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José Antonio Muñoz
Granada
Viernes, 2 de octubre 2020, 01:32
Lucas Macías Navarro (1978), el nuevo director artístico de la Orquesta Ciudad de Granada, viene pisando fuerte, como los botos de su pueblo natal, Valverde del Camino. A su indiscutible presencia escénica une el amplio bagaje de la escuela centroeuropea de dirección de orquesta ... y un importante prestigio como solista de oboe (lo fue de la Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam). Además, tiene el visto bueno –mucho más que el visto bueno, la entusiasta adhesión– de sus compañeros en el escenario, grandes impulsores, obviamente con permiso de las administraciones y la gerencia de la Orquesta, de su llegada a Granada. Tiene las ideas muy claras, es partidario de la sonrisa, pero también sabe que lo más importante en una Orquesta es la música, no el lucimiento de su director. Y tiene el objetivo de acallar con buen sonido cualquier duda sobre el futuro de la OCG.
–¿Quién es Lucas Macías?
–Un músico. He tenido un largo periplo profesional hasta el día de hoy. Empecé como muchos niños a estudiar, elegí el oboe como instrumento, y tras un curso de verano en Jávea, conocí a quien es el oboe solista de la OCG, Eduardo Martínez, quien se avino a darme clase. Empecé a venir a Granada –700 kilómetros ida y vuelta– desde mi pueblo los fines de semana, y aquí estuve recibiendo formación hasta 1995. Eduardo tuvo mucho interés, desde el primer momento, en que me quedara a los conciertos de la Orquesta, y así, acabé teniendo los primeros contactos con ella.
–En ese momento, dio el salto a Europa.
–Así es. Me fui a Zurich a estudiar, luego a la Escuela Superior de Friburgo, y terminé mi formación en la Academia de la Filarmónica de Berlín. Conseguí un puesto en la Orquesta de Cámara de Lausana (Suiza) y año y medio más tarde, en la Orquesta del Concertgebouw. Allí estuve nueve años compaginando mi labor, los conciertos con la Orquesta del Festival de Lucerna –desde 2006– y con la enseñanza, ya que obtuve la cátedra en Friburgo,
–¿Por qué se subió a la tarima?
–Tuve la suerte de conocer muy de cerca a Claudio Abbado, con quien me unió una gran amistad, y también a Mariss Jansons, que nos dirigió en el Concertgebouw hasta 2014. Llevaba tiempo detrás de las partituras, y tres años antes había contactado con Mark Stringer, asistente de Bernstein y profesor en Viena, porque quería aprender dirección con él. Al principio, no le pareció buena idea; me veía como un solista más con ínfulas de director. Le tuve que convencer de que iba muy en serio, y para ello, dejé mi puesto en Concertgebouw. Mis compañeros me dijeron que estaba loco. Pero logré hacerle comprender que necesitaba un cambio de aires tras expresar la música con mi instrumento. Me admitió como alumno y estuve tres años preparándome con él, entre 2014 y 2017. Nunca me he arrepentido de mi decisión.
–Es muy distinto estar en una plantilla que en el estrado, batuta en mano...
–Muy distinto, pero de vez en cuando tengo la oportunidad de tocar como oboe, en el Festival de Lucerna, por ejemplo. Desearía que todos los directores hubieran estado en la plantilla de una Orquesta como instrumentista, para conocer la presión que se siente y entender a los músicos. También al contrario, claro. Muchas mentalidades de directores y músicos de orquesta cambiarían si fuera posible hacer ese trasvase.
–Se estrenó como director asistente en París.
–Sí, tuve la suerte de dirigir allí en el segundo año de mis estudios, y entonces me llamaron para un concierto con la Oviedo Filarmonía. Desde el primer momento hubo una gran química, y me ofrecieron ocupar la titularidad allí en 2018. Tengo contrato hasta 2022 en Oviedo, por lo que compatibilizaré mi trabajo allí con el de la OCG.
–Empezamos a oír su nombre hace seis meses. La verdad es que había muchas ganas de tenerle aquí.
–(Sonríe) Sí, sí... Es cierto que hubo músicos que me llamaron con todo el cariño porque les había gustado como director cuando estuve invitado. Me tantearon, y lo único que pedí es que su apoyo fuera, si no unánime, mayoritario. Y luego, desde el Consejo Rector y desde la gerencia, que entonces ocupaba Günter Vogl, se iniciaron unas negociaciones que han culminado ya con Roberto Ugarte como gerente. Me ha encantado la seriedad y la honestidad con la que se ha realizado todo el proceso. Si se hacen las cosas bien, poniendo el corazón en ellas, es más que probable que el resultado sea óptimo.
–¿Cómo ha encontrado Granada después de tanto tiempo sin pasear por ella?
–Sigo en estado de shock. Me parece una de las ciudades más bonitas del mundo. Cuando venía de niño no era consciente de lo bonita que es. Para mí es un sueño estar aquí. Me siento afortunado.
–¿Ha seguido el devenir de la OCG durante todo este tiempo?
–Sí, sobre todo, tras la irrupción de las redes sociales. Y en estos últimos años, con un sabor muy amargo por la situación tan complicada que se ha vivido. No puedo ser neutral en esto:esta orquestaes una joya; los músicos tienen que poder trabajar a gusto, y no pensar en ir a manifestarse. Espero que no vuelva a pasar.
–¿Tiene algún modelo o credo como director artístico?
–Tengo muy claro que no voy a venir a dirigir cuando esté previsto y a programar, exclusivamente. Me voy a implicar a tope con este proyecto, trabajaré con la Comisión Artística para ver cuáles son sus ideas, para traer invitados; con el Comité de Empresa a ver qué problemas hay y qué se puede mejorar, iré a presentarme a los patrocinadores... Mi trabajo es el de director artístico, que dicen que difiere del de director titular, una posibilidad que también barajamos, pero se llame como se llame, he venido aquí a dar lo mejor de mí mismo.
–¿Cómo definiría su estilo de dirección?
–Pienso que el intérprete debe servir a la música, siempre en segundo plano, sin llamar excesivamente la atención.
–¿Cómo está su agenda de contactos?
–(Sonríe) Bien, muy bien. Ya tengo en mente algunos directores y solistas que pueden venir a actuar con nosotrosy a apoyarnos en los próximos años.
–Algunos invitados en la época de Marcon vinieron con cachés muy reducidos.
–Aunque no tengo constancia de la situación presupuestaria actual, sé que hubo una mayor capacidad de gasto en tiempos pasados. Trataremos de convencer a grandes músicos para que toquen con nosotros ajustándonos al dinero de que dispongamos.
–Usted estuvo en la Academia de la Filarmónica de Berlín, y la OCG tiene la suya propia.
–Y debemos cuidarla mucho. Me gustará conocerla a fondo, y motivar a los chicos a tocar, porque el escenario es el lugar donde más se aprende.
–¿Cómo será el repertorio de la OCGen estos próximos años?
–Quiero cultivarme y descubrir a grandes autores españoles, porque por mi trayectoria, he tocado mucho más a los centroeuropeos. Descubrir a un compositor o una obra y regalársela al público es una sensación estupenda. Buscaré un balance entre autores nuevos y conocidos, españoles y de fuera.
–Sería bonito verle actuar con Ramón Ortega, el granadino que ejerce como oboe solista en la Bayerische Rundfunk.
–Ramón es extraordinario. Le conocí siendo él muy niño, con 10 años. Y no me podía creer que con esa edad se pudiera tocar el oboe de esa manera. Buscaremos el modo de coincidir en Granada pronto. Es una gran persona.
–La OCG tiene una gran dimensión pedagógica. ¿Cómo la va a cuidar?
–Haciendo programas imaginativos y formativos. Quiero ver el Auditorio lleno de niños y jóvenes. Ellos son el mañana: futuros músicos, futuros espectadores.
–¿Y a los abonados?
–Me parece extraordinario que haya tantos, y lo que quiero es darles conciertos tan buenos que veamos lleno el patio de butacas.
Durante el acto de presentación de Lucas Macías en el Auditorio Falla, el delegado de Cultura de la Junta, Antonio Granados, dio las gracias a Andrea Marcon por sus años de trabajo, «incluso en unas circunstancias difíciles». Tanto Granados como Fátima Gómez, diputada de Cultura, alabaron el perfil de Macías, «andaluz, joven y con ideas», como aseguró Granados, quien añadió que «comienza una nueva etapa, en la que todos tenemos puestas muchas ilusiones después de trabajar para que la situación económica de la OCGse solucionara». Por su parte, Gómez deseó «un periodo sin tantos sobresaltos» para la Orquesta.
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