El poeta cazorleño David Gómez Frías homenajea al amor en su último libro

Y que se suma en la trayectoria de David Gómez Frías a los otros tres publicados en solitario: 'Todas las esquinas tienen sombra' (2020), 'Fracciones de los cristales inquietos' –que mereció el XIX Premio de Literatura para Escritores Noveles que otorga anualmente la Diputación Provincial en 2011- y 'Palabras bajo el cielo' (2016). Además, ha participado en las colecciones de poemas 'La mirada en los espejos', 'No sólo... palabras para la paz' (2005), y en la antología 'Eyaculación Precoz' (1994). También fue galardonado en los XII Premios Facultad de Humanidades de la Universidad de Jaén (2008) con la obra 'Poemas breves de lo inmediato', publicada en abril de 2010.

El prologuista del libro, David Gómez Olivares, expresó su deseo de que «el prólogo que me pidió David esté a la altura de este poemario, donde se demuestra lo difícil que es condensar en la brevedad de un poema, como lo hace él, semejante intensidad y conmoción lírica». Y es que asegura que «el amor, la caricia, el beso, las manos de la persona amada, su llegada o su despedida son descritas aquí de forma magnífica». Al modo que ya lo hicieron referentes del autor y del propio Gómez Olivares, como Lorca, Alberti o Cernuda. Para ello, «utiliza una técnica muy ligada a su propia personalidad, porque David es una persona calmada, y desde ese sosiego escribe y medita, dedicando a cada palabra y a cada verso el tiempo que el poema requiere, con un cuidado escrupuloso en cuanto a estética, forma y estilo», detalla.

«Acercándose, además de al lector adulto y experimentado, a lectores y lectoras más jóvenes, que de este modo se pueden interesar en este género literario para encontrar una renovada sencillez, sin abusar de la abstracción en los poemas y abordándolos con mucha cotidianidad». Tocando en este camino, según el prologuista, «las dos caras del amor, la cara luminosa y feliz, y esa cara del desamor, la tristeza, la soledad o la muerte».

Por su parte, el propio autor, quiso comenzar agradeciendo a la ilustradora Raquel Albusac su generosidad con el diseño de la portada, un dibujo que representa perfectamente el alma de este poemario. Casi disculpándose a renglón seguido por dejar tanto tiempo entre una publicación y otra. «Me he esforzado en retomar lo que no debí dejar tanto tiempo, y a partir de ahora mi poesía tendrá que coger otro ritmo», aseguró. Eso sí, «sin perder mi ritmo natural de escritura, leyendo cada poema que escriba una vez y otra, y otra… y cuando la lectura ya me diga que el poema tiene el ritmo adecuado, entonces está listo para ser enseñado a los demás».

Un proceso que es fácil de dilucidar en 'El tiempo que nos da la vida' y que exige una lectura con igual lentitud, «para poder saborearla convenientemente», alega su autor, cuya madurez creativa se aprecia ya aquí de forma clara, en estos últimos 17 años viviendo en Cazorla, su ciudad natal, tras su larga estancia en Madrid por motivos laborales, «un periodo en el mis poemas se habían hecho demasiado espumosos». Ha finalizado su intervención detallando cuáles son ahora sus intenciones al escribir poesía: «intentar dar vida a todo, a una caricia, a una mirada, al pelo de la amada, una cortina que mueve el viento o la luz que deja pasar una ventana entreabierta», y que bien podría ser la misma luz de este libro.