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José Antonio Muñoz
GRANADA
Martes, 17 de diciembre 2019, 00:37
Al margen del proceso de cambio insospechado que supuso la dimisión de Pablo Heras-Casado como director del Festival de Música y Danza, y que culminará mañana, el patio de la clásica en Granada lleva varios meses algo alterado. IDEAL publica hoy dos entrevistas con ... dos de los más importantes protagonistas de la historia musical reciente de Granada. Por un lado, Günter Vogl, que dejará la gerencia de la OCGen fecha aún por definir, y por otro, Miguel Sánchez Ruzafa, quien lo ha sido todo en la Banda Municipal de Granada, convertida hoy en una de las referencias de las formaciones bandísticas a nivel nacional.
En el caso de la Orquesta Ciudad de Granada, todo su futuro institucional está en el aire. Por un lado, se espera la aprobación definitiva de sus nuevos estatutos, que podrían abrir la puerta, como podría ocurrir también con el propio Festival de Música y Danza, para la conversión del Consorcio Granada para la Música en una fundación pública, lo que otorgaría un tratamiento fiscal mucho más benévolo a los patrocinadores. En breve se constituirá la comisión que deberá elegir a su nuevo gerente, de la que, de momento, solo ha trascendido que Enrique Moratalla representará a la Consejería de Cultura de la Junta.
La temporada de conciertos de la OCG está siendo bendecida por el éxito artístico, a pesar de la precariedad de medios que arrastra. Todavía quedan muchos de los conciertos más importantes, entre ellos, el esperado concierto de la joven violinista María Dueñas, el retorno de Josep Pons, el director honorífico de la formación, y el 'Stabat mater' de Pergolesi con el director artístico, Andrea Marcon, en la tarima. Por cierto que está en el aire la renovación del músico trevisano. Tras algunos reveses y desencuentros que Marcon ha digerido mal, aunque con discreción, es posible que su vinculación con la OCG varíe en sus términos.
Miguel Sánchez Ruzafa ha marcado el compás de la Banda Municipal de Música de Granada durante tres décadas. Bajo su batuta, la formación se ha transformado de forma radical, con una presencia en la ciudad que no había tenido con anterioridad. La introducción de la Banda en el mundo cofrade, su concurso en las grandes y las pequeñas fechas de Granada, y la propia capacidad de Ruzafa como arreglista a la hora de idear programas han contribuido a que la formación tenga este pedigrí de que ahora disfruta. Como también la labor de quien está llamado a sucederle, el músico y también compositor Ángel López-Carrreño, único candidato al puesto.
Carreño aúna varias cualidades: es joven, se ha fogueado en la tarima largamente –estuvo año y medio como director de la Banda Municipal de Almería, en tanto se nombraba a su actual director, Alfonso Maribona–, y tiene buenas ideas en lo que a armar programas coherentes se refiere. Es un consumado especialista en música de cine –se ha formado en Berklee en esta materia– y está llamado, si no se tuercen las cosas, a ocupar la tarima durante largo tiempo. En sus manos está que la Banda siga conectada con la ciudad.
Günter Vogl - gerente interino
Se llama Günter Karl Heinz Vogl, y ha sido contrabajo en la Orquesta Ciudad de Granada durante los últimos casi 30 años, desde que un día dejó su Alemania natal –nació en Nuremberg– y se vino con su coche y sus maletas a una ciudad que no conocía. Su situación geográfica en la plantilla de la orquesta le coloca en la última fila, a la derecha. Pero saltó a la primera fila que otorgan los despachos. Era una solución temporal al interregno entre la salida de Alicia Pire y la, por entonces, inminente llegada de quien le sustituiría. Pero no llegó nadie, y los cinco o seis meses que se preveían inicialmente con él al frente de la OCG ya pasan de año y medio.
–El último capítulo de la historia de la OCG no debiera haberse escrito nunca…
–Así es. Estamos sufriendo mucho, pero cuando uno elige asumir una responsabilidad como esta, tiene que estar dispuesto a sufrir, tratando de hacer que la situación mejore. La OCG es el gran escaparate cultural de la ciudad semana tras semana, y para atraer a más público habría que pensar si no se debe mejorar el decorado.
–¿Cómo era el decorado que usted encontró al llegar aquí a Granada?
–Desde el primer momento supe que venía a un lugar distinto. Había tocado en prácticamente todas las orquestas profesionales de mi país, y sabía lo bueno y lo malo. Aquí teníamos la posibilidad de empezar de cero. Y a pesar de los pesares, creo que este espíritu sigue presente.
–¿Bajo qué gerencia se ha sentido más cómodo?
–Hubo un tiempo en que la OCG floreció, bajo la batuta de Pons y luego con la gerencia de Ponsa. Yo estaba por entonces como miembro de la Comisión Artística y el Comité de Empresa. Incluso, hubo un tiempo en que tuvimos a Pons y una directora técnica, Sara Terrés.
–Por tanto, considera la dirección de Pons como la mejor.
–Bueno, la crítica y los aficionados lo dicen, y yo lo pienso también.
–¿Cómo han sido durante este tiempo sus relaciones con Andrea Marcon, el actual director artístico?
–Muy buenas. Le aprecio muchísimo, y creo que le ha tocado una época muy difícil. He sabido cuán complicada era cuando empecé a estudiar los libros. Su mérito es indudable. Gracias a sus contactos ha venido gente sin cobrar, prácticamente. Ha propuesto ideas de gran calado, como el Concurso Internacional de Ópera, que luego no han cuajado. Estas iniciativas son oportunidades perdidas.
–¿Fue una sorpresa para usted la situación que encontró?
–Desde luego.
–¿Tiene fácil solución?
–Sí, por dos motivos: porque la cantidad no es muy grande y porque la OCGno es un pozo sin fondo:la situación actual se creó entre 2010 y 2017.
–¿Por qué Granada debe tener una orquesta como la que tenemos?
–Creo que una orquesta no es solo para los aficionados, es un instrumento para hacer crecer a la ciudad y su economía. Debe ser un pilar de la transformación social. Una orquesta aporta ocio de calidad, eventos sociales –hay un antes del concierto y un después–, educación, formación, prestigio e imagen para la ciudad.
–También crear nuevos públicos.
–Sí. Debe trabajar para acercar a los jóvenes a la música, y que asuman este proyecto de ciudad como algo propio. Pero para eso es preciso aprovecharla bien, y crear proyectos a largo plazo. La candidatura a capital cultural puede ser un buen momento para desarrollar estrategias a largo plazo, con el beneficio económico que comportan. Según estudios de la Unión Europea, cada euro invertido por una capital cultural genera entre 5,5 y 6 de retorno para la economía local. Pero esto también ocurre con las ciudades donde hay una orquesta residente, según el mismo estudio. El llamado 'gasto' en cultura es una inversión que se amortiza rápido.
–¿En qué ejemplos se basa este estudio?
–En ciudades europeas como Lille, Glasgow, Essen, Graz, Génova… Todas ellas se han transformado grandemente y han salvado su economía lastrada por la desinversión industrial gracias a la cultura. En España, tenemos el ejemplo de Bilbao o Málaga, que con una planificación a largo plazo han dado un giro a su futuro.
–¿Qué rumbo debe tomar la orquesta ahora?
–Cada orquesta es diferente, y cada ciudad también. Pocas ciudades tienen un pasado y un presente musical como Granada. Tenemos la OCG, el Auditorio, el Festival, la música rock... La Orquesta debe aportar, con un presupuesto adecuado, una programación estable y de calidad, durante todo el año, no una semana o dos, como un festival. Esto requiere planificar para varios años, eso es lo que nos falta. Cuando nos pongamos al día en lo económico y lo administrativo, podremos ser ágiles. Los nuevos estatutos deben contribuir a que la relación con el Ayuntamiento sea más fluida.
–Y en lo artístico, ¿qué falta?
–Para empezar, un concertino. Estar sin él es como ir a la pata coja. Lo estamos compensando con varios compañeros que asumen ese rol. También hay varias plazas de solistas vacantes… La OCG fue catalogada en su día como el mejor proyecto orquestal del país y tenemos que volver a serlo. Y nos avalan programas como los conciertos didácticos, a los que en el último año acudieron 37.000 niños en tres producciones distintas.
Miguel Sánchez Ruzafa - exdirector de la Banda Municipal de Granada
El encabezamiento de esta entrevista se antoja injusto para alguien que ha sido mucho más que director de la Banda Municipal de Música de Granada. Ruzafa forma parte de la historia sonora de la ciudad durante las últimas cuatro décadas. En esta entrevista, el músico nacido en la localidad alicantina de Sax pero hijo adoptivo de Granada –ahora de forma oficial, tras la distinción otorgada por el Ayuntamiento– habla, por primera vez tras dejar la dirección de la Banda, sobre su pasado, pero mucho más sobre su presente y su futuro.
–¿Se esperaba que le hicieran Hijo Adoptivo de Granada?
–Para nada. Me enteré porque, de repente, empecé a recibir felicitaciones en el teléfono. Jamás opté a ningún premio. Pero de este me gusta que se otorga a petición popular, y eso me satisface especialmente. El escrito que comunica el premio es bonito porque dice «Granada le da…», no «El Ayuntamiento le da…». No puedo estar más contento por eso.
–Tendrá que hablar en público, y sabemos que no se siente cómodo…
–Es cierto. Odio hablar en público. Incluso, odio las entrevistas… (risas). Por eso no las concedo, normalmente. Y jamás he llamado a nadie para que me entreviste.
–Después de 40 años viviendo aquí, ¿se le ha pegado la 'malafollá'?
–Creo que ya traía una parte importante… (risas). Aquí la he terminado de pulir.
–¿Qué recuerdos tiene de cuando vino de Sax?
–Recuerdo que me vieron pinta de pardillo y me intentaron engañar en la estación. Me vine huyendo del frío de Sax, y me encontré con que aquí hacía más…
–Pero se adaptó bien. Tanto, que llegó a tener tres trabajos para escoger. Ahora, hay muchas personas que se conformarían con uno…
–Sí, eran otros tiempos. Tuve que elegir entre la banda del Regimiento Córdoba 10, la Banda Municipal, y dar clases en el Conservatorio, donde gané la Cátedra de Armonía con 27 años. Escogí la Banda, porque la enseñanza no me llenaba. Por entonces, la Banda la dirigía Faus. Y cuando se retiró, me puse al frente. Me propuso Mariló García Cotarelo, una mujer. Y me voy con otra mujer en la Concejalía. Concejalas de distinto signo, por cierto.
–¿Qué le ha dado Granada?
–Todo. El genio artístico está en el sur. En Valencia tenemos algunos nombres claves, pero casi todos los grandes pintores, escultores, músicos… vienen del sur.
–¿Y su Semana Santa? ¿Cómo entró en contacto con ella?
–Fue culpa de Pedro Rojas, quien fuera durante muchos años el hermano mayor de la Aurora. Para mí fue un contraste: la Semana Santa de mi pueblo era de bares cerrados y todos de luto. Llegué aquí y me dije: «Esto es una fiesta». Hice mucha amistad con Pedro, y de nuestra relación nació 'Aurora' y le escribí cuatro marchas a la Cofradía. Después, compuse para las Penas, donde iba la Banda.
–Y luego llega 'Palio blanco'…
–Es un fenómeno curioso. La escribí el año 1992, el año que nació mi hija, y la estrenó la OCG. Me invitó Udaeta. Se convirtió en un fenómeno a posteriori, tras una década. Al principio, cosechó, sobre todo por parte de algunos, unas críticas espantosas. Pero empezó a calar cuando la empezaron a tocar fuera, y hoy es un éxito. Pienso, de todas formas, que he escrito marchas mejores.
–¿Cómo encontró a la Banda y cómo la ha dejado?
–Cuando llegué eran otros tiempos. El perfil de cualificación era menor. Ahora, todos están por oposición. No se arriesgaba tanto en el repertorio. Las cosas han ido mejorando. Y pienso que la he dejado artísticamente muy bien. El problema de la Banda está en la sociedad. Una Banda no es democrática, es jerárquica, como debe serlo cualquier orquesta.
–Como los padres nunca pueden ser amigos de los hijos, ¿el director no puede ser amigo de los músicos?
–Está claro. Otra cosa es que me acusen de haber menospreciado a alguien, y de ser el malo. Si alguien ha sido insultado por mí, que me lo diga a la cara. Yo he ido siempre de frente. Las cosas se dicen en el ensayo, no fuera. No le he pedido nunca a nadie lo que no pudiera dar, porque todos tenemos limitaciones. Pero nunca he permitido que se regateara en el esfuerzo.
–Un músico de banda no es un funcionario al uso.
–No debe serlo. Y algunos quisieron coger la parte buena –pocas horas de reloj de ensayos, sin horarios tasados– y dejar de lado la parte mala, que es el compromiso y el orden. De ahí han venido algunos roces, en los que no voy a entrar, porque no merece la pena darle importancia a lo que no la tiene.
–¿Qué debería hacer la Banda para afrontar un futuro con garantías?
–Ampliar el repertorio, y no creerse especiales. Vivimos muy bien gracias al público. Siempre les dije que deberíamos aplaudir al público cuando entra, porque somos lo que somos gracias a ellos. Y si el público les avala, como nos ha avalado hasta ayer, estupendo.
–Y a partir de ahora, ¿qué?
–Seguiré con la Orquesta Clásica, un proyecto que ya afronta su tercera temporada, y que este año se traslada, por fin, al Teatro Isabel la Católica. Luego, estamos poniendo en marcha la Banda Sinfónica. Granada tiene un talento musical casi ilimitado, y vamos a seguir potenciándolo, pero hace falta que la sociedad sepa apreciarlo y nos siga apoyando.
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