Juan Jesús García
Domingo, 2 de julio 2023, 18:02
Con el Jazz han llegado los meses de vacaciones a Granada o viceversa. Mientras la ciudad y su zona de influencia se vuelcan en las playas, las convocatorias de Jazz y el resto de las músicas afroamericanas se llenan también de aficionados. Como se ... leía en este periódico el otro día, no hay ninguna provincia en España con ocho festivales de Jazz, Blues y Swing en dos meses. Y uno de ellos, Jazz en la Costa de Almuñécar, entre los cuatro más importantes del país.
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Y comenzaron en Baza y Atarfe. Jazz en el Lago es un clásico ya por estas fechas tras veintiún años solo interrumpidos por la pandemia. Su ubicación en la pradera del lago artificial de la cumbre de la ermita de los Tres Juanes es un valor añadido, por sus impresionantes vistas de la ciudad y la vega, como también por el frescor cuando a ras de suelo nos estamos torrefactando. De ahí su aceptación popular, si bien cuando se puso precio a su acceso para no morir de éxito, por más que sea muy accesible para todas las economías, su concurrencia se ha reducido.
No es frecuente encontrar en los festivales de Jazz el despliegue técnico que se instala para estos conciertos, con dobles pantallas de vídeo y realización en directo. Como tampoco la finura del trabajo y el conocimientos de de causa de los encargados de mezclar las imágenes, que ponen al alcance de los más lejanos, cuando procede, cada detalle en primer plano de los solistas, sus manos y sus expresiones llegado cada momento estelar…¡que hay por ahí sueltos cada aprendiz de Valerio Lazarov!. Ambiente profesional que «invita a seguir tocando toda la noche», como dijo el saxofonista bilbaíno Víctor De Diego, encargado de clausurar las sesiones por este año.
El festival comenzó ya a notable altura con la presencia de la banda del saxofonista estadounidense Wayne Scoffery, que debutó por aquí en el cartel del festival de Busquistar. Scoffery es un rocoso instrumentista en la mejor tradición del Hard Bop, con un sonido poderoso y contemporáneo, de fraseo atrevido y, como todos los suyos, un brillante nivel. Con ellos estuvo el cuarteto Move, formación cambiante entorno a Alberto Arteta y que ocasionalmente, cuando la agenda lo permite, sirve de una prolongación (otra más) de Marc Mezquida; su música abre el abanico de posibilidades del Jazz, llegando a un público no necesariamente entrenado en esta música.
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La segunda noche, de ración larga y doble también, que las veladas empiezan a la caída de la noche y terminan bien entrada la madrugada, cambió el terció completamente con la jovencísima cantante Eleanor Begley. Grande en escena y mínima tras él, tanto que podría pasar por una jovencísima integrante de cualquier grupo pop indie al uso. Su voz, golosa y fresquísima, suave como una caricia a un bebé, denota su crianza brasileña (es fan rendida de la recientemente desaparecida Astrud Gilberto; que por dar el toque granadino al texto, reseñemos que pasaba temporadas ¡en Almuñécar!). Secuestró gustosamente la atención del respetable teniendo a su lado a un grande: el bajista Mark Hodgson. El final estuvo reservado para el saxofonista vasco De Diego, con su homenaje a los gigantes pasos de Coltrane, al frente de un cuarteto sólido, redondo y expansivo, con ejecuciones tan impecables como la 'Lazy Bird' que hicieron. Belleza pura a todo mango. Nos vemos y leemos en Jazz en la Costa de Almuñécar.
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