Una adolescente vuelve a casa al amanecer. Se sienta en el metro y se coloca los auriculares en los oídos, para que nadie escuche lo que piensa. Suena una canción de Rafael Berrio que dice «si tienes quince años y pretendes escapar, con eso basta y sobra para hacerlo». Ella camina por Carabanchel y todavía no sabe que será una de las protagonistas de 'Quién lo impide', la última película de Jonás Trueba (Madrid, 1981) que ni es ficción ni es documental: es una experiencia inmersiva. Tres horas y media que exprimen cinco años de grabaciones en aulas, fiestas, plazas y autobuses. Un viaje de vuelta a casa que habla, en realidad, de usted y de mí y de todos los demás.
El cineasta madrileño ('La reconquista', 'La virgen de agosto'), que viene de triunfar en el Festival de San Sebastián, presentará en Granada 'Quién lo impide' el próximo 20 de octubre (Filmoteca de Andalucía, 16.00 horas. Entrada libre hasta completar aforo), en el marco del 27 Festival Internacional de Jóvenes Realizadores, que se celebra esta semana. Al principio de la película, Trueba entrevista a Marta que, de vez en cuando, se mira en el espejo durante horas. «Yo misma soy una desconocida», reflexiona con las pupilas clavadas en sí misma.
Jonás Trueba, durante el rodaje.
–Ese espejo sirve como metáfora de la película.
–Me gusta mucho esa escena porque resume muy bien ciertas cosas: la idea de no tener miedo, de dudar de uno mismo, el momento de construir la identidad... Y eso es algo que no sucede solo en la adolescencia. Sí, es una escena potente. Una metáfora.
–De 'Quién lo impide' han dicho que es el 'Boyhood' español.
–No tiene nada que ver, lo dicen porque hemos rodado durante cinco años, pero la película de Linklater es mucho más calculada. Esto es un experimento más intuitivo, libre y caótico. No hay protagonista, son un montón de jóvenes. Es testimonio documental y es ficción al mismo tiempo.
–Ese montón de jóvenes son adolescentes creciendo durante cinco años. ¿Qué ha aprendido de ellos?
–Ha sido una aventura muy larga en la que todos, ellos y yo, hemos crecido. Nos ha pasado la vida por encima, incluida una pandemia. Son jóvenes que, a pesar de los problemas, tienen una visión y tienen esperanza. Tratar con ellos te regenera, es un chute de energía muy importante.
Protagonistas de la película y el cartel.
–En una escena, un grupo de adolescentes al salir del instituto dicen que les gustaría que el cine y las series mostrara a los jóvenes más normales. ¿Lo normal es lo raro?
–Ellos están acostumbrados a la espectacularización de todo. Hay una dictadura de lo espectacular que afecta al cine, a las series, a los medios y a casi todo en la vida. 'Quién lo impide' es una apuesta que hago con los jóvenes por la normalidad, por esas cosas que suelen quedar fuera de las películas, series o noticias: una conversación, un roce, un beso... cosas que no se enseñan y que representan el 95% de la vida que vivimos.
–En la película, los jóvenes hablan de todo y se muestran aulas donde no hay fronteras. Curioso que fuera haya tanto odio, tanto racismo.
–Los padres que ven la película me dicen que les resulta tranquilizadora. Esperanzadora. Porque se muestran jóvenes que dan lo mejor de sí mismos. Hay dudas, contradicciones, pero también hay deseo de comprender el mundo en el que vives, de comprender al que es diferente. Puede sonar a una idea buenista, pero es la clave: no ser tan sectarios. Aceptar que el vecino de arriba o el del pupitre de al lado es distinto y tiene otras ideas.
Viaje de estudios a Granada, parte de la película.
–Los protagonistas vienen a Granada de viaje de fin de curso. Una curiosidad: por ahí arriba, ¿Granada es una especie de mito de la juventud?
–[ríe] Puede ser. Para los que vivimos arriba, tenemos una idea de Granada preconcebida, la que descubres en un viaje de fin de curso: los sitios evidentes, los monumentos, las tapas... Luego resulta que es una ciudad inagotable con muchas capas de la que solo se muestra la primera.
–¿Existe el derecho a la fiesta?
–Cuidado con la palabra 'derecho'. Los jóvenes necesitan divertirse y desinhibirse, como los adultos. Cuando sacan las imágenes de los botellones, como es espectacular, solo se incide en eso y no en otras muchas imágenes que podríamos generar que son más interesantes, genuinas y representativas de su realidad. De pronto parece que todos los jóvenes de España están haciendo botellón las 24 horas del día y es falso. Y conste que un botellón no creo que sea lo peor que puedes decir de un joven.
«Parece que todos los jóvenes de España están haciendo botellón las 24 horas del día y es falso»
–La culpa de la pandemia fue de los jóvenes...
–Yo he pensando mucho qué me hubiera pasado si me pilla la pandemia con 16 años. En ese momento en el que lo que más deseas es estar fuera de casa, con los amigos, con tu primer o segundo amor... Es que no somos conscientes.
–Los actores de la película, Concha de Planta en San Sebastián.
–Dan lo mejor de sí mismos y eso impresiona. La naturalidad es revolucionaria ahora mismo y sorprende. ¿Por qué? Porque cada vez escasea más en el cine y en el arte, cada vez todo es más artificial, más postproducido... Entonces, cuando apuestas por lo contrario, por cosas cercanas, menos revestidas y sin manipular, impresiona. Y por eso ellos impresionan.
Rodando por Madrid.
GUILLERMO RODRÍGUEZ
–Uno de los temas del film es lo que se espera de los jóvenes, esa presión. ¿Ser un Trueba es una bendición o una maldición?
–[Ríe] Más cerca de la bendición. Cada vez soy más consciente de la suerte que he tenido con mi familia. No me ha faltado de nada, rodeado de comprensión, he crecido viendo a mis padres hacer películas con mucho amor, siempre con una gran ética que me han transmitido.
«He crecido viendo a mis padres hacer películas con mucho amor, siempre con una gran ética»
–¿Qué huella le gustaría dejar en el mundo?
–Uff... No lo he pensado nunca. Supongo que estas películas son mi huella. Una película es un vehículo privilegiado para compartir cosas que te gustan. Aspira a seguir haciéndolas y a poder compartirlas con los que quieran sentarse en una butaca. Otros hacen eso en Instagram o en cualquier otra red, es su espacio para compartir todo el rato movidas. El cine se parece a eso, pero de manera más lenta, reflexiva y reposada.
–Usted no tiene redes sociales.
–Por eso. Son muy válidas y útiles, pero generan ansiedad por compartir cosas al momento. Prefiero hacer una peli cada año o cada diez años y meter todo lo que he estado pensando a poner cosas en redes sociales. En ese sentido, creo que es más humilde la película que el Instagram.
–En 'Quién lo impide' juegan a 'Yo nunca...' ¿Jugamos?
–Miedo me das...
–Yo nunca... he pensado que 'Quién lo impide' podría ganar el Goya.
–¡No bebo! ¡Nunca lo he pensado! [ríe]
«Quiero hacer la película que retrate a Granada como una ciudad fascinante»
Jonás Trueba, durante el rodaje en un aula de instituto.
G. R.
-Tiene un proyecto en marcha para rodar en Granada. ¿Qué puede contar?
–Poco, poco. Voy a intentar rodar el año que viene, pero nada es seguro. Tengo un proyecto muy bonito en el que llevo trabajando un buen tiempo. Lo seguro es que voy a estar bajando mucho a Granada... Me gustaría hacer un retrato digno de la ciudad, de todas sus capas, no solo de esa primera que todo el mundo conoce. Quiero hacer la película que retrate a Granada como una ciudad llena y fascinante.
–El miércoles estará en el Festival de Jóvenes Realizadores.
–Me hace mucha ilusión. Con el nuevo director, Antonio Miguel Arenas, intuyo que va a crecer. Es una apuesta renovadora. En Granada echo en falta más espacios para el cine y siendo una ciudad tan viva y abierta a la cultura, tiene una deuda pendiente con el cine. El festival es una gran oportunidad.
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