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Ascensión Cubillo
Domingo, 29 de mayo 2022, 14:02
Maribel Peralta recibe a los primeros clientes de la noche con una amplia sonrisa detrás de la barra. Es jueves, 26 de mayo, segunda jornada de la edición primaveral de Música en Segura y la mayoría viene de ver al quinteto de viento francés Ensemble Ouranos en el castillo de Segura de la Sierra, un enclave que siete años después vuelve a acoger conciertos de este festival de «delicatessen musicales» dirigido por Daniel Broncano.
Maribel lleva 20 años al frente del restaurante Mirador de Peñalta, en la calle San Vicente, justo a la entrada de este pintoresco pueblo que forma parte de la red de 'los más bonitos de España'. Aquí todos se conocen y se llaman por su nombre. Los acentos del norte y sur de España, pero también extranjeros, se mezclan en el ambiente con la alegría propia de los amigos que vuelven a reencontrarse año tras año; unos lazos que se han estrechado por medio de Música en Segura.
Carmela Castellanos y Ángel Hidalgo llevan cinco años viniendo tanto al festival como a este restaurante, y así se lo hacen saber a su dueña. El matrimonio vallisoletano recaló por primera vez en este rincón de la Sierra de Segura de la mano de un amigo jienense, ya fallecido, a quien pidieron que les mostrara la provincia puesto que no la conocían. Estuvieron en Cazorla y luego en Segura de la Sierra, coincidiendo con el festival por pura casualidad. «Nosotros solo íbamos a estar dos días o tres porque estábamos de paso, pero nos quedamos prendados de la música y del paisaje. Había muy poca gente y los vecinos alojaban a los músicos en sus casas», recuerda Carmela. La experiencia fue tan gratificante que desde entonces repiten trayendo cada vez a nuevos amigos.
El matrimonio sigue intercambiando impresiones y anécdotas con Maribel, cuyo negocio fue escenario también de un recital de fado en los inicios de Música en Segura. El local se decoró al estilo de una taberna portuguesa con farolillos en las mesas. Entre las anécdotas que se cuelan en la conversación figuran una excursión al cerro con paradas para disfrutar de Las cuatro estaciones de Vivaldi y una puesta de sol en San Martín.
«Cada año nos sorprenden con algo nuevo, de hecho nos encantan los conciertos en la almazara (Orcera). Somos unos adictos y, por supuesto, nos tomamos el 'ajoatao' de Maribel», comenta entre risas este matrimonio que además aprovecha cada viaje para recorrer la zona, desde el nacimiento del Segura hasta Siles, el río Madera y un largo etcétera.
Alrededor de 150 personas viven durante todo el año en Segura de la Sierra, aunque esa cifra se multiplica por cuatro cuando se celebra el festival y puede superar incluso los 1.000 en fin de semana, según los cálculos de Pedro Galiano. Este hombre es la segunda generación al frente de Comestibles Galiano, una tienda de toda la vida con más de 80 años de trayectoria que estos días trabaja un 200% más de lo que se hace normalmente. Así lo confirma el propio dueño, quien reconoce que iniciativas como esta suponen un impulso también para los negocios locales, ya sean tiendas, alojamientos, bares o restaurantes. «Casi toda la clientela que he tenido esta tarde ha sido extranjera. No domino el inglés pero me apaño», apunta Pedro.
La oferta de alojamientos en Segura de la Sierra se basa sobre todo en apartamentos y casas rurales, aunque desde hace un mes dispone también de un pequeño hotel de seis habitaciones en la que fuera casa de Jorge Manrique. De ahí su nombre, Casa del poeta, moderno pero a la vez integrado en el entorno en el que se encuentra porque hay que tener en cuenta que el hotel se asienta sobre parte de la segunda muralla árabe del municipio.
Su propietario es Ramón López, conocido en el pueblo también por ser coordinador del Festival Internacional del Aire (FIA) El Yelmo en los últimos 15 años. De familia marteña, Ramón nació en Barcelona aunque su vinculación con Segura de la Sierra viene de atrás. En 1998 se compró una casa tras «un flechazo» con el paisaje, sin embargo no vivía allí de continuo porque la tenía como segunda residencia. En 2006 lo llamaron de Diputación para coordinar el FIA y fue entonces cuando conoció a su mujer, Virginia, segureña. El amor hizo el resto y decantó la balanza, esta vez de manera definitiva, para instalarse en Segura de la Sierra, donde hoy en día viven con sus dos hijos de nueve años.
Estos pequeños han tenido la oportunidad de convivir con músicos porque sus padres han colaborado desde el principio con el festival ideado por Daniel Broncano, hasta el punto de ofrecerles cama en su propia casa. Una práctica común en el pueblo sobre todo en los inicios de Música en Segura dada la falta de alojamientos, algo que en la actualidad ha cambiado porque el festival ha crecido y se ha expandido hacia otras localidades como Orcera o Beas de Segura. La demanda es tal que los alojamientos se reservan de un año para otro en los pueblos de alrededor, y este año incluso en Hornos.
Desde el principio, según Ramón López, se veía que este formato de festival «iba a encajar muy bien» en el pueblo. Y es que no se trata de macroconciertos, sino de experiencias sensoriales en sí mismas con escenarios en plena naturaleza, monumentos históricos como el castillo de Segura de la Sierra o la iglesia de los Jesuitas, o lugares en los que a priori no cabría esperar un concierto de música clásica o la actuación del Ballet Flamenco de Andalucía (la cooperativa de Orcera) o un piano flotante (piscina de Amurjo, también en Orcera). «Daniel es muy atrevido y vanguardista», reconoce López.
El impacto económico es importante, al igual que la proyección para Segura y la sierra en general. «Sabemos que es un bien para el pueblo y cuando algo así ocurre, al final de alguna manera te llega a ti también porque consolida, fija gente y genera riqueza. Eso es bueno», expone Ramón, quien hace hincapié en la visión de Daniel Broncano y su equipo, «gente que adonde esté puede potenciar el sitio».
Eloy Fernández es gestor cultural y miembro del equipo de producción de Música en Segura. Este gallego, natural de Santiago, hizo aquí las prácticas del máster en 2019 y desde entonces echa una mano. Sus funciones son variadas: montaje de equipos de iluminación y sonido; logística —durante la excursión entre Huelga Utrera y la Cueva del Agua, momento en el que atendió a este periódico, portaba una mochila con instrumentos de Abraham Cupeiro—; así como labores de coordinación.
«El equipo es impresionante. Somos unas 16 personas, aunque dar una cifra es quedarse cortos porque hay mucha gente que suma, desde el vecino que te ayuda a descargar la furgoneta hasta el electricista de la cooperativa que ayer, por ejemplo, nos ayudó un montón. Gente 'apañá' como dicen aquí», subraya. En el equipo hay tanto foráneos como locales, algo que Fernández considera «clave» porque son estos quienes mejor conocen el territorios y sus recursos.
A juicio de Eloy, que en la actualidad trabaja en Juventudes Musicales de España gestionando la red nacional de conciertos, Música en Segura es un festival de referencia dentro del medio rural porque va ligado también a valores de ecologismo y sostenibilidad. Y además destaca por «la calidad» de sus propuestas. «El festival es una obra de arte en sí mismo, independientemente de que las propuestas también sean súper chulas, el que de pronto puedas hacer una excursión con Abraham Cupeiro y darle otro sentido, otro significado. Eso, para mí, es una maravilla», añade.
No en vano Daniel Broncano usa el lema 'transformar para conservar'. Insuflar vida a los pueblos pequeños a través de la cultura para contribuir a su desarrollo y evitar así que desaparezcan. El proyecto de Música en Segura va un paso más allá y dentro de su concepción social apuesta por hacer llegar la cultura a toda la comarca, programando para ello conciertos en escuelas, residencias de mayores y talleres de musicoterapia, entre otros.
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