La sala de la Casa de Zafra donde se exhiben las instantáneas. RAMÓN L. PÉREZ

La Granada de entresiglos a través de sus primeras imágenes promocionales

La Casa de Zafra acoge la exposición 'Imágenes viajeras hacia 1904' con más de 100 postales de la colección del profesor hueteño Antonio Gámiz

Viernes, 21 de mayo 2021, 00:23

«Estuve en Granada y me acordé de ti». Una frase que en las últimas décadas del siglo XIX denotaba un estatus suficiente para viajar a la por entonces exótica Andalucía desde los países más lejanos, dando fe a vuelta de correo, siquiera en ... unas pocas frases, de lo vivido, porque en el haz de la tarjeta estaba una parte de lo visto. El negocio de las tarjetas postales fue visto por unos pocos avispados comerciantes centroeuropeos con suma rapidez, entre ellos la compañía Photoglob Co., de Zürich. Llegaron a Granada y la fotografiaron fieles a la imagen cuasi mitológica de los cuentos de Irving, dejando, sin embargo, algunos resquicios que permiten descubrir la ciudad tal cual era. Curiosos, nostálgicos e incluso ávidos de anécdotas pueden encontrar cumplida respuesta a sus anhelos en 'Imágenes viajeras hacia 1904', la exposición que ayer se inauguró en la Casa de Zafra con más de 100 obras de la colección del profesor hueteño –de Huétor Tájar– Antonio Gámiz Gordo. Estará abierta hasta el 4 de octubre.

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La muestra es una iniciativa de la Fundación Legado Andalusí y del Ayuntamiento, y exhibe no solo imágenes de Granada, aunque esta sea, obviamente, la gran protagonista, sino de otras provincias andaluzas, e incluso una selección del trabajo de los suizos en algunas de las, por entonces, más pintorescas ciudades europeas.

Las fotografías se ven en color, pero es un color fingido, añadido a posteriori con un criterio que al común de los mortales no les chirría. Así, a las imágenes en blanco y negro se les iban incorporando capas de color –desde seis y hasta quince en algunos casos– que conformaban el resultado final. La base para las imágenes que Phogoblob creaba y distribuía eran unos fotocromos de tamaño algo más grande que los finalmente impresos, de los cuales se pueden observar varios en la muestra, y que dan buena cuenta de la depurada técnica que llegó a utilizarse para ofrecer la máxima verosimilitud posible a las instantáneas.

La edición masiva de postales se impuso como negocio en el último tercio del siglo XIX. Las fotos de Instagram que hoy se utilizan masivamente para alardear de lo visto, lo dormido o lo comido, se hacían llegar con palabras llenas de cariño o de cumplidos a través del correo. Las más de las veces, dado lo premioso de los medios de transporte, era normal que llegaran antes que los viajeros retornasen, por lo que también servían para dar fe de que al menos en el momento de escribirlas, la aventura del periplo transcurría sin sobresaltos. También constituían, y esa era otra de sus principales utilidades, un recordatorio fiel de lo vivido, evocador de rincones que, las más de las veces, no volvían a pisarse. E incluso, oportunidad para explicar quién aparecía en ellas, sobre todo si el protagonista de la instantánea era Chorrojumo, antecedente casi mascotil de una ciudad identificada con su catite y sus largas patillas. O una joven de edad indeterminada enlutada de pies a cabeza, e incluso un pisaverde que baja con aires de solemnidad la Cuesta de Gomérez, sin mirar a la cámara.

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Circulación

Las postales de Photoglob se convirtieron, así, en un eficaz vehículo de promoción de la ciudad, testimonio además de su progreso –o más bien, de su atraso, comparado con otras urbes de España y Europa, cuyas calles también pueden verse en una vitrina aparte de la exposición– y plasmación del hecho incontestable para el hábil observador de que algunas capitales vecinas nos han adelantado por la derecha. Málaga, Sevilla y Córdoba, como otras ciudades andaluzas, también fueron objeto de las lentes de Photoglob, completando un paseo en el que, siendo Granada la gran protagonista, se la sitúa en su contexto.

Los álbumes, algunos de ellos con exterior de lujo y comercializados en las mismas tiendas donde se vendían las imágenes –curiosamente, una de ellas la histórica Perfumería Inglesa, de Reyes Católicos– conformaban otro de los símbolos de estatus del viajero, amante también del tipismo que mostraba el camino de la Fuente del Avellano, con los burros usados por los aguadores que bajaban el líquido elemento a la ciudad, o la ropa tendida en el Corral del Carbón. La exposición también incluye una cámara de las llamadas 'de campo', con el diafragma intercambiable y esa característica forma de fuelle que la hacía transportable por el sufrido artista, pues como tales pueden considerarse a quienes nos ofrecieron las primeras imágenes 'reales' de una ciudad con la que Granada hoy tiene muy poco que ver, o quizá no tan poco.

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Detalle de una de las vitrinas. RAMÓN L. PÉREZ

Una valiosa fuente documental

El propietario de la colección que se exhibe solo en parte, el profesor de la Escuela de Arquitectura de Sevilla, Antonio Gámiz, manifestó ayer a IDEAL que «es una satisfacción que puedan exponerse tarjetas postales que he reunido y estudiado durante largos años y que son verdaderas 'ventanas de la memoria' y una fuente documental muy valiosa». Gámiz recuerda que inició su colección al mismo tiempo que preparaba su tesis doctoral sobre la Alhambra, que se leyó en 1998, y después ha continuado investigando sobre todo tipo de imágenes sobre arquitectura, paisaje y patrimonio. El catálogo de la exposición es el complemento perfecto de la visita.

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