Un momento de la representación de 'Las hermanas de Manolete'. R. I.
Teatro

'Las hermanas de Manolete', historia de otro tiempo en el FIT de Cazorla

La obra pone en evidencia el exacerbado machismo, la hipocresía y la oscura mano del nacionalcatolicismo en la España de la posguerra

José Luis González

Cazorla

Domingo, 17 de noviembre 2024, 21:57

Una historia no demasiado extendida sobre la familia de Manolete, torero que perdió su desigual batalla con Islero en 1947, fue puesta en escena en el ciclo de Sala del Festival Internacional de Teatro (FIT) de Cazorla. 'Las hermanas de Manolete', escrita e interpretada por ... Alicia Montesquiu, acompañada sobre las tablas por Alicia Cabrera y Ana Turpin, y dirigida por Gabriel Olivares, narra el sufrimiento vital de las dos hermanas mayores del matador. Sacándolo a la luz en una conversación con la actriz Lupe Pino, que supuestamente iba a ser su esposa.

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Al parecer, en aquella época era sabido en los círculos taurinos que las dos hermanas mayores de Manolete, Dolores y Angustias –qué nombres más apropiados– se prostituyeron con el fin de ganar el dinero suficiente para que el 'macho' de la casa pudiera alcanzar la gloria del toreo. Idea de Doña Angustias, una madre mimosa y consentidora con el hijo hasta extremos casi enfermizos y tirana con sus dos hijas mayores –fruto de su primer matrimonio con el también torero Rafael Molina, que murió en la plaza–, a las que trataba como meros objetos y cuyo único propósito en la vida era el éxito profesional del vástago, producto junto a tres hijas más de su segundo matrimonio con otro matador, Manuel Rodríguez Sánchez.

Encuentro

Llamadas aquí Manuela (Alicia Montesquiu) y Remedios (Alicia Cabrera) por respeto a la familia, las dos hermanas se encuentran en la ficción con la actriz Lupe Sino (Ana Turpin), novia de Manolete, tras la muerte de este. Las tres, ejemplos en planos diversos del exacerbado machismo, la hipocresía y la oscura mano del nacionalcatolicismo en aquella España de la posguerra. Turpin, tan diferente a las otras dos, además, mimetizándose con ese país tenebroso que nació del golpe de estado y de la guerra civil, amaneciendo como quien dice novia de un torero tras haberse ido a dormir siendo mujer de un preboste de la República.

Manuela y Remedios –Dolores y Angustias– fueron silenciadas por su madre, por la sociedad e incluso por la historia. Insultadas y escupidas en las plazas donde toreaba su hermano. Sacrificadas para mayor gloria del torero como cocineras, criadas y prostitutas. Una vida de sufrimiento que Alicia Montesquiu ha querido sacar a la luz con esta obra. Contada sobre las tables como si del rodaje de una película se tratara, algo que no aporta demasiado al montaje, provocando continuos cortes en su desarrollo, con la voz en off del supuesto director, que acaban por descentrar al público.

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Haciendo uso de una escenografía móvil con la que se crean distintos ambientes, en los que la imaginación de los espectadores y espectadoras también debe jugar un papel importante. Empleando incluso la mímica y el sonido enlatado para abrir y cerrar puertas, coger objetos o atender el teléfono. Idea que se queda a medio camino de diferentes conceptos teatrales, y que acaba por confirmar la certeza de que lo más simple, en ocasiones, es lo más hermoso.

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