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Manu Montero | Historiador
La historia del presenteManuel Titos
Sábado, 29 de julio 2023
Los lectores de IDEAL conocen bien el pensamiento y la obra de Manu Montero porque desde 2008, bien mediante artículos de opinión o a través ... de su columna semanal, su firma, siempre oportuna, experta, concisa y clara, ha estado presente en las páginas del periódico y ha ayudado a la formación de la opinión de los múltiples lectores que lo siguen. Parte de aquellos artículos fueron recogidos en 2021 el libro 'Identidades ideales. Arte y desastre de la política'. Ahora acaba de publicar su 'Historia del presente. De la guerra fría al mundo de hoy', que lleva como subtítulo explícito 'Claves para entender los conflictos de una sociedad global'.
Montero es un destacado catedrático de Historia Contemporánea, ha publicado numerosísimas obras relacionadas con la historia económica y política del País Vasco y ha realizado estudios sobre la transición, el nacionalismo y la historia de la vida cotidiana, entre los que cabría citar 'El sueño de la libertad. Mosaico vasco de los años de terror' (2018), expresión de sus más constantes compromisos: la libertad y la democracia. Ese compromiso, reconocido por sus colegas, le llevó a ser decano de su facultad y Rector de la Universidad del País Vasco (2000-2004) y también a pagar por ello un largo exilio exterior e interior. Recaló en Granada en 2007 y como profesor colaborador del Departamento de Historia Contemporánea durante una docena de años, compartió su magisterio con los compañeros y con los alumnos que tuvieron la oportunidad de beneficiarse del mismo, antes de volver finalmente a su Universidad de origen. Conversador infatigable y articulista visceral, pronto empezó una colaboración con IDEAL que se mantiene en la actualidad, quince años después, sin haber mermado su oportunidad, su frescura, ni el interés de sus lectores.
Con él hablamos sobre su último libro que, aparte de una lectura formativa para no especialistas, podría ser también un manual de aproximación para los propios estudiantes aprendices de historiadores.
–¿Desde cuando y con qué dimensión entra en la misión de los historiadores el análisis del presente? ¿Son compatibles historia y presente?
–Hasta fechas relativamente recientes, los historiadores limitaban sus estudios hasta un pasado que quedaba delimitado por la generación anterior. Hoy es frecuente analizar también los hechos recientes, pues se ha demostrado la validez de la metodología histórica para comprenderlos y enmarcarlos en contextos amplios. Sobre la compatibilidad entre historia y presente: cuesta establecer el límite. Por decirlo con la frase con que arranca el libro, de Juan Ramón Jiménez: «el pasado es pasado mientras es presente».
–Para el caso de España, ¿cree que el franquismo debe considerarse como historia del presente o como etapa superada?
–El franquismo es una etapa ya superada. Nos movemos en unas problemáticas históricas que poco tienen que ver con las de la dictadura. A la altura de 2000/2006 apenas se lo citaba. Lo extraño es que desde 2008 se ha producido el retorno del franquismo a la opinión pública. No tiene que ver con una especie de resurrección del franquismo, sino con deficiencias de nuestro sistema político, que a veces se muestra incapaz de mirar hacia adelante y prefiere regodearse en los males del pasado.
––¿Podría considerarse el comunismo real como el gran fracaso de los sistemas políticos contemporáneos?
–Los regímenes comunistas construidos conforme el modelo clásico no han conseguido en ningún caso cumplir con las promesas de igualdad social y prosperidad, así como que han sido incapaces de gestar ningún sistema democrático o un régimen de libertades. Extraña que haya quien añore el modelo y crean que por la vía del anticapitalismo servirán para enderezar la historia.
–¿El cambio de objetivos que se ha producido en la izquierda, podría entenderse como la aceptación del fin de la lucha de clases que dio sentido a la misma?
–La socialdemocracia ha cambiado desde los años sesenta, desvinculándose paulatinamente de los esquemas que hablaban de la lucha de clases e intentando integrar a grupos sociales diversos (la caricatura: «la clase media trabajadora de este país»), así como a causas diversas consideradas avanzadas. Ahora bien: parte de la izquierda mantiene la retórica de las luchas de clases, y en España incluso lo que identificábamos con socialdemocracia emplea a veces un lenguaje de este tipo, con amenazas a grupos empresariales. ¿Han cambiado los objetivos? Más bien parece que tenemos objetivos dispersos, cambiantes y adaptados a las coyunturas… electorales.
–¿Podría considerarse el feminismo como el mayor logro social de la historia del presente?
–El primer gran manifiesto feminista, el de Seneca Falls, fue de 1848, el mismo año en que se publicó el Manifiesto Comunista. Durante siglo y medio este ha figurado una y otra vez en los procesos políticos, mientras la evocación al manifiesto feminista era residual, como mucho. Hay otros logros sociales pero, efectivamente, uno de los principales de las últimas décadas ha venido de los cambios impulsados por el feminismo que a primera vista se diría que serán más duraderos que los que trajo el manifiesto comunista y con mayor efecto en las formas de vida. Afortunadamente.
–La globalización ha traído un incremento enorme de la producción, pero también el incremento de desigualdad y especulación. ¿Era inevitable?
–Sería evitable, pero ha sido como ha sido. No todo negativo. La globalización asociada a las nuevas tecnologías provocó desde el final de la guerra fría un crecimiento real, que ha afectado también al Tercer Mundo, un crecimiento que implicaba cambios sociales. Desgraciadamente, el proceso parece que quedó paralizado con la pandemia.
–¿Existe una responsabilidad colectiva para la disminución de la pobreza en el mundo o es asunto que debe ser resuelto por reformas que se realicen en el interior de los países afectados?
–Las dos vías no son incompatibles. Buena parte de las mejoras sociales de este siglo –mejoras higiénicas– vienen de la mano de acciones internacionales colectivas. Ahora bien: sin acciones dentro de los países afectados, que afronten los cambios estructurales necesarios en países que han crecido demográficamente de forma espectacular, resulta impensable un crecimiento económico, mucho menos la consolidación del bienestar
–Pandemia, cambio climático, crisis económicas encadenadas, radicalización, tensiones bélicas que se creían superadas… es una imagen apocalíptica del mundo. ¿Tiene esto arreglo o terminaremos como en la película de Kubrick saltando por los aires?
–El apocalipsis lo invade hoy todo. Nuestra cultura lo ha adoptado, como una de nuestras señas de identidad. Proliferan películas y series que abordan el tema del fin del mundo, 'sabemos' todas las formas que adoptará nuestra inminente desaparición, que, por seguir con los tradicionales esquemas bíblicos, será consecuencia de nuestros actos, por la vía del cambio climático, fin de la biodiversidad, guerra nuclear, etc. Hay una pérdida de perspectiva. Tenemos problemas, sabemos cuáles son y cómo podemos resolverlos… No siempre ha sucedido así, por lo que el gusto por el apocalipsis esconde cierta ceguera. Por ejemplo, la idea de que siempre vamos a peor. ¿Es así? La violencia se ha reducido las últimas décadas, también el número de conflictos bélicos y la mortandad que producen. Hasta la pandemia las formas extremas de pobreza se estaban reduciendo. El ambiente apocalíptico impide ver que no siempre las cosas van a peor. La misma rapidez con que las vacunas han solventado la pandemia indica que tenemos capacidad, pese a todo, de superar circunstancias críticas y masivas. Se calcula que durante la pandemia más de 4.500 millones de personas recibimos la instrucción de quedarnos en casa. Nunca en la historia tan gran número de gente había tenido que actuar simultáneamente ante un mismo fenómeno. Pese a todo, tenemos capacidad de reacción. No se ven las razones para este ambiente del fin del mundo en que nos hemos instalado.
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