![La granadina Norah Wanton: diez años, cinco idiomas, tres instrumentos](https://s1.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/201904/05/media/cortadas/NORAHWANTON-k7OD-U701094080512StH-624x385@Ideal.jpg)
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JOSÉ ANTONIO MUÑOZ
GRANADA
Viernes, 5 de abril 2019, 00:00
La granadina Norah Wanton es hija de cubano e italiana, tiene diez años y a su joven trayectoria vital solo le encaja el calificativo de vertiginosa. El vértigo que padece quien la observa desde fuera, claro, porque ella está la mar de tranquila. Toca, y muy bien, como pudieron observar quienes anoche acudieron al concierto de Juventudes Musicales en el Auditorio de Caja Rural Granada, el piano y la guitarra clásica, tiene una voz excelente para cantar arias y canciones contemporáneas, y estudia quinto de Primaria en el Colegio Internacional de Almuñécar, con unas calificaciones excelentes. Posee una más que abultada nómina de premios, y ha ofrecido recitales en más de media docena de países europeos. Y además, habla con soltura cinco idiomas: español, francés, inglés, italiano y ruso. Y quiere intentarlo con el alemán en cuanto pueda...
Socia de Juventudes Musicales de Granada, como su madre, Barbara Cordova, proveniente de una familia siciliana con varios músicos en sus filas –su abuela fue subdirectora del Conservatorio de Trapani– comenzó a interesarse por Mozart ya desde el vientre materno. Lo asevera su progenitora: «Era muy inquieta, ya desde los seis meses se movía bastante, y la calmaba poniéndole música clásica. El efecto era inmediato». Ytras su nacimiento, sus padres le cantaban para dormirla.
Su madre la inscribió en clases de tenis, pero no mucho tiempo después de iniciarlas, un día se plantó delante de sus padres y les dijo que le apetecía más tocar el piano. Tenía cuatro años. A los seis comenzó con la guitarra y a recibir clases de canto. «Quería también empezar con el violín, pero la disuadimos cariñosamente», comenta entre sonrisas Barbara Cordova. Así, pues lleva seis años estudiando piano en la Escuela Rusa de Música Glinka de Granada, con su profesora Tamara Romadina, y cuatro aprendiendo guitarra con profesores como José Luis Morillas o Gloria Medina. «Sé tocar más obras al piano que a la guitarra», comenta Norah.
Quien habla con ella no tiene la impresión de estar ante el prototipo de 'niña prodigio' que aparece en las películas. Sonríe todo el tiempo, y cuida un pequeño resfriado que anoche no le impidió atacar con solvencia un aria de Pergolesi –en italiano–, canciones rusas como 'Gori gori Moya Zvezda', 'La canción al árbol del olvido' de Ginastera, 'Les feuilles mortes' de Kosma, a partir del poema de Jacques Prévert, o el aria 'Ouvre tes yeux bleus' de Jules Massenet.
La rutina de la joven es mucho mas exigente que la de muchos adultos. Cada mañana se levanta temprano, y recorre, con su madre, los 50 kilómetros que separan su casa de Vélez de Benaudalla, lugar donde se incorpora al autobús de ruta del Colegio Internacional. Suele llegar a casa a las seis de la tarde. A partir de esa hora, los lunes y los martes los dedica a estudiar –que en el argot musical significa ver partituras y tocar–, los miércoles tiene piano, los jueves canto y armonía, los viernes por la tarde guitarra, y los sábados por la mañana, piano y clases de ruso. Este último idioma acompaña su intención, «cuando sea mayor» de estudiar piano en el Conservatorio Tchaikovsky de Moscú, la meca de este instrumento a escala mundial.
Preguntada por cuándo hace algo tan normal a su edad, como una fiesta de pijamas, responde con una sonrisa que «casi nunca». La práctica totalidad de sus compañeros de colegio vive en la Costa, y solo se pueden ver con cierta calma cuando llegan las vacaciones de verano... y Norah no está por algún país europeo participando en concursos u ofreciendo algún recital, faceta esta, la de instrumentista, para la que es reclamada cada vez con más frecuencia en diversos lugares. De hecho, de cara al próximo verano ya ha cerrado su participación en el Festival Epidaurus, que se celebra en la ciudad de Cavtat, cerca de Dubrovnik (Croacia). Y seguramente, no será el único.
La trayectoria de Norah incluye recitales en ciudades como Moscú y Krasnogorsk (Rusia); Riga (Letonia); Vilnius (Lituania); Rzezow (Polonia), Roma, Ragusa y Catania (Italia); Bangor, Wells, Longleat (Reino Unido), y Jávea, Almería, Madrid, Jerez, Marbella, Sigüenza o la propia Granada, en España. Tiene una beca del Instituto de Piano de la Universidad de Kent (Ohio, EEUU), esperándole para cuando cumpla doce años, porque la ganó con ocho y no puede disfrutarla aún. Y en cuanto a premios, son 24 desde 2016, tanto en España como en el extranjero. Incluso ha dado sus primeros pasos en el mundo de la composición, creando el 'Himno a la Virgen del Mar de La Rábita', que cada año se interpreta en las fiestas patronales de la localidad costera.
Encontrarse con alguien como Norah impele a preguntarse los porqués de su forma de actuar, qué la mueve. No lo hace para contentar a sus padres –por otra parte, orgullosísimos de su hija, como no podría ser de otra manera–. Tampoco lo hace por ningún prurito personal, aunque es inevitable que piense en el futuro. Lo hace, sencillamente, porque «le gusta», y no le supone un gran sacrificio hacerlo, según propia confesión.
Anatómicamente, piano y guitarra son incompatibles profesionalmente, porque exigen que las manos se encuentren de una determinada forma para tocarlos. Así que se decidirá por el piano. Sus obras favoritas para este instrumento las han escrito Chopin, Tchaikovsky o Beethoven. Para tocar con la guitarra, prefiere a Leo Brouwer, Sor, Luis Bonfa o Tárrega.
Anoche, en el Auditorio de Caja Rural, volvió a entrar en «su burbuja», como ella llama al hecho de aislarse de los centenares de ojos que la miraron, para hacer disfrutar al público con un recital que duró una hora y el que cantó y tocó con solvencia. De momento, no hay límites.
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