José Antonio Lacárcel
Sábado, 24 de junio 2023, 23:31
Los nombres de Bruckner y Wagner quedan unidos en la programación del Festival granadino, gracias a la actuación de la JONDE, joven orquesta, promesa de futuro y realidad de presente, que actuó ayer tarde en el auditorio del Centro Manuel de Falla, bajo la dirección ... de un maestro de tanto prestigio y categoría como el israelí Eliahu Inbal. Y digo que están unidos estos dos nombres porque el programa confeccionado ha tenido en cuenta los puntos comunes que configuran la creación de ambos autores, sobre todo por la enorme admiración que Bruckner sintió por el gran representante de la más genuina ópera alemana. Esa admiración no tuvo correspondencia auténtica en Wagner, cosa por otra parte muy habitual en un hombre tan genial como soberbio y pagado de su indudable talento. Pero la de Bruckner está concebida en algunos momentos como una elegía sobre la muerte de Wagner, en palabras del propio compositor. Y de ahí también la lógica introducción del programa con el Preludio, Muerte de Tristán e Isolda.
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Como puede advertirse por esta breve introducción el programa resultaba, en principio, sumamente atractivo. La belleza indudable, todo el intenso mundo espiritual del amor y la muerte en el Tristán se complementaba con una de las más hermosas páginas sinfónicas y también de las muy apreciadas por el público entendido: la Séptima de Bruckner. Y también estaba el indudable atractivo de una orquesta joven, la JONDE,que tenía ante sí un reto importante sobradamente superado por la gran calidad que tienen estos jóvenes intérpretes. Pero sobre todo, el gran atractivo de ver en el podio a una figura indiscutible de la dirección orquestal como es el israelí Eliahu Inbal, un músico impresionante que sabe transmitir toda su sabiduría, toda la musicalidad que encierra, digo que sabe transmitirla a los elencos que tiene a sus órdenes consiguiendo en todo momentos unos resultados óptimos.
Y eso es justamente lo que ha pasado en el concierto del sábado en un horario que no me parece el más idóneo para un programa de la enjundia y de la belleza de éste. Porque parece que el público se inclina más en estos casos por los horarios de noche. Pero no obstante sí hemos observado una buena entrada en el Falla, aunque la verdad hubiera sido más lógico y también más justo que ambas salas se hubieran llenado en su totalidad. Pero lo que se puede decir en estos casos: los que no han venido ellos son los que se lo han perdido.
Porque ha resultado un concierto espléndido en una tarde de aciertos de todos los protagonistas de la jornada musical. Tanto el director como la joven orquesta han demostrado su calidad, su perfecto entendimiento, esa complicidad necesaria para culminar adecuadamente una obra de arte. Complicidad, unión entre un director de excepción y una orquesta joven, muy joven, pero de una gran calidad. La JONDE presenta una cuerda muy robusta y con un sonido formidable, los metales firmes, seguros, musicales en todo momento y la madera perfecta con una seguridad absoluta y consiguiendo ese sonido hermoso y único de esta sección de los instrumentos de viento. No puedo pasar por alto los dos excelentes timbaleros que han ofrecido lo mejor de sí mismos a lo largo de toda la velada musical.
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La lectura que Eliahu Inbal ha hecho del Preludio y Muerte de Amor, del Tristán e Isolda, ha sido perfecta. Ha sabido buscar y encontrar en los jóvenes intérpretes lo mejor de sí mismos, les ha imbuido el espíritu de Wagner, del Wagner más glorioso, del excepcional autor de las más hermosas páginas orquestales de toda la historia de la ópera. La versión ha sido perfecta contando el gran director con el entusiasmo y la eficacia de tan jóvenes como excelentes instrumentistas. Y luego la impresionante Sinfonía nº 7 de Bruckner, donde tan claro está el homenaje a Wagner, con la inclusión de las tubas wagnerianas, último homenaje rendido por Bruckner a su admirado y admirable –en lo musical claro– Wagner. Las dinámicas han sido perfectas, el equilibrio de planos excepcional. Inbal ha estado en estado de gracia, derrochando una calidad excepcional y dibujando la música de manera que ha encontrado la respuesta perfecta de la orquesta a la que ha hecho sonar de forma espléndida. Y ante los bravos sinceros y los grandes aplausos, Inbal ha tenido la generosidad de ofrecer, fuera de programa, la obertura de 'La forza del destino', de Verdi. Muchas veces he tenido la ocasión de escuchar esta bella página pero nunca la he oído tan perfecta, tan acabada, tan llena de vitalidad, como en la ejemplar versión de la JONDE y de Eliahu Inbal.
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