Ver 55 fotos
Ver 55 fotos
Cuando en Granada es de noche en Nueva Zelanda es de día, cuando en Granada es invierno en Nueva Zelanda es verano y cuando en Granada dormimos a pierna suelta en Nueva Zelanda hay un señor que lleva cien kilómetros pedaleando. Se llama Víctor Pérez, ... es de Granada y está recorriendo la isla de los maoríes, en el océano Pacífico, de Norte a Sur. Unos dos mil kilómetros en bicicleta o andando –los tramos más complicados–.
Publicidad
«Siempre he querido hacer un gran viaje, pero nunca parecía ser buen momento por los estudios, la pandemia o los compromisos, pero ahora ha llegado ese momento», asegura el aventurero, natural de Salobreña, residente en Alfacar -aunque se mueve por todo el mundo- y un prestigioso 'filmmaker' (cámara, edición y montaje audiovisual) especializado en deportes de alta montaña como el esquí, carreras ciclistas, pruebas de resistencia y competiciones marinas.
Un todoterreno que está contando su aventura por capítulos a través de redes sociales (Instagram, Facebook y Youtube) y que está triunfando en festivales con un documental sobre las grandes amenazas que sufre el valle de Chamonix (Francia) por la contaminación, el cambio climático y el turismo desmesurado a través de los ojos de Michel, un montañero oriundo. Gracias a esta producción, Víctor ha obtenido reconocimientos como una mención de honor en el Montreal Independent Film Festival.
Pero volvamos a las antípodas –doce horas exactas de diferencia–. Víctor se levanta a la seis de la mañana, al amanecer. Normalmente duerme en su tienda de campaña y, excepcionalmente, se permite el lujo de alojarse en algún albergue u hostel. Su jornada comienza con recoger todo y colocarlo en la bici. «Parece tedioso, pero cuando tienes todo el día por delante, se convierte en una rutina muy meditativa», reflexiona. Viaja solo. Todo lo lleva en las alforjas. Ropa básica para afrontar los cambios de temperatura y la lluvia, el saco de dormir, la colchoneta y la almohada, un infiernillo y los útiles para cocinar y para comer, un filtro de agua para beber en cualquier sitio, comida y, lo más importante, cámara, dron y trípode para grabar.
Publicidad
Víctor, que está siguiendo como itinerario el tour de Aotearoa, se meterá unos dos mil kilómetros entre pecho y espalda. «He elegido un 'track' que cruza Nueva Zelanda de un extremo a otro, aunque no lo estoy siguiendo al pie de la letra; tomo desvíos, me salté una parte que no merecía la pena y lo combino con otras experiencias alpinas, corriendo y andando», explica. Partió de Granada el 4 de noviembre, llegó a Auckland tres días después y regresará desde Queenstown el 22 de enero.
Llegar hasta Nueva Zelanda ha sido lo más caro para Víctor. Una vez allí, sus gastos se limitan a los campings –siempre busca los más baratos–, comprar en el supermercado y algún imprevisto. Todo de su propio bolsillo. «He tenido la suerte de contar con dos pequeños patrocinios en forma de material por parte de una empresa de los Estados Unidos y otra de Alemania. «Mis clientes me siguen y me apoyan», asegura. «En mi mundo –añade– lo personal y lo profesional van de la mano».
Publicidad
«La primera lección que me dio Nueva Zelanda fue ralentizar», comenta. «Al poco –prosigue– me di cuenta de algo muy importante, que por primera vez tenía tiempo». «Siempre he vivido con mucho ajetreo, me gusta, pero eso me impide tener ese espacio de silencio y creación; vine a quitar el piloto automático».
Según Víctor Pérez, recorrer el país por carreteras y senderos le está aportando una visión «más profunda y real de la que se llevan otros turistas». «Viajeros que solo ven cuatro puntos, hacen unas fotos y no conocen la realidad rural de Nueva Zelanda», apostilla.
Publicidad
Suma decenas de anécdotas y vivencias. «Nunca olvidaré aquel día en que, tras romper una pieza de la bici, me paré en un pequeño pueblo y vi un modesto 'food truck' en el que había un abuelo haciendo donuts y me acerqué a por unos cuantos». «Este hombre –recuerda– me preguntó de dónde venía, me contó que su nieta había vivido en España como profesora de inglés y, cuando fui a pagarle, me dijo que no le debía nada, que era un regalo y que así nunca me olvidaría del nombre de esa población, Reefton». «Al alejarme me saltaron las lágrimas», confiesa.
Cuando esté usted soñando tranquilamente por la noche, piense que allá lejos, en la otra punta del mundo, hay un tipo feliz de Granada que también soñó un buen día. Soñó que recorría Nueva Zelanda en bicicleta.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.