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El acto de este mañana con Aitana Sánchez-Gijón, que recogerá este sábado el Goya de Honor en la gala de Granada, fue mucho más que un encuentro con sus seguidores. Fue una auténtica declaración de amor de Granada hacia la actriz de representó magistralmente el papel de Ana Ozores de La Regenta o que se metió en la piel de Victoria Aragón en Un paseo por las nubes. Pero también hacia la primera mujer que presidió la propia Academia del Cine y hacia una intérprete «rigurosa y seria», como la definió Fernando Méndez-Leite ante las más de quinientas personas que llenaron el teatro Isabel la Católica.
Una 'declaración de amor' en el sentido figurado, pero también en el literal. «Quiero aprovechar esta oportunidad para declararme», le gritó desde uno de los palcos uno de los afortunados que pudieron hacerle una pregunta a Sánchez-Gijón. Porque el evento, que se planteó desde el primer momento como un diálogo con los fans -las entradas se agotaron en pocos minutos-, empezó de forma tímida, con ese primer valiente que siempre rompe el hielo, pero terminó con un bosque de manos levantadas. Se hizo corto. Muy corto. Básicamente por el interés que despierta Aitana y porque el evento comenzó con veinte minutos de retraso -aunque se compensó porque el cierre se prolongó unos minutos-.
Sánchez-Gijón, que desveló que el Goya de Honor se lo entregaría Maribel Verdú, la presentadora de la gala, confesó su felicidad por volver a Granada porque se estaban cerrando varios círculos. El primero porque aquí fue una de las primeras veces que se subió al escenario, con tan solo doce años. «Estaba de gira con la Barraca de Aranjuez e hicimos una función en Fuente Vaqueros», recordó. Después la profesión le ha traído múltiples veces a Granada, fundamentalmente al Palacio de Carlos V y al Isabel la Católica. Una relación que se intensificará aún más tras recoger el Goya de Honor y porque, como ella misma indicó, se ha hecho socia de la Fundación de Amigos de la Alhambra.
Cuestionada por los motivos por los que decidió dedicarse al oficio, Aitana explicó que su primera aproximación, siendo cría, fue en la escuela de María Galleta. «Ahí jugábamos a ser otros, y me di cuenta que eso era lo mío», afirmó. También habló de uno de sus primeros trabajos, en La Regenta, la serie de Televisión Española que dirigió hace tres décadas Méndez-Leite, que hoy ejerció de maestro de ceremonias. «La hice, además, con 26 años, que era la edad que tenía La Regenta», dijo Aitana, quién añadió que, precisamente, Ana Ozores ha sido uno de los personajes que más impronta han dejado en su carrera junto al de Medea. «Como observarás -contestó a su interlocutora- me gusta adentrarme en los territorios oscuros y en las mujeres complejas».
Otro de esos círculos que Aitana cerrará en Granada será con Richad Gere. «¿Quién no ha estado enamorado de él?», se preguntó y se respondió. Este sábado coincidirán los dos en el Palacio de Congresos con una estatuilla de Goya en las manos. Sánchez-Gijón admitió que, a la hora de elegir un proyecto, tiene en cuenta variables como el director, el guion... «pero también que me dé de comer y permita pagarme las facturas».
Respecto a los que están comenzando en el proceloso mundo de la escena, les aconsejó que se preparen a conciencia y que «huyan de las falsas expectativas» que se generan en las redes sociales. «Si la principal motivación es la búsqueda de la fama, mejor que se dediquen a otra cosa», recomendó. «Yo no tuve una formación específica y en determinados momentos eché en falta la técnica, una carencia que hice virtud y me dediqué a aprender». También recalcó la importancia de cuidar de la salud mental. La comunidad sorda estuvo muy presente en esta cita con Aitana Sánchez-Gijón, reivindicando lo mucho que pueden aportar estas personas a la industria. Una dificultad en un camino lleno de dificultades. Aitana cogió el guante, tras advertir que ella no era productora.
Aitana, que no paró de recibir halagos de los asistentes -«me vais a hacer llorar», manifestó-, se mostró abrumada por el cariño y por haberse hecho acreedora al Goya de Honor, el colofón a una trayectoria a la que aún le quedan muchos años. Habló de que el perfeccionismo es un motor para seguir creciendo, «pero hay que aprender a perdonarse los errores», y habló también de que no se siente pionera de nada, pero sí de ser consecuente con sus principios.
Una hora con Aitana que parecieron minutos. Una hora en que Aitana dio una lección sin quererlo: la virtud de la sencillez.
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