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JUAN CANO PEREIRA
BÉLMEZ DE LA MORALEDA
Domingo, 10 de noviembre 2024, 17:46
Querido Pepe: el sábado 9 de noviembre, un trallazo como un rayo fulminante, al que no le precedió ni un trueno ni una queja que avisara, partió tu corazón en mil pedazos. Esa misma noche, la noticia nos golpeó el alma con su rumba canalla ... y un dolor de mil pellizcos.
Llevo escuchando flamenco desde que tengo uso de razón y, especialmente, con querencia a la guitarra. La de Pepe Justicia en concreto, porque éramos paisanos, la escucho desde sus primeros progresos en la terraza de su casa en Bélmez: cuántas veces hemos recordado el verano que se partió las uñas machacando el 'Entre dos aguas', de Paco de Lucía. Por eso que el sonido de la guitarra de Pepe sabría distinguirlo hasta debajo del agua. Pero en realidad, no era mi costumbre y mi insistencia en oírlo; era su camino recorrido, su aprendizaje a través de los maestros Sabicas, Diego el del Gastor, Paco de Lucía… no sé, Atahualpa Yupanqui, los viejos soneros cubanos… y Carlos Santana y Jimmy Hendrix hasta su yo, su afirmación como guitarrista, su sello y su maestría, en definitiva, la que terminó por empapárseme. Todo ese sonido —el estilo, el sello Pepe Justicia— que, a la misma hora (las cuatro de la tarde) que su cuerpo recibió sepultura, regresó sesteando hasta la plaza a la que daba su casa de la Moraleda.
Me vienen tantos recuerdos… como el año que fue pregonero de las fiestas. Nos habló de tu infancia, de aquellos primeros amores de verano, de la inconsciencia, de la felicidad… Todo ello lo resumiría quizás una imagen suya cruzando las calles de Bélmez a toda velocidad subido en su Lambretta. Y después, cómo no, habló su guitarra. Por aquel entonces ya nos habíamos acostumbrado a que fuera el artista por excelencia de esta tierra, desde sus primeros tiempos en 'Gente Joven' hasta recibir el Premio Nacional de guitarra flamenca, y el Premio Nacional al toque por bulerías, y todavía faltaban por venir otros reconocimientos y galardones, hasta internacionales (Premio Internacional de Guitarra Flamenca, Jerez 1987 y 1999; Premio Nacional de la Crítica al mejor disco de Guitarra Flamenca en 2003...).
Como había aprendido del gran maestro Paco de Lucía, nunca se planteó si iba a llegar o no, si se iba a hacer rico o se haría famoso. Tocaba la guitarra, antes que nada, para su disfrute, «porque el músico puede llegar a ser el hombre más feliz del mundo con que la olla hierva y tengas un camastro donde acostarte», pero definitivamente, el mundo del flamenco y el de la música en general se tiene que quitar el sombrero ante su maestría musical, ya sea cuando se acercaba a los clásicos ('Goldberg en flamenco'), cuando se mezclaba con el mundo entero ('Deshojando margaritas') o mecía con su guitarra la primorosa voz de Susana ('Ahora', Pepe Justicia y Susana Trujillo). Aunque entre todos sus discos —si no me falla el recuento, son nueve— siempre le manifesté mi querencia especial por 'Trece noches'. Ese mismo disco que alguien le dijo haber escuchado por primera vez un día que estaba en el estudio con Paco de Lucía y, después de estar horas oyendo discos de todo tipo de música, el maestro de Algeciras sacó y, sin decirle nada a su acompañante, lo puso. «Me acuerdo como si fuera hoy que nos miramos y nos llenó de alegría esa manera clara y llana de contar cosas bonitas», le dijo años después a Pepe el amigo de Paco de Lucía.
Mientras escribo esto, lo escucho una vez más. En este preciso instante está sonando 'La Gringa' ,esa rumba que encierra el genio de María la Gringa, que era la madre que lo parió. A ver si con su llana y fresca claridad se me va el mal sabor de esta otra rumba canalla que nos ha partido el alma con el anuncio de su pérdida. Mientras tanto, se me atraviesan muchos recuerdos, muchas confidencias: sus principios al toque, acompañando a casi todos los cantaores de la vecina Jódar, pero sobre todo a su tío Antonio, el Nono de los Gringos; su pena por no haberle tocado nunca a Camarón, pero también la emoción de sus ojos hablándome de sus experiencias con Chocolate, Enrique Morente, Rancapino, Turronero, Chano Lobato… y Felipe Campuzano, Gerardo Núñez, Manolo Sanlucar… porque la música de Pepe Justicia será por siempre la de una guitarra flamenca sin aspavientos, capaz de desgranar la tristeza en una melodía con ecos de Falla, de Albéniz… de maestro.
Y de repente, una soleá titulada 'La fragua de Amando', la de su familia paterna, los herreros del pueblo, se sacude al artista y nos descubre al paisano, al amigo, a José Moreno Justicia, a Pepito, cuya guitarra, entre falseta y falseta, parece dejarnos escuchar su respiración.
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