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Martes, 22 de febrero 2022, 13:59
Se cumplen 80 años de la muerte del poeta del pueblo y 20 de la primera edición de la biografía que de él escribió José ... Luis Ferris, 'Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta'. La Fundación José Manuel Lara recupera ahora, con la colaboración de la Diputación de Jaén, esta obra de referencia en la que el investigador aporta nuevos documentos y testimonios sobre la última etapa de Miguel Hernández, como la detención en Portugal y su turbio proceso carcelario.
–¿Qué novedades aporta en esta nueva edición del libro?
–Siempre hago una revisión de todo el libro cada vez que se reedita, por eso empezó con unas 400 páginas y está ya en 650. Esta vez lo que más he trabajado es la época en que acaba la Guerra Civil y Miguel Hernández intenta salir de España por Portugal para luego unirse con su mujer y su hijo y exiliarse, quería ir a Santiago de Chile porque ahí estaba su gran amigo Pablo Neruda. Pero lo detuvieron, lo devolvieron a España y ahí empezó todo el periplo carcelario. Antes se decía que había intentado huir por Portugal, que lo habían detenido en Moura y que ahí se acabó todo, pero como ahora han salido muchos papeles y documentos sobre qué hizo exactamente día tras día, he documentado muy bien ese intento de huida por Portugal. El último capítulo ha crecido mucho porque ahí he metido una documentación enorme que ha aparecido nueva en el Ministerio de Defensa, que la ha puesto a disposición de nosotros —cuando digo nosotros hablo también de un gran investigador como Juan Antonio Ríos Carratalá, de la Universidad de Alicante—.
Ahora ya podemos ilustrar exactamente la gran injusticia que se hizo con Miguel Hernández; quiénes avalaron y quiénes no; si los que dijeron que habían apoyado a Miguel Hernández con documento escrito sirvió para algo o no, porque podías hacer un aval positivo pero si luego a la hora de la verdad no te plantabas en el juzgado y lo llevabas tú mismo, ese documento no servía para nada. Y eso no se hizo con Miguel Hernández, nadie dio la cara por él.
JOSÉ LUIS FERRIS
–La tarde de este martes presenta el libro en Jaén, una tierra muy ligada a Miguel Hernández.
–Sí, esa etapa es importantísima porque fue feliz, amorosamente hablando, solo allí. Con la novia, Josefina Manresa, tuvo una relación bastante lejana ya que durante la guerra apenas se carteaban. Se casa con ella en la primavera de 1937 y se la lleva a Jaén, en principio para vivir juntos allí aunque la guerra estuviera en marcha. Vivieron una luna de miel en Jaén, se amaron profundamente, pero luego la madre de Josefina enfermó y se tuvo que ir a cuidarla. Ya no convivieron nunca más. Esas semanas en Jaén son las únicas de felicidad porque el resto ya fue una guerra y verse de vez en cuando. Por eso siempre he dicho que esa etapa en la primavera de 1937 en Jaén fue la más feliz de Miguel Hernández.
–¿Cuánto tiempo estuvo el poeta en Jaén entonces?
–Llegó sobre el mes de abril y se quedó hasta junio, aproximadamente dos meses. Y de ellos, tres semanas estuvo con Josefina.
–A pesar del poco tiempo fue una etapa prolífica.
–Claro, encontró tranquilidad. Él venía de estar en primera línea de fuego en la zona de Madrid. En Jaén, al encargarse del periódico móvil, estuvo feliz y tranquilo: salía un día a alguna maniobra pero regresaba, y dentro de que estábamos en una guerra, allí había cierta calma, lo que le permitió escribir poemas importantes que luego formaron parte del libro 'Viento del pueblo'.
–¿Cómo definiría la poesía que escribió en Jaén?
–Fue una época de poesía de guerra, de combate, pero poesía comprometida. Él estaba convencido de que la guerra la iban a ganar, que la república iba a volver a instaurarse de manera tranquila y el franquismo jamás se adueñaría de España. Hay un tono positivo en esos poemas que luego desaparece en el segundo libro escrito también durante la guerra, 'El hombre acecha'. Por otro lado, la poesía de Miguel Hernández es fundamentalmente moral porque está claro que es un hombre que cumple su palabra. Su lucha dentro de la república tiene un objetivo claro: que el hombre sea un ser humano que se lleve bien con el ser humano, que no sea un lobo para el propio hombre. Esa defensa de la justicia y de la igualdad es lo que hizo que militara en el Partido Comunista y luchara durante la guerra. Para él el comunismo era un comunismo agrario, no tenemos que compararlo con lo que supuso el comunismo en aquellos años. El comunismo de Miguel Hernández se acerca mucho al origen del cristianismo cuando Cristo entró en el templo aquel y empezó a despotricar de los ricos. No quería injusticias ni niños yunteros, esos niños que desde que son muy pequeñitos los ponen a trabajar en el campo o les dan un fusil para que vayan a luchar.
–¿Por qué siguen estando vigentes su figura y su obra a pesar del tiempo que ha pasado?
–Los poemas que escribió en los años 30 o principios de los 40 en la cárcel hablan del amor, de la injusticia, de los niños explotados, de la reivindicación de los que se dejan la piel y la vida en el campo para conseguir un humilde sueldo. Eso está pasando ahora, es que no ha cambiado nada. Su primer hijo muere a los diez meses, eso le marca tanto que toda su obra está trascendida del dolor por el hijo. En los poemas del 'Cancionero y romancero de ausencias', que fue su último libro, ya se nota la sombra y el dolor de un hijo. ¿Quién no ha perdido a alguien en la vida y ha sabido también echarlo de menos? Abrimos un libro de Miguel Hernández y tenemos delante de nuestros ojos lo que está pasando en la actualidad a los niños a los que se está explotando en países asiáticos y africanos para fabricar, por ejemplo, objetos deportivos para las grandes mutinacionales. Sus poemas del amor son de una profundidad enorme: cuando él está en el frente y escribe la Canción del esposo soldado está evocando al amor de todos aquellos que luchan en una guerra y echan de menos a la mujer que quieren. Está cantando la trascendencia del amor como la base de la vida. Ahora cogemos a Miguel, lo leemos y no ha pasado de moda; cogemos a otro poeta de la época y ha caducado. Esa es la gran diferencia.
José luis Ferris
–¿Qué papel tuvo Josefina Manresa en su vida?
–Josefina tuvo dos etapas. Una primera de enamoramiento, importante sin duda, lo que pasa es que Josefina era una mujer muy unida al mundo religioso. Vivir en Orihuela, como digo siempre, marca mucho porque es un contexto tan tremendamente católico y cerrado que cualquiera que nace y vive allí se acostumbra a ese tipo de vida. Cuando Miguel Hernández empieza a ir a Madrid y conoce a grandes escritores como Pablo Neruda o Vicente Aleixandre se le abren los ojos, se da cuenta de que lo religioso lo que estaba era coartando el pensamiento y la libertad de casi toda la gente. Sufre una crisis afectiva con Josefina y rompen la relación. Ahí es cuando aparece la pintora Maruja Mallo, figura importante también porque generó un libro como 'El rayo que no cesa'. Cuando aquello termina vuelve con Josefina y lo hace convencido, lo que pasa es que por las circunstancias tuvieron una vida muy intermitente. Nunca sabremos qué hubiera pasado entre ellos, de dos mundos tan distintos, si no hubiera habido guerras o si sencillamente hubieran seguido viviendo juntos. Esa es la gran pregunta. Lo que sí es verdad que Josefina Manresa, cuando muere Miguel Hernández —y hay muchos intereses en quedarse con todo el material del poeta para destruirlo por parte de la iglesia, fundamentalmente—, Josefina defiende los textos de su marido como una loba y gracias a ella tenemos hoy el legado que hay en Jaén.
–¿Qué aprendizaje saca de todos estos años de investigación en torno a Miguel Hernández?
–Que fue una persona honesta, íntegra, solidaria, de una bondad y generosidad extraordinarias, pero sobre todo una persona comprometida con la vida. Murió con 31 años por culpa de su coherencia e integridad porque había defendido unas ideas y llegó un punto que le pedían que renunciara a ellas y nunca lo hizo. De haber hecho cualquier gesto le habrían dejado en libertad, eso parece claro, pero él prefirió morir antes que hincar la rodilla ante los verdugos de media España.
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