
No es normal que un percusionista sea el líder de una agrupación musical, y mucho menos de flamenco, aunque no es de todo extraño y, ... tratándose del mítico Rubem Dantas, todo está explicado. Compañero habitual del Sexteto de Paco de Lucía y percusionista internacional de infinidad de músicos, Rubem Dantas se presentó este viernes, en La Platería, en formato de Trío, para convencer a los dudosos de que el cajón ha entrado en el flamenco por la puerta grande para quedarse y hacerse, por momentos, imprescindible. Rubem, en el centro, de blanco; a su derecha, el joven cantaor Aarón Barrul; y, a la izquierda, su guitarrista habitual en estos últimos tiempos, José Fernández 'PTT' (los dos de negro).
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Rubem anuncia los temas, como un flamenco antiguo, aunque su estilo es evidente. Él dirige, él se impone como director, como ese guitarrista que monta alianzas en su entorno. En primer lugar anuncian una zambra, una zambra caracolera, en concreto 'La zarzamora', que dio identidad a Lola Flores en otros tiempos. La voz de Aarón es limpia, abierta y muy gitana; un flamenco que promete. José Fernández, es un guitarrista avezado y con temple, que debe seguir minuciosamente los cambios de ritmo y el vértigo que propone Dantas en cada momento (a veces, difícil de alcanzar). Para las malagueñas del mellizo, el cajón quedó a la espera, para enriquecer la pieza cuando se abandolaron, y terminaron por rondeñas. El brasileño explicó que los tanguillos de Cádiz participaban de los tres continentes (África, Europa y América), y es así, sus formas, su ritmo, su latido. Desde un principio, se acordaron de Paco y Camarón e incluso adaptaron la letra para referirse al maestro de la Isla. La soleá por bulerías, en la que también miraron a los referentes antedichos, comenzó con un solo de cajón muy aplaudido. Y, con los tangos de Granada (aunque a decir verdad traspasaron nuestras fronteras) terminó un concierto que vibraba por sí mismo.
El bis, después de la insistencia del incomprensiblemente escaso público, fueron unas bulerías que el protagonista dedicó a su ahijado, a punto de nacer. Su madre, la bailaora Noemí Álvarez, presente en la sala, tomó el testigo y, subiendo a las tablas, se echó un bailecito, a los ocho meses y medio de embarazo, aportando una entrañable y asombrosa anécdota a la noche.
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