situación real de la Orquesta. Y para eso hay que ser muy valiente. Por eso le estamos agradecidos, y porque su capacidad de trabajo es incuestionable».

Y de la más veterana al recién llegado. Rafael Simón, licenciado en Bellas Artes, llegó a la OCG hace menos de un año para cubrir una baja por enfermedad. Ya había colaborado con la Orquesta en varias facetas: como miembro de su Coro, diseñando programas, haciendo la Dirección Escénica de varios montajes... «Desde el primer momento, me he sentido a gusto formando parte de este grupo humano. Me han recibido de maravilla, trabajar en el Auditorio es un auténtico privilegio. Ser parte de este proyecto musical que ha vertebrado la historia de la ciudad es un gran placer», comenta Simón. Veteranos y noveles, como diría el himno, se han unido durante casi tres décadas en torno a una institución que ya forma parte imprescindible de la idiosincrasia cultural de la ciudad.

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