De Jaén al cielo. La de Rocío Caparrós del Moral es una carrera meteórica plagada de hitos para orgullo propio pero también de su familia, sobre todo de sus abuelos que desde Bélmez de la Moraleda están al tanto y disfrutan con lo que hace ... su nieta. Pionera en la especialización en los estudios del derecho y la gobernanza del espacio ultraterrestre en España, con una vasta formación y numerosas estancias en el extranjero —Agencia Espacial Europea, Federación Internacional de Astronáutica y UNESCO, entre otras—, lleva doce años trabajando en Airbus.
Rocío es, además, una de las 100 mujeres seleccionadas para Space4Women, un proyecto de Naciones Unidas para promover el empoderamiento de las mujeres en el espacio. Servir de inspiración a las que vienen detrás, por eso confía en «espacializar» a muchas niñas: «Quiero que viendo mi caso entiendan que si quieres, puedes y que, quien persigue un sueño, acaba consiguiéndolo».
–¿Qué es el derecho del espacio ultraterrestre?
–Es una rama del derecho internacional público muy desconocida y no lo suficientemente desarrollada en los libros de texto de las facultades de Derecho, se limita —al menos en mis tiempos— a uno o dos capítulos. Comprende el conjunto de reglas, principios y normas de derecho internacional que aparecen en los cinco tratados internacionales y los cinco conjuntos de principios que rigen el espacio ultraterrestre, elaborados bajo los auspicios de las Naciones Unidas. Además de estos instrumentos internacionales, cada día más estados cuentan con legislación nacional que regula las actividades relacionadas con el espacio.
–¿Cuál es su ámbito de jurisdicción?
–El espacio ultraterrestre comienza, aproximadamente, a una altura de 100 kilómetros sobre el nivel del mar.
–¿Hay normas en el espacio? ¿Quién las dicta?
–Sí, la más importante, la base de todo, es el Tratado del Espacio Ultraterrestre de 1967, y a partir de ahí tenemos un acuerdo sobre salvamento y devolución de astronautas; el convenio de responsabilidad; un convenio sobre registro —una curiosidad: España tiene una oficina de registro donde han de inscribirse los satélites una vez están en el espacio, no antes, porque es necesario determinar con exactitud su órbita y posición. Cuando un satélite acaba su vida también habría que notificarlo pero no todo el mundo lo hace—, y el acuerdo que debe regir las actividades de los estados en la Luna y otros cuerpos celestes.
Se trata de legislación muy bien hecha, aunque han pasado muchos años y el escenario espacial ha cambiado por completo, el Tratado y los principios son los cimientos que inspiran la normativa que necesitamos para ir adaptándonos a la nueva realidad. El jurista Gabriel Lafferranderie decía que el Tratado del Espacio era lo suficientemente elástico como para estar siempre a la vanguardia, llevaba razón.
–¿El espacio tiene dueño?
–Pertenece a la humanidad, es 'patrimonio común de la humanidad'. A día de hoy, ningún estado puede reclamar soberanía o tratar de apropiarse del espacio, la Luna o cualquier otro cuerpo celeste.
–¿Podría darse el caso de que un estado o una empresa se apropie de una parcela del espacio?
–Por ahora, y espero que por mucho tiempo, no.
–Insiste usted en la necesidad de que se formen legisladores ultraterrestres. ¿Por qué?
–Porque, al igual que estamos viviendo una auténtica revolución en el sector espacial, con nuevos actores, nuevos modelos de negocio —constelaciones de satélites, lanzadores privados—, más accesibilidad, aparición del 'new space' y de la diplomacia público-privada..., necesitamos que el régimen legal existente se conozca, que los países desarrollen leyes nacionales, inspiradas en el derecho internacional, y que todas las situaciones nuevas se contemplen en un marco jurídico donde confluyan los intereses de todas las naciones.
La ley, idealmente, tiene que ir por delante de los avances científicos y tecnológicos, la labor de los juristas (arquitectos de la ley) es crucial y me atrevo a decir que, de aquí a poco, tendremos una gran proliferación de abogados dedicados a la actividad espacial. ¡Ojalá!
–¿Dónde se estudia? ¿Hay asignaturas al respecto en la carrera de Derecho?
–Cada día hay más universidades que crean másteres o cátedras dedicadas a su estudio, algunas en Andalucía están avanzando en su implantación. Espero que muy pronto podamos presumir de centros especializados en derecho y política del espacio.
Mensaje a los estudiantes: existe una publicación dedicada a dar a conocer las universidades en las que se estudia Derecho Espacial en Europa, 'Space Law Teaching in Europe', y siempre tenemos el Centro Europeo de Derecho Espacial, de la Agencia Espacial Europea, donde hay toda la información sobre dónde estudiarlo, además de una serie de jornadas, eventos y actividades para promover su conocimiento entre la sociedad.
«Sociedad espacial»
–Hay quien ve las misiones espaciales como una pérdida de dinero quizás por desconocimiento, porque la divulgación científica no llega a todas las capas de la sociedad. ¿Qué aplicaciones tiene la investigación espacial en la Tierra, cómo influye en nuestra vida?
–Somos una sociedad espacial, no somos conscientes del nivel de dependencia que tenemos del espacio. No podemos hablar de pérdida de tiempo, ¡al contrario! Hay importantísimos avances derivados de la tecnología espacial en el campo de la observación, la exploración, las comunicaciones. Cito algunos ejemplos de utilidades y aplicaciones derivadas de la tecnología espacial: el monitoreo de las cosechas, control transfronterizo, internet, el GPS, las herramientas sin cable, los códigos de barras, el láser, el teflón de las sartenes, el velcro, el termómetro digital, etcétera.
–¿Se democratizarán los viajes al espacio en un futuro?
–Si es para bien, espero que sí. Lo importante es que nos concienciemos de que en el espacio no podemos repetir los errores que hemos cometido en el planeta Tierra, hay que llegar con una conciencia sostenible y a la inversa, el espacio nos va a ofrecer la oportunidad de proteger mejor nuestro planeta.
–¿De dónde le viene su pasión por el espacio?
–De mi curiosidad innata. Soy una persona dinámica, me encanta entender lo que hay a mi alrededor y descubrir, para lo bueno y para lo malo, suelo estar en 'modo futuro'. Creo que la pasión por la innovación, en general, me viene gracias a mi abuelo Miguel que estuvo en los orígenes de Inveni & Caparrós, una máquina que revolucionó el proceso de extracción del aceite de oliva. También fue importante que mi padre me alentara a buscar la parte más creativa y futurista del derecho y que mi madre apoyara la idea, aun sabiendo que el precio era salir de España.
–Pasó por la Agencia Espacial Europea (ESA), la Federación Internacional de Astronáutica y la UNESCO (10 años en París), dedicó sus estudios al Derecho, la política y la gobernanza del espacio ultraterrestre. También hizo una estancia de un año en Holanda en el European Space Research and Technology Center (ESTEC) y en el Instituto Internacional de Derecho Espacial de Leiden. ¿Qué destaca de esos años?
–Tuve la oportunidad de conocer a gente maravillosa en lo profesional y en lo humano que dejaron huella en mí. Soy el producto de esa experiencia, creo que fueron los años más bonitos y fructíferos de lo que llevo de vida. Volvería, pero con una compañera, mi hija Triana.
–¿Qué trabajo desempeña en Airbus?
–Formo parte del equipo de Departamento de Relaciones Institucionales que lidera el jerezano Jorge Domecq y, entre otras muchas funciones, menciono la que más me gusta: soy responsable de las relaciones institucionales que tienen que ver con el espacio a nivel nacional.
–¿Cuántos años lleva ahí?
–Alrededor de 12.
–¿Qué puede avanzar del proyecto Space4Women de Naciones Unidas para el que ha sido seleccionada?
–Es una gran responsabilidad y un gran orgullo estar entre las 100 mujeres en las que ha confiado el programa a nivel mundial precisamente para inspirar, mentorizar, promover el conocimiento del espacio entre la sociedad, empoderar a mujeres que sueñan con llegar muy lejos. Confío en 'espacializar' a muchas niñas, quiero que viendo mi caso entiendan que si quieres, puedes y que, quien persigue un sueño, acaba consiguiéndolo. Tengo claro que en la mentorización voy a aplicar los valores del deporte que, en mi caso, han sido claves: disciplina, compromiso, constancia, resiliencia, concentración y espíritu de equipo.
–Sara García Alonso es la primera mujer española astronauta, de hecho esta leonesa ha sido seleccionada junto a Pablo Álvarez Fernández por la ESA entre 17 candidatos. Ambos se han formado en una universidad pública. ¿Veremos más mujeres astronautas en los próximos años? ¿Y andaluzas?
–El espacio, cada día más, forma parte de nuestras vidas. Claro que tendremos más astronautas mujeres y tengo mucha confianza en que haya andaluzas, aunque hay que tener muy presente un detalle: en el espacio no hay fronteras. Representamos a la humanidad, cooperamos, convivimos. La nacionalidad, o el origen, se neutralizan cuando ves que el planeta Tierra, la cuna de la humanidad, es tan frágil y sientes que tenemos que cuidarlo. Resulta curioso que ese sentido de unión que inspira el espacio no se dé en el planeta Tierra donde, al contrario, sigue habiendo grandes conflictos que nos lacran, aportan poco.
–Poco a poco se va viendo más presencia femenina en las carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), pero aún queda camino por recorrer. ¿Qué se puede hacer para mantener el interés de las niñas por la ciencia?
–Necesitamos a mujeres que transmitan satisfacción y plenitud en sus carreras y en sus vidas; las niñas necesitan referencias, querer parecerse a otras mujeres, dejar atrás estereotipos que nos han ido lastrando, que nos han limitado. Por eso no me cansaré de repetir que el espacio tiene que representar para las mujeres una dimensión de oportunidades, empezamos desde cero y llegamos en igualdad de condiciones. ¡Pero ojo! Ese trabajo de fondo —sensibilización— hay que iniciarlo desde el planeta Tierra.
Orígenes
–¿Qué recuerdos tiene de Bélmez de la Moraleda y qué papel ha jugado en su vida?
–Nací en Jaén pero me considero de Bélmez por ser el pueblo de mis padres. Si pienso en Bélmez me vienen a la mente las caminatas con mi padre, el despacho donde acumulamos libros que nos han acompañado toda la vida, el sonido del agua del pozo, las vistas que ofrece la sierra.
–¿Qué echa de menos de Bélmez de la Moraleda?
–Echo de menos la pulcritud del aire, la humildad de la gente —el pueblo es una gran familia—. También a mis abuelos que, a pesar de su edad, disfrutan cuando ven todo lo que hago para que la gente conozca el valor del espacio en nuestras vidas.
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