El granadino dueño de 461 teatros
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El profesor Juan José Montijano atesora la mayor colección de teatros en miniatura de España, algunos de ellos auténticas joyas con una antigüedad de casi doscientos añosJuan José tenía ocho años cuando su padre, José Manuel, apareció en su casa de la plaza Francisco Javier Simonet, de Granada, con un paquete debajo el brazo que le cambiaría la vida. Un teatro de cartón basado en las 'Veinte mil leguas de viaje submarino'. Un caramelito para un niño que devoraba antes de acostarse las novelas de aventuras de autores como Julio Verne o Emilio Salgari. «Me abrió la puerta a un mundo fascinante porque podía reencarnarme en el Capitán Nemo y reproducir los diálogos que había leído en el libro», rememora Juanjo con emoción.
Ahí comenzó su 'carrera' como mayor coleccionista de teatrillos en miniatura de España, con cerca de quinientas piezas, que se dice pronto. Algunos de ellos verdaderas obras de arte con casi doscientos años de antigüedad. Una de las múltiples facetas de un señor que se llama Juan José Montijano, profesor del Instituto Hermenegildo Lanz, investigador de la Universidad de Granada, el mayor especialista en 'teatro frívolo musical' –lo que popularmente se conoce como revista– y miembro numerario de la Academia de Artes Escénicas de España, entre otros méritos.
Y es que en el hogar de los Montijano Ruiz siempre se respiró teatro. Don JoséManuel, el 'pater familia', era primo segundo del mismísimo Jaime Blanch, un grande de aquella generación de grandes entre los que se encontraba Manuel Galiana o María José Goyanes. Por eso sabía don José Manuel que aquel regalillo que le hacía a su hijo le apasionaría.
Desde entonces –corría el año 1985–, Juan José tenía muy claro qué le iba a pedir a los Reyes Magos. «Teatros para jugar e inventar historias». «Y si no –prosigue– le quitaba a mi madre las cajas de zapatos para hacerles un boquete y representar en ella las vidas de personajes de la farándula que recortaba de revistas como Fangoria o Pantalla 3».
Pero fue en 2008, después de aprobar las oposiciones, cuando Juan José decidió lanzarse de lleno al proceloso mundo del coleccionismo de teatrillos. «El primero me costó medio sueldo» comenta entre risas. «Unos 1.300 euros, para ser más exactos». Era uno de sombras chinescas fabricado por la casa francesa Le Baille. Lo adquirió en una tienda de antigüedades del barrio de la Cruz de Sevilla. «Me permitía manipular y lograr diferentes efectos gracias a la luminiscencia».
La colección fue creciendo en el transcurso de los años. Y lo hizo acudiendo a todos los canales de compra venta posibles. «Iba a las tiendas, los amigos que viajaban al extranjero no dudaban en llamarme cuando veían cosas interesantes y participando incluso en subastas». Llegó a pujar hasta con dos mil euros para llevarse un teatro datado en 1843, otra de las joyas de la corona. Y así hasta alcanzar la bonita cifra de 461 teatrillos –unos trescientos mil euros invertidos– con la que Juan José ha decidido plantarse. ¿Por qué? Pues porque literalmente no cabe ni uno más en su domicilio. Los guarda en todas partes. En baldas, en armarios empotrados, debajo de la televisión, en la casa de sus padres... ahí donde haya un hueco libre.
Juanjo tiene teatrillos de todas las épocas.Los primeros eran dioramas que permitían superponer diferentes escenas para crear sensación de profundidad. Los inventó Martin Englebrecht.Fue tal el éxito de estos ingenios en la sociedad burguesa que los impresores londinenses William West decidieron popularizarlos llevándolos al formato papel. Había que recortar, montar y pegar. Era el denominado 'teatro de estampería'. Todo ello derivó en los 'peep show', parecidos a los dioramas, pero mucho más manejables. El último tipo son los 'pop up book'. Juan José tiene teatrillos de todos los modelos y de todas las procedencias. Alemanes, franceses, americanos, ingleses, australianos, checos, daneses...
El más caro, uno español de tres mil euros que compró en el Rastro de Madrid. Tiene frontispicio, caja y un sistema de telares para colgar marionetas. Un modelo especialmente recomendable para poner en escena cuentos de hadas como 'Caperucita Roja' o 'Blancanieves y los siete enanitos' interpretados por títeres. «Estos teatrillos –reflexiona Juan José– son un vehículo cultural maravilloso, pero también un ejercicio de nostalgia que, al mismo tiempo, te permite evadirte de los problemas».
Por todo ello, uno de los grandes sueños de Juan José Montijano es que toda su colección se pueda exponer algún día en espacios tan bonitos como las Hermanitas de los Pobres –ya tuvo la ocasión de hacerlo hace unos años en Baza–. «Mi primera intención es dejarlo todo a mis tres hijos o, en el supuesto de que ellos no quieran, legarlo todo a la ciudad de Granada», confiesa.
Una visión de futuro de un tipo que no puede evitar la nostalgia cuando recuerda aquel día de 1985 en que su padre le regaló un teatro de 'Veinte mil leguas de viaje submarino'.
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