Como fundador del Museo Casa Natal de Federico García Lorca, en Fuente Vaqueros (1986), mi contacto con Juan de Loxa fue necesariamente inmediato y permanente, y gracias a él se alberga allí todo mi archivo literario, admirablemente cuidado por Inma Hernández. Siempre aprecié el sentido ... del humor de Juan, su ironía, su imaginación, su don de gentes y su admirable talento para conseguir donaciones, algunas muy importantes, para la Casa. Me siento muy en deuda para con él y le recuerdo diariamente. No le traté en la época de su actividad en la emisora Radio Popular, es cierto, ni en la de su colaboración con la Junta Democrática de Artistas e Intelectuales de Granada, que me consta fue decisiva, ni en la de su militancia en el PCE. De todo ello hablan con admiración y nostalgia sus íntimos. Me alegro mucho de que lleve su nombre la biblioteca popular del Albaicín: todo un reconocimiento de su labor a favor de la libertad en tiempos muy difíciles.
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Con la muerte de Juan Antonio Díaz López, Granada Abierta de las Culturas (¡ay, también, Carlos Cano, cómo te echamos de menos!), de la cual fue uno de los fundadores, ha perdido a un colaborador clave y combativo. He leído con emoción las magníficas necrologías que le han dedicado en la prensa granadina sus compañeros del alma Eduardo Castro y Paco Vigueras, también amigos míos desde hace décadas. Ambos comentan su pintura, tan inspirada por el Mediterráneo. «Poeta del color», le llama Vigueras con acierto. Fue su pasión, y sus numerosas exposiciones fueron muy elogiadas. Para mí fue sobre todo el granadino –como catedrático de inglés que era– que más sabia de los viajeros románticos enamorados de Andalucía, con Richard Ford a la cabeza. Y luego puede constatar su conocimiento profundo de la obra de Gerald Brenan, incluida su poco difundida poesía. Fueron infinitas las conversaciones que sostuvimos acerca de los hispanófilos británicos de su entorno, sobre todo el llorado Michael Jacobs, y de sus andanzas entre ellos en Londres. Tenía una voz magnífica, muy apta para el inglés, una risa inolvidable, y no dudo que su influencia sobre sus alumnos fue de peso.
Son pocas y pobres las palabras de desolación que he esbozado aquí. Pero no podía dejar pasar la ocasión de expresarlas. Como estudioso de este país tan difícil y tan maravilloso en potencia, muy vinculado por mis trabajos a Granada, echo cada vez más de menos a tantos amigos de allí ya desaparecidos (aunque, lo sé, Díaz López era oriundo de Cabra del Santo Cristo).
Por ironía cruel, mientras termino estas líneas, recibo la noticia de la muerte de Tica Fernández-Montesinos, hija de Concha García Lorca y del alcalde socialista de Granada, fusilado el 16 de agosto de 1936, día de la detención del poeta. También a ella le debo mucho. Que descansen todos en paz.
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