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José Antonio Muñoz
Granada
Miércoles, 5 de octubre 2022, 00:46
La sede de la Fundación Cajasol, en Sevilla, fue ayer el escenario en que se presentaron los Premios Antonio Domínguez Ortiz de Biografías, y Manuel Alvar de Estudios Humanísticos, que organizan la propia entidad bancaria y la Fundación José Manuel Lara. Ambos premios muy vinculados a Granada, ya que tanto Domínguez Ortiz, catedrático del Instituto Padre Suárez represaliado tras la guerra civil, como Manuel Alvar, catedrático en su día de la UGR, forman parte de la historia intelectual contemporánea de la ciudad.
Una entrega que este año, además, tiene un fuerte cariz granadino, ya que el Premio Manuel Alvar ha ido a parar a manos del profesor e investigador José Javier León, por su trabajo 'Bolero. El vicio de quererte', una aproximación al género musical que más ha retratado las historias de amor, desamor, y sobre todo pasión, a ambos lados del Atlántico. El premio Domínguez Ortiz lo ha ganado el historiador valenciano Francisco Fuster por su obra 'Julio Camba. Una lección de periodismo'.
León comenzó a interesarse por el bolero mucho tiempo atrás. En el personal preludio del libro cuenta que sus primeros boleros los oyó en el coche, pero no en el radio cassette, sino de viva voz de su padre. «Él comenzaba a cantar 'Historia de un amor' y todos le seguíamos», afirma, «y al mismo tiempo, generaba un ritmo con las manos en el salpicadero que, lo confieso, he sido incapaz de reproducir».
Algunos años más tarde, cumplida la veintena, volvería a su 'alma mater', precisamente el Instituto Padre Suárez, para explicar a quienes le sucedieron en las aulas estas historias de amores imposibles, felices o desgraciados. «Fue con ocasión de aquellas charlas cuando comencé a sistematizar lo que conocía sobre el bolero, y me di cuenta de que este tenía una relación directa con los pecados de la carne. Y empecé incluso a hacer un catálogo con cada pecado y los boleros en que se reflejaba». Luego, ese trabajo le permitió ofrecer conferencias en diversos cursos literarios en torno a este tema. Pero solo en fecha muy reciente puso en orden sus notas y las convirtió en el libro que ahora ha ganado el Premio Manuel Aznar.
Para José Javier León, la principal novedad de su obra es el enfoque. «Estamos hablando de boleros que cantan a un pecado, o pecados que buscan su bolero», dice. En una España de prohibiciones, de limitaciones relativas al roce físico, el bolero era una vía de escape, un baile tan sensual como democrático, «porque no tenías que ser Fred Astaire para defenderte sobre la pista de baile», afirma con humor el erudito granadino. Este libro no es, pues, una historia del bolero, sino una aproximación al género que toma de Desmond Morris ciertos posicionamientos, como el hecho de que el baile tiene que ver mucho con el cortejo, y tiene bastante de ancestral e incluso de animal. «Morris no habla, claro, del bolero, porque es inglés, sino de baladas. Pero es el bolero el estilo musical y dancístico que más permite el acercamiento de los cuerpos». Y añade, con una sonrisa: «El vals, por ejemplo, también lo permitía, pero porque era tan rápido que agarrarse era necesario para no caerse». Ese acercamiento, sazonado con letras más que evocadoras, cocinaba un guiso en el que se rompían todas las barreras de la decencia, concepto clave para la sociedad en la época dorada del género.
Aunque no tiene origen español –nació en Cuba, y creció en México, sobre todo, pero también en Puerto Rico o Colombia–, la producción fue tan amplia, y tan diversos sus 'pecaminosos' argumentos –menos el incesto, el bestialismo y la violación, porque el respeto en el amor también es clave en él–, que todo cabe: todos los cruces amorosos entre géneros, todas las situaciones posibles, el indefectible paso del tiempo, traiciones y amores que se mantienen vivos toda una vida...
Fueron decenas de miles los boleros que se compusieron, seguramente. Y llama la atención la presencia de mujeres compositoras, mucho más nutrida que en otras expresiones musicales, tanto clásicas como modernas. Y aunque en Andalucía no se conoce producción bolerística, España sí que ha dado intérpretes y títulos notables, como Jorge Sepúlveda y su 'Mirando al mar', 'Santander', 'María Dolores' o 'Dos cruces'.
Precisamente, en 'Bolero. El vicio de quererte', se muestran los silencios que a veces tiñen unas letras llenas de sobreentendidos, y en cuya concepción hay no pocos jalones de la vida de sus creadores e intérpretes. Cuenta el investigador granadino, sin ir más lejos, el caso de 'Dos gardenias', el bolero de Isolina Carrillo que hiciera popular en España Antonio Machín, que siempre tuvo dos versiones sobre su concepción: la que contaba ella, difícilmente creíble, y la real, la dedicatoria a su pareja, también una mujer.
El libro de José Javier León desgrana, mucho más que las particularidades de un género y su relación con lo prohibido, la memoria sentimental de un país, de besos a media luz y palabras susurradas al oído, de invitaciones a pecar y de pecados inconfesables. Una música y una expresión del cuerpo que resiste, atrincherada en un romanticismo al que hoy ha dado la vuelta el «bastante lamentable» reguetón, pero que, aún, literaria y musicalmente, tiene mucho que enseñarnos. El deseo del investigador para los lectores de su obra es «que lo disfruten, que lo canten, y que lo bailen, si es posible»
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