«Granada es mi maestra de sensibilidad; me ha moldeado y a ella me he entregado»

–¿Qué opina sobre el sentimiento andaluz y los desencuentros que perduran hoy?

–Pienso, como Miguel Torga, que «lo local es lo universal sin paredes». Hoy más que nunca. Hay una tarea difícil de armonizar y afinar, pues son muchos años de contradicciones y 'agravios' que se han expuesto en debates y opiniones en prensa. Hablo de Granada, por ejemplo. Hay una herida que requiere la cura pertinente.

–Se han cumplido 30 años desde que recibiera el Premio Andalucía de Cultura. ¿Se siente usted apreciado y considerado en su tierra?

–Todas las distinciones recibidas son un reto de compromiso y han sido para mí excesivamente generosas, cuya valoración hoy se percibe con más claridad. Soy consciente de que se me quiere, aunque sienta pudor al mirar mi paisaje interior. En estos momentos recuerdo una de las frases más contundentes de Elias Canetti en 'La provincia del hombre': «No se puede respirar, todo está lleno de victoria». Es esta una de las mayores estafas de nuestra civilización cuyas páginas tumban esas arrogancias ante las infernales derrotas: la destrucción, la sangre, la insolidaridad. Considero la reflexión magistral de Canetti un pilar de una sensata geografía humana y artística.

–¿Cómo ha cambiado, culturalmente, Andalucía en estas tres décadas?

–Evidentemente ha habido un cambio profundo. En algunas provincias más que en otras, sobre todo en Granada, por el protagonismo y las expectativas que tenía y que hoy navegan en el mar de la frustración, aunque con la esperanza de que lo mejor queda por venir, a pesar de que algunos no lo disfrutemos. No se olvide que Granada, capital y provincia, es faro geográfico de la Península Ibérica, y este simbolismo es un reto de cumbres.

–¿Hemos hecho suficientes esfuerzos en nuestra tierra para que la música clásica sea patrimonio común?

–Se han alcanzado grandes objetivos, pero sin suficiente dinero ni inversiones no es posible acometer proyectos a la altura de las aspiraciones de Granada de la que deberíamos ser todos abanderados. Granada debió ser sede de dos proyectos culturales andaluces de alcance;uno de ellos, la Orquesta de Andalucía, cuando apenas había ninguna (la OCG no se había creado). Para eso éramos, supuestamente, la capital cultural. Hoy vemos que tantas orquestas, universidades, teatros, son difícilmente soportables para la comunidad. Ha habido ciudades, sin embargo, que han trabajado de consuno y están obteniendo ventajas palpables. Es tiempo de reconversión, de imaginación, de valentía, de fe, de puntos cardinales, de dirigir la mirada a los dos macizos que nos retan cada mañana.

–Usted ha estado al frente de prestigiosas instituciones, como la Real Academia de Bellas Artes. ¿Es rentable hacerse impopular a veces señalando que «el Rey está desnudo»?

–La rentabilidad es la siembra, no la cosecha. No he estado en las instituciones por ser el mejor, sino por luchador. De hecho ni me he presentado al cargo ni me he votado. Pero la pasión suple la falta de inteligencia. Por otra parte, si se está en primera fila no es para recibir honores, sino para estar en la vanguardia, sin trincheras y con la ilusión de ayudar, con el fin noble de hacer una sociedad mejor, teniendo muy presente que uno mismo debe regenerarse y examinarse a diario.

–También puso en marcha la pionera iniciativa del Taller de Organería, que finalmente quedó en el baúl de los recuerdos. ¿Por qué tantas ideas perdidas?

–Son muchos los factores que podíamos comentar. En pocos años se han encendido motores a reacción y la velocidad supersónica ha provocado un desnorte, perdiendo la capacidad de contemplar y analizar paisajes. Se ha hecho mucho a favor de los órganos y su difusión con las Semanas y Academias Internacionales, la rehabilitación de instrumentos y construcción del órgano de la iglesia albaicinera de Nuestro Salvador y del Centro de Magisterio 'La Inmaculada'… hasta el feliz acuerdo de restauración del monumental órgano barroco, uno de los más importantes de España, situado en la Catedral. Si yo heredase una fortuna, la primera partida la dedicaría a restaurar el órgano romántico, hermano 'gemelo' del barroco.

–Las mejores orquestas del mundo han estrenado sus obras, trajo por primera vez a The Sixteen, ha sido maestro de tantos jóvenes y no tan jóvenes compositores que declaran su influencia en ellos... ¿Qué huella le gustaría dejar en la cultura de Granada?

–Seguramente la de 'barrendero público': un oficio importantísimo para la salud. Guardo en mi memoria la mirada azul de un joven sabio, creo todavía sigue con el escobón en la mano, con la que escribe páginas de amor a Granada… y con quien tantas mañanas intercambiábamos el saludo: «Buenos días, señor» / «Buenos días, maestro». ¿Es que soy más que aquel joven que barría la albaicinera cuesta María de la Miel? Así lo pienso, así lo digo. Eso sí, la vanidad hay que tenerla bien sujeta en los barrotes de nuestras ventanas de arrogancia. Qué razón tiene el dicho: «Desde casa la fama es engaño». Hay que verse y sentirse como extraños.

–¿Qué ha sido Granada para usted?

–Granada es mi maestra de sensibilidad; me ha moldeado y a ella me he entregado, es donde he compuesto mi obra, se me ha reconocido y he podido realizar la labor que anhelaba. Es una suerte inmensa poder dormir todas las noches en el corazón de Granada. En mi obra 'De Civitate aquae' ('La ciudad del agua'), de 2000, escribo al principio de la partitura: «En una gota de agua podemos oír los latidos del corazón de Granada». Mi primera lección aprendida.

–¿Qué proyectos musicales tiene en mente?

–Varios, aunque dosificados. El prioritario, un concierto sinfónico coral en el que trabajo en la medida de mis capacidades; concierto que lo considero un reto por su simbolismo, formato, contenido, estética, libertad, duración… También se está trabajando en la edición de cuatro obras sinfónicas grabadas por la Orquesta y Coro de Radio Televisión Española, bajo la dirección de Arturo Tamayo. Y uno singular: la grabación de 'Ecos de Iberia', para piano (12 cuadernos, como la 'Iberia' de Albéniz), de una duración en torno a los 90 minutos, en los que Granada y provincia tienen un protagonismo singular…

–¿Cómo está viviendo la pandemia?

–Llevo casi un año bastante aislado, por responsabilidad y consejo médico, al ser persona de riesgo. La pandemia ha oscurecido el mejor paisaje social, iluminado hoy por la ciudadanía buena, callada, solidaria, alejada de los focos y de la escena. Es muy duro conocer la situación de tantos que sufren la pérdida de familiares, cierre de empresas, comercios, negocios, tiendas…, el paro y tanto desesperado dolor… Me siento solidario en este naufragio cuyas peores consecuencias, ojalá me equivoque, están por venir.