![«Andalucía, no solo Úbeda, le debe mucho a las escuelas SAFA»](https://s1.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/202201/24/media/cortadas/Imagen%20Pascuau%202-k50-U160642271983UWG-1248x770@Ideal.jpg)
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ASCENSIÓN CUBILLO
JAÉN
Lunes, 24 de enero 2022, 14:37
Dice Miguel Pasquau (Úbeda, 1959) que escribir es un lujo, al igual que terminar una novela y verla convertida en un libro que llega a las manos de otra persona y lo hace suyo, ya sea en papel o en versión kindle. 'Aunque todo se ... acabe' (Ediciones Miguel Sánchez) es el título de su cuarta novela, cuyo arranque sabe a olivar, a Úbeda y a las escuelas SAFA, lo que marcará de manera especial la trayectoria de Martín Godoy. Amor, suspense, política e historia se dan la mano a lo largo de 600 páginas en una trama en la que de fondo suena All things must pass, de George Harrison, invitando a vivir sin miedo a que todo se acabe. Tras las presentaciones en Úbeda y París le toca el turno a Jaén, el próximo 26 de enero a las 19:30 horas en el Colegio de Abogados. Le presentará Adela Tarifa, consejera directora del Instituto de Estudios Giennenses (IEJ) e historiadora.
–El punto de partida de 'Aunque todo se acabe' es la SAFA de Úbeda, ¿qué significa para usted?
–Las escuelas SAFA fueron mi colegio. Uno tiende a valorar generalmente bien lo que fue su colegio, donde aprendió las cosas más importantes de la vida: a leer, a pensar, a escribir, etc. Pero además en este caso estoy convencido de que no es solo una visión amable por mi parte, sino que objetivamente las escuelas SAFA fueron una iniciativa a la que Andalucía entera, no solo Úbeda, le debe mucho porque han sido un factor de estabilidad social, de instrucción y de educación. De algún modo esta novela quería empezar siendo un homenaje a esa institución tan importante en Andalucía, cuya sede central estuvo siempre en Úbeda. Esto fue un privilegio y allí sitúo al personaje principal, primero como interno y alumno, y luego como maestro. Mi padre, Juan Pasquau, fue maestro de SAFA desde el principio y, de algún modo, esto también es un homenaje a él; tenía mucho escrito sobre SAFA, de hecho recopilamos unos cuantos artículos suyos y los publicamos hace años, y esa documentación junto a mis recuerdos personales me sirvió para meterme dentro de aquella época y de lo que fueron aquellas escuelas que tanta dignidad dieron a tantos alumnos que venían normalmente de familias desestructuradas, del mundo de la pobreza, del mundo rural.
–¿Cuánto tiempo pasó desde que empezó a documentarse hasta que vio publicada la novela?
–El proceso de documentación y escritura duró siete años. Se fue alternando, es decir, no es que primero me documentara del todo y luego escribiera, porque yo al principio no tenía claro cuál iba a ser el recorrido de la novela. Lo encontré leyendo precisamente sobre las escuelas SAFA y empecé a escribir. Sabía que quería empezar allí, pensé en una situación concreta alrededor de la cual pudiera arrancar una historia, y esa historia al final me llevó bastante lejos.
–La trama transcurre entre finales de los 60 y 1981. ¿Por qué se decantó por ese periodo?
–Ese periodo histórico siempre me ha llamado la atención; además lo viví yo de niño y luego de adolescente. Los protagonistas no son de mi edad, sino de la generación que me precede, pero vivir ese tiempo como testigo me hizo más fácil volver allí. Siempre me ha parecido una época muy especial porque cuando una sociedad está en un proceso de cambio de verdad, abre muchas posibilidades y se refleja en la vida de las personas. Fue un tiempo fuerte en el que había ambición por querer hacer bien las cosas, individual y colectivamente; es verdad que también había muchos conflictos.
–Siempre se nos ha dicho que la Transición fue modélica, ¿pero lo fue realmente?
–A nivel político, por arriba digamos, la Transición estuvo bien pensada e inteligentemente hecha. Se hizo lo que se pudo y en pocos años el país entero cambió sus reglas: España se dijo a sí misma cómo quería ser. El resultado fue la Constitución, que en aquel tiempo fue muy buena y ha servido para mucho. Yo creo que la Constitución en sí fue mejor que lo que luego se hizo con ella. Después vino un proceso de cierta degeneración de esos grandes objetivos que la sociedad española se propuso alcanzar, probablemente por no haber advertido —porque no era fácil— lo que iba a venir después no solo en España, sino en el mundo. La realidad cambió mucho y quizás eso empezó a provocar una lectura de la Constitución y una aplicación no muy ambiciosa. No obstante, se hizo bien por arriba y por abajo también fue muy interesante. Aunque hubo conflictos, claro, conflictos que se reflejan en la novela: ideológicos, morales y personales porque al mismo tiempo que España cambió hubo un proceso de transformación de dos generaciones enteras. Por debajo de la Transición que todos recordamos ocurrieron muchas historias, historias de grandeza pero también de mezquindad: hubo conflictos y víctimas. No debemos olvidarlo ni conformarnos con un rápido resumen de lo que fue. Está bien volver allí y ver de dónde venimos.
–¿Cuál es la carta de presentación de Martín Godoy, el personaje principal?
–Martín Godoy es un niño que proviene de una familia rural del bando de los vencidos en la guerra. Su abuelo era un anarquista que fue fusilado al terminar la guerra. Su padre, una persona anulada por la guerra porque se incorporó al final, acabó en la cárcel y murió pronto. A Martín desde muy pequeño lo llevaron al internado de las escuelas SAFA y en él se conjugan dos vetas: por un lado, la que entronca con su abuelo, anarquista, de acción; y, por otro, la veta de formación-tradición cristiana que recibe en las escuelas, lo que hace de él un personaje peculiar. Con todo ese equipaje, después de muchos años como alumno y como maestro en las escuelas, se adentra en el mundo de la oposición al franquismo en París, en el mundo de los españoles en París donde hay emigrantes pero también exiliados. Allí tiene una experiencia de amor definitiva e importantísima. Es una persona que de algún modo busca los conflictos porque tiene la intuición de que sin ellos no hay justicia, es decir, la justicia necesita una palanca y esa palanca a veces tiene que ser algo conflictiva. Físicamente se parece a George Harrison.
–Martín no narra, lo que sabemos de él es a través de testimonios de terceras personas.
–Sí. Él es contado por los demás, por testigos suyos. Un compañero de las escuelas; su pareja, Gabrielle Lenoir, parisina; un amigo —entre comillas— que no lo aprecia mucho; un policía de la brigada político social franquista; un terrorista del FRAP; y otras mujeres que fueron amigas. Entre todos ellos se da una visión fragmentaria —algunas veces confusa o equívoca— de la vida de Martín. Construyen un retrato que luego recibe Galia Lenoir, la hija de Martín y Gabrielle. Ella lo conoció poco, los recuerdos que tiene son de cuando era pequeña. Vivió mucho tiempo como si no tener padre fuera normal, hasta que de pronto empieza a preguntarse qué le pasó por algunas cosas que encuentra.
–El personaje de Galia ha dado el salto a Twitter. ¿Detrás de este experimento está usted solo o hay alguien más?
–Me ayudan, de hecho la idea no fue mía, la idea fue un contubernio entre Galia y alguna persona. Galia recibió una historia que quiere contar, así que se abrió una cuenta de Twitter y cobró existencia fuera de la novela. Desde entonces ha estado hablando con personas y contando algunas cosas sin desvelar nada importante de la novela. Tiene muchos seguidores. Es una especie de eslabón perdido de la novela que se ha ido a otro entorno y que sigue teniendo ideas. Porque ahora a Galia Lenoir se la ha ocurrido abrir un club de lectura on line con gente que haya leído ya la novela para destriparla. Está siendo un experimento muy interesante ya que ha abierto y abre muchas posibilidades.
–Si la banda sonora de la historia de amor entre Martín y Gabrielle es 'All things must pass', de George Harrison, ¿cuál sería la de su hija Galia?
–La propia Galia ha llegado a decir en Twitter que esa canción es su alma, que está hecha de esos acordes. Entonces, ¿por qué vamos a desmentirla?
–Ha presentado 'Aunque todo se acabe' en su ciudad natal, Úbeda, pero también en París y no precisamente en cualquier sitio: el Instituto Cervantes.
–Fue una experiencia fascinante. A mí me desbordó de alegría. Yo tenía mucho interés en que se pudiera presentar en París porque es el escenario principal de la novela y bueno, allá se fue. No a cualquier librería o local, sino al Instituto Cervantes de París. Probablemente por su temática porque en la novela se procura reflejar muy bien lo que fue la vida de muchísimos españoles en aquel París, muchos de los cuales siguen vivos y algunos incluso estuvieron allí. Se presentó la novela pero también fue el motivo para hablar de ellos y ellos también hablaron y contaron sus recuerdos, me refiero sobre todo a los emigrantes que se quedaron allí y a sus hijos. Fue una ocasión para verlos, para encontrarme con ellos y para oírlos.
–¿Está escribiendo algo ahora?
–Esta es la primera vez que publico una novela sin estar escribiendo otra. Cuando publiqué la primera ya tenía dos más escritas, se han ido encabalgando las publicaciones con la escritura pero en esta ocasión no. Estoy viviéndolo de una manera especial.
–Esa «larga caminata» a la que hacía mención en su blog merece la pena.
–Sí, esta larga caminata del libro al lector claro que merece la pena, mucho y muchas veces. Merece la pena cada vez que llega de verdad a un destinatario: a uno le gustaría que fueran muchos, pero sean muchos más o no tantos, lo cierto es que con cada uno ya es un premio.
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