José Becerril Madueño, una historia calcaada del Don Gregorio de 'La lengua de las mariposas'. ARCHIVO INSTITUTO JOSÉ DE MORA

José Becerril, adalid de la enseñanza libre en Baza

Su historia está casi calcada de la del Don Gregorio de 'La lengua de las mariposas', y terminó de la misma forma: con su fusilamiento

Lunes, 1 de junio 2020, 00:38

Cuando Manuel Rivas escribió el relato que dio origen a la película 'La lengua de las mariposas', dirigida por el malogrado José Luis Cuerda y con el también añorado Fernando Fernán Gómez en el papel de Don Gregorio, reflejó en su personaje a decenas de ... profesores e intelectuales que en los días de la guerra civil murieron por defender un modelo de enseñanza desprovisto de ideologías. Muchos de ellos, además, asesinados por uno y otro bando en juicios amañados, aun teniendo ideas que defendieron en puestos de base sin implicarse en delitos de sangre, sobre todo entendían de justicia y de progreso. Fueron víctimas de un cruce de muertos donde quienes más perdieron fueron quienes más se arriesgaron. Uno de estos personajes paradigmáticos es el de Don José Becerril, a quien se sigue recordando en Baza porque la biblioteca de la ciudad lleva su nombre. Los estudiosos Juan Antonio Díaz, Francisco Tristán y Juan Hidalgo han recreado su historia en el trabajo 'Don José Becerril Madueño: director del Instituto Republicano de Baza'.

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Tal y como afirman estos tres investigadores, Becerril no era natural de Baza, sino que nació en Alcalá de Guadaira (Sevilla), un 2 de febrero de 1889. Hijo de una familia humilde, estudió becado el Bachillerato y la Licenciatura de Ciencias Químicas en la universidad hispalense. Además de su dedicación profesional como docente a las ciencias, mostró un gran interés por el francés, el alemán y la música, y además era un amante de las 'nuevas tecnologías' de su época: el cine, la radio y la fotografía. Fue en su pueblo natal donde se afilió al PSOE en 1922 y entró en la masonería, formando parte de la logia Filipinas, con el nombre de Germinal –inspirado por la novela de Zola-, en 1927.

El primer destino que tuvo como profesor de Ciencias Exactas y Físico-Químicas fue en el Instituto de Arrecife (Lanzarote). Allí fue donde vivió la proclamación de la II República Española, con mucho entusiasmo e implicación, puesto que llegó a ser concejal de dicho cabildo insular. A Baza llegó el 14 de marzo de 1932, para tomar posesión de su plaza como catedrático de Matemáticas. El instituto de la época era un centro de segunda enseñanza, que se había fundado cuatro años antes, en unas condiciones muy precarias y con un profesorado, en líneas generales, poco comprometido con este proyecto educativo para la ciudad de la Dama. Mucho menos comprometidos estaban sus directores, que ni siquiera solían residir en Baza. A esto debemos añadir la escasa plantilla de profesores que tenía, pero entre la que se contaban nombres como el de Joaquina Eguaras, profesora de Lengua y Literatura, primera secretaria del centro y quien luego sería directora del Museo Arqueológico, cargo que conservaría hasta 1967.

Cambios

A las pocas semanas de la llegada de Becerril a Baza, el Instituto, según la investigación de Díaz, Tristán e Hidalgo, cambió de ubicación al edificio de la antigua cárcel, situada en la plaza de Pablo Iglesias –denominación que se dio en la II República a la plaza Mayor–, de propiedad municipal. La plantilla de profesores fue totalmente renovada, y Becerril comenzó el curso 1932-1933 como director. Inmediatamente, se puso manos a la obra: pidió recursos y ayuda económica al Ayuntamiento para adquirir material científico; una subvención para crear una biblioteca, puesto que Baza carecía de una pública; ayuda para alquilar películas educativas y didácticas, financiar excursiones culturales; creación de un aula nocturna para la educación de los obreros, y también un aula preparatoria para el examen de ingreso, la creación de una residencia de estudiantes y otro bedel. A final de curso, ya estaba en Madrid reclamando que el centro subiera de categoría para ofrecer el Bachillerato completo.

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Alumnas del Instituto de Baza durante la II República. ARCHIVO INSTITUTO JOSÉ DE MORA

Los proyectos fueron cristalizando: primero, la biblioteca, a la que llegaron los 700 primeros volúmenes, y una emisora de radio, EA-7-CE de Baza, que emitía en onda corta y que llegaba hasta Sevilla –lo que sería una de las causas de su condena, años más tarde– y que fue construida artesanalmente por su director, tal y como recuerda Juan Antonio Díaz: «Becerril cogía las planchas de cobre para hacer las bobinas y las ponía bajo las vías del tren para que cuando pasara las cortara. Como hombre de ciencia e inquieto que era, entendía que los medios de comunicación eran claves para la formación del pueblo». Paralelamente, las tensiones políticas del momento también se materializaron en el Instituto, puesto que varios profesores se le enfrentaron por cuestiones ideológicas. No obstante, el profesor siempre evitó hablar de política en el aula, aunque nunca ocultó su afinidad. «Fue un hombre respetuoso con todas las creencias. Nunca hizo de ninguno de sus postulados una causa de enfrentamiento, sino de debate», comenta Díaz.

La eclosión

Al año siguiente, concretamente en agosto de 1935, se creó una Comisión Pro Instituto que trabajó para conseguir los fondos necesarios, mediante suscripción popular, para acometer con éxito las obras de ampliación y reforma, y de esa forma evitar la posible clausura, y, en el mejor de los casos, como afortunadamente así fue, su elevación a Nacional. Aparejada a esta gran concesión, la plantilla de los profesores titulares y catedráticos se consolidó, la pareja de bedeles y el personal de administración también, y hubo más fondos para la biblioteca del centro.

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La, discutida ahora por los historiadores, victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 provocó que se enrareciera el ambiente de normalidad en las aulas. Sin embargo, la sintonía ideológica era mayor entre el nuevo consistorio presidido por el socialista Manuel Ramos Esteban, y cristalizó en diversos proyectos, como la proyección de películas educativas para los niños de las Escuelas Nacionales, ya en el infausto verano de 1936. El devenir de la guerra colocó a Baza en el bando republicano, una posición que mantendría hasta los días finales de la contienda. El curso 1936-37 fue especialmente duro, por la situación bélica. Las clases pudieron comenzar solo en la segunda quincena de marzo del 37, en lugar de octubre del 36. El último curso antes de su detención y posterior muerte, 1938-39, con todas las dificultades y problemas, José Becerril consiguió salvar y mantener el Instituto.

Tras la toma de la ciudad por el nuevo orden franquista, el profesor fue inmediatamente desposeído de todos sus cargos. Con 50 años de edad, fue encarcelado, juzgado en un procedimiento sumarísimo de urgencia por un tribunal militar y condenado a muerte, sentencia que fue ejecutada en la madrugada del 4 de septiembre de 1939 junto a una tapia del cementerio.

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Tras él quedó un legado impresionante y mucha amargura. Su mujer fue detenida y liberada posteriormente, y su hijo, que llegaría a ser ingeniero y trabajar en las obras del pantano del Negratín, no volvió a pisar Baza. «Prefería buscar una casa en Zújar, Caniles o en Benamaurel; tal era su pena», afirma Juan Antonio Díaz. La labor de José Becerril en un pueblo que por entonces pertenecía al perfil de la España Vaciada no se ha olvidado, y hace unos años se le tributó un homenaje por parte de sus nietos y bisnietos, con visita a la fosa común –una de tantas– en la que se presume que están sus restos.

Excursión al Jabalcón con Becerril (de espaldas) ARCHIVO INSTITUTO JOSÉ DE MORA

Una ciudad con tren y caciques

La Baza de los años 30 del pasado siglo no era comparable a la de hoy, aunque, paradójicamente, tenía un tren del que la de hoy carece. Pero también un casino donde se daba cita la 'buena sociedad', y unas tasas de analfabetismo altísimas, que Becerril combatió creando un aula para los obreros de la azucarera, la industria más importante de la comarca. Tal y como afirma el investigador Francisco Tristán, «200 obreros y 100 obreras recibieron sus clases nocturnas. Luego, las Juventudes Socialistas y la UGT le pidieron que impartiera enseñanza a sus aficionados. El hecho de que el Instituto no perdiera sus clases durante la guerra fue algo inédito en muchos puntos del país». Becerril fue un lujo para Baza, porque también fue uno de los precursores de la enseñanza a distancia, que impartía a través de la radio, y creó la primera residencia de estudiantes. «Que después de trabajar para importantes empresas y en la Universidad de Sevilla se decidiera a vivir en Baza fue un hecho que marcó los años de la II República en la ciudad. Y fue lamentable que, años más tarde, sus alumnos tuvieran que realizar un examen para convalidar unos estudios que eran perfectamente válidos. Otra injusticia», añade.

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