Ángel A. del Arco
Domingo, 24 de septiembre 2023, 21:01
La tarde taurina del domingo en el coso de San Nicasio en Úbeda deparó grandes sorpresas, por la ausencia del diestro sevillano Morante de la Puebla, que fue sustituido de forma acertada por el diestro de Linares, Curro Díaz, que a la postre hizo lo ... más artístico e importante de la tarde. Lleno en los tendidos, lo esperado, desde que se presentaron los carteles y vimos anunciado al que hoy es el torero más taquillero del momento, el peruano Andrés Roca Rey. O mejor dicho, el único torero que de verdad lleva gente a las plazas de toros. La gente fue a ver a Roca Rey, que fue capaz de mantener el nivel alto de toda la temporada. Sus fallos a espadas con el primero y la poca fuerza del último se lo impidieron. Y curiosamente, al torero que le están cerrando las puertas las llamadas figuras del toreo actual y el sistema taurino, el linarense Curro Díaz les dio una lección de los que es torear que no olvidarán.
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Díaz mostró estar en el mejor momento de su carrera, buscando la profundidad y toreando cada vez más despacio, dándole un repaso a sus compañeros de cartel que les tendría que hacer recapacitar. Otra cosa fue Manzanares, gustando sus clásicas formas, pero sin la chispa ni el ajuste de otras temporadas, aunque una estocada le permitió salir a hombros.
Y aunque era esperado, lo cierto es que impresionaba el aspecto de los tendidos a la hora del comienzo de la corrida. Un lleno total, con los tendidos totalmente abarrotados de personas, teniéndose que retrasar la salida del primer toro hasta que la gente se pudiera acomodar.
Con ese retraso en el inicio del festejo y con todo preparado, por la puerta de chiqueros fueron saliendo los toros previstos de Juan Pedro Domecq y Jandilla. Tanto unos como los otros tuvieron una más que aceptable presentación, teniendo en cuenta la presencia de las figuras con lo que eso conlleva y que la plaza de toros de Úbeda es de tercera categoría. En cuanto a su juego, todos tuvieron un comportamiento parecido, mucha nobleza y clase en sus embestidas, pero no sobrados de fortaleza.
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Curro Díaz se enfrentó en primer lugar a un toro de la ganadería de Juan Pedro Domecq. El linarense le cuajó un portentoso recibo a la verónica, meciendo el capote con suavidad y muy despacio, rematando de dos medias sublimes en el centro del platillo.
Después de brindar al público, nos deleitó con una faena de muleta en la que rápidamente se puso a torear en dos tandas sobre la diestra, en las que, con la planta relajada y corriendo la mano con suavidad y temple le ligó los muletazos formando un alboroto en los tendidos. A partir de ese momento al toro se le acabó la gasolina, empezando a protestar en la muleta de un torero que poco le importó, imprimiendo limpieza y gusto en todo lo que hizo. Finalizó con molinetes antes de irse con la espada y recetar una media estocada tendida y algo caída con un golpe de descabello, cortando la primera oreja de la tarde.
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Que deleite de torero, que faenón, menuda figura se están perdiendo las ferias de España y Francia por culpa de un sistema injusto. Curro Díaz se montó encima de sus compañeros de cartel, las llamadas figuras, que fueron testigo de una obra de arte firmada por un torero de Linares;un torerazo que en otros tiempos sería primera figura del toreo.
Ya con el capote le cuajó verónicas sueltas de enjundia, sobresaliendo de nuevo la media de remate a cámara lenta. Lo mejor vino con la muleta, el animal de Jandilla quiso más que pudo en la muleta del torero. Para suplirlo, la muleta del linarense le recetó temple, enseñando a embestir al toro con sus fuerzas. Sin un tirón y al natural le recetó varias tandas en las que llevó cosido la embestida de un toro que poco a poco terminó embistiendo con calidad, pareciendo hasta bueno.
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En la parte final hasta relajó la planta sacando su lado más artístico, formando un alboroto en los tendidos ante colosal obra de arte. Pero una buena obra tiene que tener un buen final. Precisamente lo que hizo Curro Díaz en la suerte suprema, cobrando una estocada a cámara lente que tiró al Jandilla patas arriba. La plaza se cuajó de pañuelos, cortando dos orejas que paseó con una sonrisa de satisfacción.
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