JOSÉ LUIS GONZÁLEZ
QUESADA
Martes, 12 de noviembre 2024, 20:12
David Uclés nació en Úbeda en 1990, pero su familia enraíza en Quesada, de donde también se siente vecino. Un joven vivaz, brillante y bonachón cuya pasión por el abanico multicolor de las artes podría decirse que le convierten en un 'hombre del Renacimiento'. Licenciado ... y Máster en Traducción e Interpretación, ha destacado ya por su particular modo de entresacar nuevas melodías del piano, del arpa, del acordeón o de la guitarra; por adentrarse en el universo pictórico de su paisano Rafael Zabaleta, ejecutando él mismo un buen número de obras de calidad nada desdeñable; y, claro está, por dar rienda suelta a su pluma como los ángeles para dar a luz un libro tan sublime como 'La península de las casas vacías' (Siruela, marzo de 2024), que ya va en busca de su octava edición. Nada más y nada menos. Antes, ya había publicado dos obras, 'El llanto del león' (Ed. Complutense, 2020) y 'Emilio y Octubre' (Ed. Dos Bigotes, 2020).
Publicidad
Casi no hay medio de comunicación, crítico o blog literario que no hayan hecho mención a este libro. Además, con una unanimidad en los parabienes tan pasmosa como excepcional, dado el siempre espinoso tema sobre el que trata: la Guerra Civil española. Da igual si leemos el ABC, el Mundo, El País o eldiario.es, todas las opiniones se orientan en la misma dirección. Dando por bueno el intenso trabajo -casi obsesivo-- llevado a cabo por Uclés durante los últimos 15 años de su vida, que le ha llevado a recorrer 25.000 kilómetros a lo largo y ancho de España. Gracias sobre todo a las becas Montserrat Roig y Leonardo, con las que pudo sufragar tan ardua empresa.
Y es que, con tan solo 19 años, decidió poner negro sobre blanco las historias que contaba a la familia su abuelo Luis. Casi todas transcurrían «¡en la guerra, en la guerra…!», como escenifica el propio escritor, y en ellas entraba toda la familia: María, la mujer del patriarca, su madre, sus tíos, sus vecinos… Hasta un total de 80 personajes, cuyos nombres tuvo la paciencia Uclés de distribuir en un árbol genealógico, «donde también anoté anécdotas de cada uno de ellos» y en el que el único nombre inventado era precisamente el de Odisto, su abuelo. Ese fue el germen de esta obra de 700 páginas «que alcanzó alrededor del 1.000 en su versión menos recortada», confiesa el autor.
Aunque los entresijos de la Guerra Civil propiamente dicha entrarían unos años más tarde, cuando Davíd Uclés contaba ya 25 y se sumergió por primera vez en las lecturas sobre este conflicto tan adherido a nuestra historia reciente. Ahí cayó en la cuenta de que «las cosas que se publicaron durante la guerra me parecían casi fantásticas; desagradables, pero muy oníricas, muy raras. Y dije, ¿y si cojo a estos 80 personajes y, como tengo tiempo porque no tengo ningún editor detrás, los pongo en diferentes lugares de la península durante la guerra?». Fue entonces cuando comenzó el verdadero viaje por 'La península de las casas vacías', visitando cada ciudad, pueblo, calle o plaza que aparecen en el texto. «Si en una calle corría la sangre hacia uno de sus extremos debía comprobar si su pendiente real lo permitía», asegura.
Publicidad
«¡Otra vez la Guerra Civil!» podría decir alguien. Pero, por extraño que parezca, David Uclés ha logrado algo maravilloso: que el lector o la lectora se diviertan entre tanto dolor y destrucción con esa «fina capa de ternura y humor» en su prosa, como la definió Francisco Zaragoza en su presentación. Logrando heroicamente que no decaiga el ritmo narrativo en una novela tan larga, animando al lector a escuchar diferentes músicas en determinados pasajes como si de un trovador se tratara, y otorgando importancia a tramas en apariencia secundarios: amores prohibidos, dramas familiares y hechos prodigiosos que colocan esta obra, sin lugar a dudas, entre los mejores ejemplos del realismo mágico de nuestra literatura.
Virtudes ya reconocidas por miles de lectores y lectoras, cuyo número no deja de crecer para convertir 'La península de las casas vacías' en una de las novelas más leídas en España durante este año. Como el nutrido grupo que llegó hasta Jándula (Quesada) desde el municipio malagueño de Vélez-Málaga, capitaneado por Chón Sarmiento para disfrutar del soleado fin de semana en este municipio de la Sierra de Cazorla, sumergido en los paisajes de la familia Ardolento. El encuentro con David Uclés fue entrañable, dada la naturaleza serena y afable del autor y la indisimulada admiración de sus fans malagueños y malagueñas. Dejando escenas tan memorables y tiernas como la del encuentro grupal con la abuela María, mujer de Odisto, en la puerta de su casa. O, unos metros más abajo, el descubrimiento del cortijo y de la huerta familiar, escenarios tan centrales de la obra.
Publicidad
Lectores y lectoras que, durante la charla que tuvo lugar en el salón de actos del Museo Zabaleta-Miguel Hernánez, mostraron un minucioso conocimiento de la novela de David Uclés, que relacionaron muy acertadamente con clásicos como 'Memorias de Adriano', 'La ciudad de los prodigios' o 'Cien años de soledad'. Sacando a colación lugares y personajes que son producto de la imaginación de grandes autores, como el Macondo de García Márquez o el Demiurgo de Platón, poniéndolos en relación con la Jándula de Uclés o con sus recurrentes apariciones en el texto como creador o semidiós, según se mire. Hasta tal punto reconocieron el valor de esta península de casas vacías que no dudaron en aconsejar su obligada lectura en Bachillerato, por su valor literario y también histórico.
Todos y todas regresaron a Málaga con una gran sonrisa dibujada en el rostro, seguramente como la del propio David Uclés, que pudo mostrar el alma de su obra a quienes mejor la podían entender además de su familia. Tal es así que no pudo reprimir contarles un hecho que aún no había sacado de su intimidad y que emocionó a quienes lo escucharon. Hace tres años, recién llegado de viaje para despedir a su abuelo Luis, que ya se encontraba en coma en el hospital, pidió a su familia que los dejaran solos porque tenía que decirle algo. Cogió con suavidad la mano de su abuelo, acercó la boca a su oído y le dijo: «Te voy a hacer eterno, te lo juro». Odisto se fue con esa promesa ahora complida. Y David apenas lloró porque no estaba triste, «sentía como si mi abuelo, al que solía llenar de besos, me diera el relevo». Desde Jándula, donde nace el Guadalquivir.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.