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José Antonio Muñoz
Viernes, 29 de noviembre 2019, 12:08
Carolina Molina es madrileña de nacimiento y granadina de adopción. Esencialmente, su producción gira en torno a la novela histórica, y es una acérrima defensora del patrimonio y su conservación. Esta tarde (19.00 horas) presenta en la Librería Babel (frente al Monasterio de San ... Jerónimo), 'Los ojos de Galdós', su nueva novela, donde conecta, una vez más, Madrid y Granada.
-¿Cómo se le 'apareció' por primera vez Galdós?
La primera persona que me habló de Galdós fue mi padre, a quien dedico la novela precisamente. Me dijo: «Si te gustan los temas madrileños tienes que leer a Galdós». Y así empecé a buscar en mis orígenes todos los veranos desde los 16 años. Casi siempre con sus novelas costumbristas, las que no forman parte de sus Episodios Nacionales. He disfrutado más de sus novelas contemporáneas porque los personajes están mucho más perfilados, lo que no quita que haya episodios que son de gran fuerza narrativa.
-El recurso de amanuense que no solo escribe al dictado, sino que va más allá y 'vive' con y para Galdós, ¿qué problemas le planteó?
Supongo que me preguntas por Carmela Cid, que es la protagonista femenina de la novela y que ayuda a Galdós convirtiéndose en sus ojos en esos momentos en que ya no pueden ver. Ella vive para Galdós porque es su referente y también por Galdós porque gracias a él consigue avanzar en un mundo muy difícil para una mujer que desea escribir. En el fondo no es tan diferente de lo que existe en la actualidad. Ni tan diferente de lo que he vivido yo, también tuve y tengo como referente a Galdós en mis novelas. El primer problema que me planteé al iniciar la historia fue: ¿Cómo relacionar a Galdós con Granada? Porque yo sigo cumpliendo mi promesa de sacar a Granada en todas mis novelas. Y fue complicado pero luego todo vino solo. Además que luego descubrí que Galdós sí había estado en Granada en 1904.
-La sombra de Max Cid, protagonista de su trilogía anterior, sobrevuela la trama y la vida de su hija Carmela, determinando en parte su suerte. ¿Podemos hablar de que la trilogía se ha convertido en tetralogía, o estamos ante un nuevo comienzo?
Todavía no lo he decidido ni yo. Cuando terminé El último romántico pensé que había que terminar con el personaje de Max Cid pero muchos lectores han insistido en que lo recupere. De alguna manera es mi ángel de la guarda, el que me ha proporcionado muchos momentos felices en Granada, pero también hay que dejarlo volar y ofrecer oportunidad a otros que le siguieron. Le ha tocado ahora a Carmela…en el futuro, quizás, solo digo quizás, podrán aparecer sus descendientes. Me parece que esta decisión dependerá de Galdós.
-Su labor de documentación vuelve a brillar en la obra. Con una fuerza de la naturaleza como Galdós, ¿qué le ayudó a separar el grano de la paja?
Es muy complicado entrelazar las historias de los personajes ficticios con otros reales. Es como hacer un puzle. Galdós, por ser hombre reservado, ha proporcionado poca información íntima y sus biografías no son lo completas que quisiéramos. Espero que pronto haya una biografía fiel, completa de Galdós, contrastada con la familia, para que podamos conocer al hombre por encima del escritor. Gracias a esta novela he podido conocer al portavoz de la familia, Luis Verde, a quien quiero agradecer su amabilidad y que entendiera que esto es una creación literaria, porque debe ser muy complicado ser objetivo al ver a un familiar tuyo como personaje de ficción. Ha sido tan generoso conmigo como lo fue Galdós con Carmela. Pero si tengo claro algo, es que Galdós fue fundamentalmente un hombre bueno, tolerante y respetuoso. Y eso es poco corriente en cualquier época. Con todo, siempre intento, cuando doy protagonismo a una persona real, no juzgarla. En este libro encontraremos muchas opiniones opuestas sobre Galdós, personas que lo quisieron y personas que lo odiaron. Como en la vida real, aquel que llega más alto, recibe siempre las flechas de la envidia. He querido ser objetiva con don Benito pero me parece que, como dice mi editora, se me ha visto el plumero, que me gusta mucho y me he enamorado de él.
-Ese «se me había olvidado lo lejos que estaba Granada... » que pronuncia su protagonista, ¿va con segundas, o con terceras?
Ja, ja… Con terceras y con cuartas. También creo decir en la novela «nunca he visto una ciudad peor comunicada». Es lamentable la desidia en la que permanece esta ciudad, que podría ser la más rica, culturalmente hablando, de toda España. Como vivo fuera de Granada, he sufrido mucho con la espera de la llegada del AVE. Y seguramente no he sufrido ni la mitad de los que viven aquí. Granada tiene que ser un ejemplo a seguir, siempre he dicho que lo que le falta a Granada son unos buenos gestores, en todos los ámbitos. Pero, claro, si somos realistas, es algo que nos falta en toda España.
-Otra de las constantes de su producción es el activismo a favor del patrimonio. ¿Busca poner en valor lo que Granada era y recordar lo que perdió?
Por supuesto, siempre que puedo lo hago. Tenemos que recordar lo que tuvimos para darle el valor que tiene. Con las novelas, con las rutas literarias y con las conferencias, siempre termino hablando de la Granada que fue y que ya no es. Recordando a todas esas personas que hicieron tanto por mantenerla en pie, como Torres Balbás o Gómez-Moreno. Sigo colaborando con la Universidad de Granada desde hace años en su interés de usar la novela histórica como recurso didáctico, algo pionero y que gracias al profesor Andrés Palma y sus compañeros de departamento, nos proporciona a todos los novelistas la posibilidad de dar un segundo uso a nuestras novelas. Precisamente en estos días, Ana Morilla, Sabina Morante y yo, estamos haciendo actividades usando el libro ilustrado Voces de la Historia para este fin.
-El periodismo es «maquinaria de productos perecederos y apenas sobrevive a un comentario del día siguiente». ¿Qué ha aprendido del Galdós periodista?
Muchas cosas, más que en todos los años de carrera. Y no lo digo por decir, porque Periodismo en los años ochenta fue de lo más desastroso. Galdós me ha enseñado a observar, a que debo ser consecuente con mis ideas y a que hay que luchar por lo que uno quiere. Es cierto que no hay nada más antiguo que una noticia de ayer, como nos decían, pero las técnicas del periodismo son siempre iguales en todas las épocas y me han ayudado a acercarme mejor a la novela histórica. Además la ventaja de escribir este género y ser periodista es que luego puedes escribir artículos y reportajes paralelos y usar esa información que has adquirido con otros fines, más didácticos o informativos. De hecho Galdós me va a tener ocupada todo el 2020, con su centenario, entre conferencias y actividades.
-¿Cuánto tiempo le ha ocupado escribir este libro, y qué ha sido lo más complicado? ¿Quizá desentrañar la complejidad política, social y cultural del periodo de entresiglos?
Si le soy sincera, no recuerdo cuándo me surgió la idea de escribir sobre Galdós. Hace relativamente poco Facebook me recordó que había puesto hace siete años una frase con su correspondiente foto en el Monumento de Galdós en el Retiro de Madrid, relacionada con la intención de escribir sobre el escritor. Hace por lo tanto más de siete años, quizás nueve o diez, que tenía en mente escribir sobre él. Y ha sido un proceso largo porque, como he dicho, hay pocas biografías claras y además leerme todo lo que escribió Galdós era casi imposible (tardo más en leer una novela suya que él en escribirla). Don Benito es inabarcable, es inmenso y no quería centrarme en su obra porque podría asustar a los que todavía no quieren leer a Galdós. Por eso me centré en su personalidad y en su vida, tomando retazos de las biografías y de sus propias memorias, de sus comentarios. La parte histórica es siempre para mí la más complicada, sobre todo si se centra en Madrid, porque aunque madrileña tengo que reconocer que soy una principiante, siempre me he sentido mucho más cómoda hablando de Granada. Al final, todo es complicado, porque los personajes también exigen su espacio y tienes que darles fuerza, buscar su personalidad, su forma de hablar…todo eso alarga mucho la documentación y el periodo de creación de la obra.
-Su ámbito favorito es el siglo XIX, y con esta obra salta al XX. ¿Se atreverá pronto con una novela histórica que avance hacia un tiempo más próximo?
Creo que sí. Le estoy dando vueltas. Es muy posible que la próxima se adentre en el s. XX, ahora bien, tengo varias ideas y cuesta decidirse.
-Granada la ha adoptado desde hace años. ¿Qué la atrajo a esta ciudad, y qué la sigue atrayendo?
Ahora me atrae lo mismo que hace veinticinco años. Sus calles, su historia, sus gentes…Granada tiene vida propia. No solo es la Alhambra o Federico, es mucho más. Es una sensación de bienestar la que percibo cuando estoy en ella que no he encontrado en ningún otro lugar que haya visitado. Tengo que reconocer que Granada se ha portado muy bien conmigo y nos queremos, bueno, nos amamos mutuamente.
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