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José Antonio Muñoz
Granada
Martes, 16 de febrero 2021
Hace escasas fechas, se subastó en la casa especializada en documentos antiguos La Retrografía, de Madrid, uno de los únicos seis ejemplares existentes en el mundo de un mapa maldito: el que hizo el académico Juan de la Cruz Cano y Olmedilla por orden de Carlos III, a escala 1:5.000.000, sobre los dominios españoles –y los portugueses– en América Meridional. Parte esencial tienen en aquellos los territorios coloniales deNueva Granada y Nueva Andalucía. El primero de ellos, virreinato, que coincide en buena parte con la actual Colombia, fue objeto de un interesante viaje de ida y vuelta en el que se trasegaron no solo vidas, sino costumbres e influencias artísticas.
Como afirma el investigador granadino Adrián Contreras, autor del libro 'Historia del retablo neogranadino (1550-1800)', publicado recientemente por UCOPress, «en los últimos años se han confeccionado varios trabajos donde se evidencia la profunda relación que hubo entre el Reino de Granada y las Indias». Uno de los más recientes es 'Tras la huella indiana. Patrocinio novohispano en la provincia de Granada', del propio Contreras, pero también existen un numeroso elenco de publicaciones realizadas por investigadores universitarios, como Guadalupe Romero, Ana Ruiz o Francisco Montes. El catálogo 'Desde América del Sur. Arte virreinal en Andalucía' que glosa una exposición virtual del Instituto de América y la UGR, incluye la fabulosa custodia quiteña de la Basílica de las Angustias, la cual también será expuesta a finales de año en el Museo del Prado en el contexto de una exposición comisariada por el catedrático de Historia del Arte, Rafael López Guzmán. Además, repartidos a lo largo de diversas iglesias de la provincia hay un buen número de objetos litúrgicos, realizados con metales preciosos y con una factura digna de atención. Tal es el caso, por ejemplo, de los tres cálices que se conservan en la iglesia parroquial de El Salvador, de Albuñuelas.
Un capítulo de especial interés dentro de estas relaciones lo constituye el flujo devocional de ida y vuelta: mientras que a América se llevaron devociones tan granadinas como San Juan de Dios, la Virgen de las Angustias o San Fandila, a Granada se importaron advocaciones tan americanas como la Virgen de Guadalupe o la Virgen de Copacabana. Obvio es que la homonimia de Nuevo Reino de Granada o de la capital Santa Fe de Bogotá, fundada por el santaferino Gonzalo Jiménez de Quesada en 1538, denotan una fuerte influencia de la metrópoli.
La presencia del estilo mudéjar en la arquitectura civil y eclesiástica colombiana es muy importante. Como afirma Rafael López Guzmán, que ha estudiado el tema con detenimiento, «la casa cartagenera tiene sus orígenes en la casa andaluza (…) lo que se evidencia especialmente por sus similitud en tres elementos fundamentales: la presencia del patio como eje de distribución espacial, las estructuras de cubiertas con armaduras de carpintería de lo blanco –cubiertas de teja árabe– y la presencia de balcones».
La devoción de la Virgen de las Angustias, que irradió todos los territorios americanos, también llegó a Nueva Granada y en la sacristía de la Iglesia de las Nieves de Bogotá, se conserva un vitral que representa a la patrona de los granadinos. Además, en Colombia se hallan varias esculturas provenientes de la escuela granadina, concretamente relacionadas con el entorno de Pedro de Mena. Las más directamente vinculables a su gubia son el San Pedro de Alcántara de Popayán y el San Antonio de Padua del Museo Arqueológico. Tanto la obra de Granada como la de Bogotá nos dan buena cuenta de cómo el magisterio artístico del gran Alonso Cano caló en los artífices que laboraban en la ciudad andaluza, enseñanzas trasmitidas a estas lejanas latitudes.
Ya a principios de siglo XX la Alhambra continuó ejerciendo su influjo en la arquitectura latinoamericana, levantándose construcciones interesantes en estilo orientalista, como la Casa Covo y la Casa Román de Cartagena de Indias, o la Villa Petra y la Casa Blanco Núñez del Paseo del Prado de Barranquilla, por nombrar algunas.
En este contexto de relaciones entre Granada y Nueva Granada se inserta la trayectoria de Adrián Contreras como investigador. Aunque ha publicado bastantes textos al respecto, dos libros son sus principales aportaciones. El primero, 'Escultura en Colombia. Focos productores y circulación de obras (siglos XVI-XVIII)' donde acometió un estudio integral de toda la escultura neogranadina, tanto la de fabricación local como la de importación. El segundo libro es el ya mencionado 'Historia del retablo neogranadino (1550-1800)', y en él traza la evolución de estos importantes muebles que no solo tienen un carácter ornamental sino que también subrayan la sacralidad del altar, focalizan la mirada del espectador, y, a veces, incluso participan de los milagros que protagonizan las imágenes que contienen.
Como afirma Roi Velasco, responsable del Departamento de Cartografía de la casa de subastas La Retrografía, el mapa de 1776 de Juan de la Cruz Cano y Olmedilla «es un ejemplo brillante de la cartografía de la España de las luces. Lo usaron Humboldt y Jefferson, e incluso en el siglo XX fue referencia para las relaciones transfronterizas entre Brasil y Argentina». El mapa revela un nivel de precisión muy remarcable para su época que no se encuentra en ningún mapa equivalente; solo basta con observar el detalle de los cursos de los ríos o los perfiles de las costas. De hecho, no hay ejemplos similares de América del Norte. Se realizó por encargo de Carlos III, que quería zanjar las diferencias con Portugal y poner unos límites fronterizos claros. De ellos solo quedan seis en el mundo; el séptimo está solo a medias, custodiado en el Museo de Bellas Artes de Granada, como afirma su director, Ricardo Tenorio.
Su excelente factura fue la causa de su malditismo. El rey ordenó que se quemaran los ejemplares existentes y se destrozaran las planchas, porque ponía en riesgo el tratado de San Ildefonso con Portugal. El ejemplar subastado alcanzó un precio de remate de 26.000 euros, tras una dura puja.
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