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Belmonte, rodeado de pinturas y esculturas de su autoría, en el Instituto de América. J. A. M.
La honradez en la estética de Antonio Belmonte llega a Santa Fe

La honradez en la estética de Antonio Belmonte llega a Santa Fe

Con ocasión de las Capitulaciones, el Instituto de América muestra en 'Camino de perfección' la trayectoria del artista

Sábado, 20 de abril 2024, 00:03

Antonio Belmonte (Huelva, 1952) es, sin lugar a dudas, uno de los autores más importantes de la pintura andaluza contemporánea, aunque para muchos sea menos conocido, al estar normalmente lejos del oropel, el cóctel y el postureo. El Instituto de América de Santa Fe acoge una muestra de su producción titulada 'Camino de perfección', que estará abierta hasta el próximo 1 de mayo y por tanto, constituye el evento plástico principal de las Capitulaciones de Santa Fe, cuyos actos centrales tienen lugar hoy.

Belmonte es un hombre llano, directo, honrado, tanto como lo es su obra. Su conexión con Granada viene, como recuerda el director del Instituto, Juan Antonio Jiménez Villafranca, de su pasado como artista de galerías como Palas y Laguada. Y en un espacio central, se rinde un homenaje a Julio Juste, quien posa en la oficina del Gabinete Ciudad Diseño junto «con una novia mía», dice con una sonrisa Pablo Sycet, artista y comisario de la muestra. Es la historia de esa Granada feliz de los primeros años de la democracia, en la que todo parecía posible. «Este cuadro de Antonio resume la imagen de la vanguardia en la ciudad», destaca Jiménez Villafranca. Quizá por este simbolismo tan especial que arrastra consigo, la obra ha sido donada por su autor al Instituto de América, y pasará a formar parte de la colección permanente sobre Juste que atesora el Instituto.

El director del centro cultural santaferino destaca de la obra de Belmonte, su maestría para crear luces casi imposibles. «Brumas, ambientes, paisajes románticos, se funden en una ejecutoria que aglutina toda la sabiduría de la técnica, desde Turner hasta Claudio de Lorena», destaca.

La exposición acoge más de medio centenar de obras donde hay pinturas –su dedicación tradicional– y esculturas –su pasión más reciente–. «Belmonte ha ido suprimiendo gradualmente los vestigios humanos de sus obras», comenta Sycet, «y ha volcado todo su saber sobre la representación de la forma humana en su escultura. Ahora se siente más cómodo representando figuras en tres dimensiones».

Visitantes de la muestra. J. A. M.

El propio artista define esta circunstancia como una realidad dual. «En la pintura, he acabado interesándome más el concepto paisajístico, la esencia de la naturaleza, y los seres que aparecen en mi obra reciente son puntos de referencia para dimensionar el paisaje. En cambio, en la escultura me interesa la figura, porque la hago para transmitir el mensaje que quiero contar».

En las esculturas de Belmonte hay referencias mitológicas, como sibilas o seres que recuerdan al visitante su condición de ser mortal y finito, invitándole a la vida contemplativa y el disfrute del paisaje. «Lo que da unidad a la obra de un pintor no es la época en que la realiza, sino su esencia. Tampoco lo es la forma, si está desvaída o no, o si es figurativa o abstracta», destaca. Desde sus inicios, inmerso en la bohemia de Madrid, cuando pintaba cuadro sobre cuadro tras asistir a clases en la Academia de Bellas Artes, allá por 1973, hasta hoy, medio siglo después, la muestra permite comulgar con el concepto plástico de Belmonte, en primera instancia, y en segunda, caer subyugado ante la perfección técnica de sus atmósferas y su extraordinaria capacidad como dibujante.

Ternura

«Me produce una profunda ternura contemplar mis inicios, aquí expuestos», dice el autor. «Recuerdo que usaba el acrílico sin los adelantos que hay ahora. No había emulsionadores, ni retardadores, ni geles. Tenías que ser rápido para hacer los difuminados, porque se te secaban en cinco minutos. Visto hoy, me parece una proeza», señala con humor. Belmonte declara en su pintura de los 80 la influencia de David Hockney, pero también de Antonio López o Eduardo Naranjo. «Era cuestión de ir probando cosas, porque la mano ya la tenía, pero no había encontrado el lugar donde sentirme a gusto», comenta. Solo en los años 90, según propia confesión, consiguió hallarlo, y esta es la esencia que el Instituto de América muestra.

Pablo Sycet, junto al retrato donde aparece Julio Juste, y que se quedará en Santa Fe. J. A. M.

Para el artista, pintar es mucho más que retratar la vida. «Muestras, si eres sincero, tus emociones, y te desnudas ante quien contempla tus obras. Es un estado de cesión del ser humano que eres, de lo nimio a lo excelso», destaca. Apasionado de la cultura clásica, al espectador le impactan esas vistas imposibles de tan bellas que muestran unas ruinas en la ladera de una montaña que, de existir, serían el lugar perfecto para vivir, y quizá, siguiendo los dictados byronianos, para morir. Aquí aparece la influencia del romántico Caspar Friedrich. «Desde el dramatismo, vuelvo a la figuración», acota.

Sus paisajes podrían ser usados sin rubor para cualquier montaje de ópera de Wagner o para ilustrar algún libro de Tolkien o de cualquier otro autor de fantasía épica de corte clásico, e incluso de las fantasías vampíricas de Anne Rice, que, asegura, le han inspirado más de una obra. El avance de los instrumentos pictóricos le ha abierto la puerta a las técnicas mixtas, donde el uso del 'liquin' le permite ofrecer una panoplia de veladuras de tal plasticidad que el visitante debe resistir la tentación de tocarlas. Belmonte es un creador único por su honradez, y merece la pena acercarse a su peculiar mundo.

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