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Juan Jesús García
Miércoles, 19 de febrero 2025, 00:05
No hay más que mirar una pared callejera para verlos, miles de carteles anuncian conciertos y otras actividades, generalmente musicales. El 'poster', es la figura ... esencial de una convocatoria, y la forma más habitual para difundir su ocurrencia. El debate entre si un cartel anunciante de un evento es arte o publicidad, viene de lejos; por un lado las grandes sábanas negras donde leía en letras de tamaño humano «Teatro Chino en Granada», fueron la más clara opción de la segunda opción. Inequívoca e infalible. Por el otro, ya pintores como Dalí o Touluse Lautrec entre otros iniciaron un arte que llega hasta nuestros días. Pero sería la escuela californiana, en los 60's del Flower Power, cuando aquellas obras psicodélicas definieron la estética de una época irrepetible, y se alzaron como emblemas del pop art. Artistas como Chuck Sperry, Alton Kelley Stanley Miller o el español Víctor Moscoso liberaron del todo la función meramente informativa anterior, acentuando la persuasiva y seductora del actual afiche musical, corriente que pervive con diversos criterios estéticos dependiendo del estilo musical aludido.
En Granada hasta hace poco se pudo ver la exposición de cartelería Jazz de Juan Vida, pero no es el único: Victor Capdevilla, El Ciento, Vanesa Zafra, Chema García o Miguel Allen también han llenado de color nuestras paredes en múltiples ocasiones. Es el caso más reciente de Victoria Alejandra (Victoria A. Navarrete), graduada en Bellas Artes que ha sido la última firma en añadirse a la colección de artistas del pop y el rock, en su caso con un preciosismo que no deja impasible a nadie.
Granadina cosecha del 91, comenzó haciendo portadas de discos «a finales de 2019 cuando recibí el encargo de la banda indie pop Capitán Sunrise para ilustrar la portada de su disco y varios de sus singles. Pocos meses después recibí un encargo similar de Darren Joseph Anderson (Sweet Mary Records) que acabaría editándose en vinilo, y del que me hice cargo también de su contraportada y maquetación completa. Y a partir de ahí comenzaron a surgir los carteles para los conciertos».
El debate entre arte y publicidad lo tiene claro: «creo que las dos, aunque depende del estilo y la época, pesa más de un lado o del otro. En mi caso, que bebo directamente de uno de mis artistas favoritos y maestro de la cartelería Alphonse Mucha, el peso está en el cuidado estético por encima de su fin comercial, y por lo tanto sus obras son reconocidas como arte y no como publicidad a pesar de que el propósito fuera vender una obra de teatro o una caja de galletas. Tenemos asociada la idea de que por ser publicidad se coarta la libertad artística, y creo que es justo al revés. Para mí la magia de un buen cartel está en la combinación perfecta, no sólo que atrape por su mensaje, sino porque añada una experiencia estética, y soy de las que opinan que la belleza nos hace la vida mejor».
Art Noveau y psicodelia
El Art Noveau y a escuela psicodélica californiana, asegura que figuran en su imaginario, el trazo afrancesado junto con las distorsiones lisérgicas determinan las bellas composiciones de esta ilustradora: «me inspiro mucho en todos esos carteles que el grupo de artistas del movimiento psicodélico realizó para Jefferson Airplane, Grateful Dead, Jimi Hendrix, Creedence Clearwater Revival, Pink Floyd, Santana, Cream, etc., y me lo llevo a mi terreno combinando las figuras femeninas que caracterizan mis dibujos con decoraciones florales, diseños y tipografías más cercanas al Art Noveau». Y recuerda aquí al promotor de los Fillmore, las míticas salas de conciertos de San Francisco y N.York que albergaron ese movimiento estético: «además, como Bill Graham con aquellos diseñadores, me parece importante que se tenga en cuenta la libertad y criterio del ilustrador para crear e incluir elementos propios que son los que hacen único el resultado final. Agradezco mucho cuando tengo total libertad para recrearme en los rostros, peinados, la ropa, estampados, posiciones y composiciones, que para mí es una de las partes del proceso con las que más me divierto».
En su caso, Victoria, a la hora de plantearse un cartel, la inspiración no le viene exclusivamente del artista que ha demandado sus servicios, ni de su figura, presencia y entorno o de su música, sino que prioriza su propia visión conjunta del resultado: «me siento muy contenta de haber encontrado una fórmula en la que poder dibujar chicas a mi estilo, todo ello para carteles de música rock que gustan a la gente y que, sobre todo, contribuye a atraer público para esos artistas. Es verdad que me encantan; voy a sus conciertos, escucho su música y son gente fabulosa. Atiendo a lo que me piden y lo que quieren reflejar en los carteles, pero también intento no ceder demasiado. He cometido ese error muchas veces y pienso que los artistas deben mantenerse firmes en su estilo y evolución personal. Soy bastante perfeccionista y en el fondo sólo busco hacer propuestas que se correspondan conmigo aunque supongan un reto. Prefiero recibir menos encargos que sentir que esa obra no me representa».
Siete horas por cartel
Tarda alrededor de siete horas en terminar un proyecto, sin contar el tiempo previo invertido en los bocetos primerizos; un trabajo considerable en comparación con su vida útil de apenas unos días antes del concierto anunciado, momento en que su esfuerzo caduca irremediablemente: «visto objetivamente en absoluto compensa, aunque esto sucede en muchos ámbitos artísticos y más en la era digital en la que todo permanece en nuestras retinas un tiempo muy limitado. Para mí el placer está en hacerlos, en su proceso, y no tanto en el tiempo que estén a la vista. Me compensa saber que hay gente que aún valora lo hecho a mano, que tienen conciencia de que no es un proceso inmediato y que se conmueve al ver el resultado de una idea que tenían en su cabeza. También he descubierto que hay gente a la que le gustan tanto mis carteles como para quitarlos de la calle o locales y guardarlos. Eso a mí me hace muy feliz».
Para ella seria genial poder dedicarse a tiempo completo a diseñar y pintar que «es mi pasión», pero prefiere compaginarlo con su otra vocación la de dar clases de arte y compartir conocimientos. Victoria lleva años enseñando en ámbitos no formales y ahora está terminando de oficializarse al acabar un máster de profesorado de secundaria. La posibilidad de hacer una retrospectiva de su obra, como se ha hecho con la de Juan Vida y sus festivales de Jazz, es algo que le haría mucha ilusión: «me lo están sugiriendo mucho a mi alrededor. Hasta la fecha no he sido de esas ilustradoras que se han interesado de forma activa en exponer o apuntarme a concursos, y en lo que he participado ha sido de forma colectiva. Así que me encantaría próximamente poder montar algo que reúna mis dibujos, fotografías y por supuesto, los carteles».
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