
Ver fotos
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Ver fotos
andrés molinari
GRANADA
Sábado, 10 de octubre 2020, 00:34
Poco a poco el Centro Cultural Manuel de Falla va reabriendo sus salas, siempre con las debidas precauciones. A la presencia inamovible de la OCG ... se unen recitales como el de anoche en los que se congenia la calidad contrastada con la cercanía del paisanaje.
Nada mejor. Una soprano granadina, aplaudida en los más afamados escenarios de ópera, junto a un pianista motrileño, igualmente premiado y conocido en los círculos internacionales de la música.
Esta vez mirando a Francia, el país del tópico amoroso, con cuya lengua han construido el título de su recital: Les chemins de l'amour. Pero la noche dio mucho más de sí. Desde las canciones clásicas que ondulan y espejean Italia con Alemania, hasta la copla que habla de puertos marineros, ventanas de Sevilla y adioses a Granada.
Mariola comenzó mal, muy mal. Impresentable. Con un micrófono de carrillo que, a todas luces, estorbaba y le molestaba atrozmente. Pero a la segunda canción se lo quitó. Y a partir de ahí fue el delirio, crecerse en escena, matizar cada sílaba, calcular cada melisma, decorar cada arpegio. En definitiva hacer de cada canción una pavesa de ópera. Desde la última vez que la vi, ha ascendido muchos peldaños en calidad musical y expresividad corporal. Contiene el vibrato con justeza, domeña la furia sin borrarla, se esmera en la carga lírica cuando musita.
A su lado, un pianista todo discreción y avenimiento. Un par de despistes no logran emborronar su proeza. Correctísimo en esa difícil balanza de todo acompañante que ha de ser protagonista cuando la cantante calla pero su sombra cuando canta.
A mí al menos me suele pasar, tanto con el bel canto como con el teatro lírico: que no entiendo nada de lo que la cantante dice. Pero con Mariola eso no importa. Ella es tan actriz como soprano. O incluso más. Frente a divas todo el rato los brazos caídos, ella es gesto para el verso. Ya sea elevando sus elegantes manos como palomas trémulas, o apoyando su espalda en el alfeizar del piano o doblándose como malherida de amor, o taconeando con el donaire de las reinas del tablao.
Si en la canción de amor su reojo constante al atril nos deparó instantes de acrisolada belleza, para la copla no cambió de registro. Es interesante esa forma de interpretar Ojos Verdes o Tatuaje en la tesitura de soprano aunque uno siempre añore la voz rajada de las inmortales o la lija en la garganta fraguada a base de Cazalla.
Gente, mucha gente para ver y oir a la paisana. Y aplausos, muchos aplausos. Tras cada pieza, y al final, y tras la propina, con todo el auditorio en pie. Aplausos entre la innegable justicia y el cariñoso exceso, aunque siempre más merecidos que regalados. Porque Mariola, con su gesto tan teatral, su dominio de la totalidad del escenario y su forma de cantar tan cercana como clásica, sabe meterse al público en un bolsillo.
A pesar de que carezcan de ese aditamento talar ni el traje rojo, de charreteras a lentejuelas, ni la bata negra, de cola a faralaes, que de puro ceñidos dibujan una artista prieta y sin la más mínima faltriquera donde esconderse recursos espurios o falsedades musicales.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
Te puede interesar
España vuelve a tener un Mundial de fútbol que será el torneo más global de la historia
Isaac Asenjo y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.