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José Antonio Muñoz
Granada
Jueves, 24 de diciembre 2020, 00:33
Malos tiempos corren para los escritores de amplio espectro, como Julio Llamazares, que cuentan con admiradores repartidos por todo el país, y con los que, sin embargo, no ha podido reencontrarse. Ayer atendió a IDEAL durante su parada –virtual– en Granada. Y lo hizo para ... hablar de 'Primavera extremeña. Apuntes del natural' (Alfaguara), su personal visión y versión de los acontecimientos que están marcando nuestra existencia durante esta pandemia.
–¿Qué diferencia a este 'Beatus ille' del vivido por el resto de los españoles?
–El primer día en que se declaró la pandemia, el sábado 14 de marzo, escribí un artículo que titulé 'Decamerón'. Al igual que los personajes de Bocaccio, me refugié en una casa de campo huyendo de la enfermedad. Aunque mi distancia literaria con el italiano es enorme... (risas), sí he querido, no contar una serie de cuentos como ocurre en la obra del italiano, sino un solo cuento cuyo lector soy yo mismo, en primera instancia. Es un relato de campo de la realidad que estoy viviendo, en una doble dimensión: por un lado, la pesadilla sanitaria que nos sigue afectando, y por otro lado, el deslumbramiento que vivo por la explosión de la naturaleza que, ajena a lo que le ocurría a la especie humana, explotó con gran exuberancia.
–Bajo su aparente sencillez, se esconden reminiscencias de Delibes, Azorín...
–La sencillez es, en literatura, un objetivo mucho más difícil de lo que parece. Trato de ser transparente con lo que escribo, porque tenemos la falsa idea de que cuanto más oscuro y complejo es un texto, más profundidad encierra, y no es verdad. Hay ríos transparentes que son muy profundos, y ríos revueltos sin profundidad.
–Es curioso igualmente cómo retrata al vecindario del pueblo.
–Para ellos, en un primer momento, éramos forasteros que veníamos a perturbar su tranquilidad, emigrados desde una zona muy contaminada por el virus. Poco a poco, esa relación, que siempre fue cordial, evolucionó hasta que nos integramos en el paisanaje, siempre con las medidas de seguridad precisas.
–También consigue que hablar del tiempo atmosférico sea mucho más que un lugar común.
–La literatura es tiempo, también el atmosférico. En mis libros, el tiempo no solo es el motor, sino la estructura. En muchos casos, la novela es el paso del tiempo por una persona o por un lugar.
–¿Qué papel ha tenido la lectura en su confinamiento?
–Uno muy importante. Soy un espectador de las artes, y de hecho, este libro trae causa de una serie de acuarelas de mi amigo Konrad Laudenbacher, que acompañan las páginas. En ellas está la otra lectura, la de la imagen, de los cambios naturales que cuento.
–¿Sirve para algo una pandemia como esta?
–Grandes crisis como esta sirven para hacernos pensar, en cómo tratamos a nuestros mayores y a la naturaleza, por ejemplo.
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