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juan jesús garcía
Domingo, 14 de agosto 2022, 23:54
En mayo de este año los Cero se subieron nuevamente a los escenarios, y lo hicieron a lo grande en el Palacio de Deportes. Comenzando ... por el final una gira que tenía que dar muchas vueltas antes de llegar a Granada, pero que arrancó al revés con un concierto donde se jugaban mucho más que unos aplausos, y que se solventó con holgura.
La fecha de presentación en la Costa granadina, primero en Motril y definitivamente en Salobreña, iba a ser la primera entre nosotros, pero se tuvo que posponer varias veces hasta este fin de semana, cuando por fin pisaron tierra mediterránea. Más de dos mil personas saludaron este regreso a una villa donde «hacía más de 30 años que no tocábamos», como dijo su cantante, en recuerdo de aquellos muchos conciertos en los que participaron cuando los festivales se hacían en el castillo árabe.
Pero antes de ellos, como luego en la despedida final estaría Paco Burgos con su archivo de música 'generacional'. También El Hombre Garabato. Una cierta confusión horaria (su presencia adelantó una hora el comienzo) dejó a muchos sin poder escucharlos completos. Sin duda EHG es el grupo compañero de gira más coherente con 091, a falta de ese festival (¿imposible?) de 360º donde ver juntos a Lapido, José Antonio García, el Hijo Ingobernable y Ma Baker autoteloneando a la banda nodriza.
EHG se mueve en un imaginario próximo al de los Cero, con una fuerte carga poética y un bello trabajo en equipo, preciosamente expuesto con voces confiables, primorosos juegos vocales, de guitarras y un nutritivo teclado cohesionando todo. Una banda exquisita en formas y con fundamento de fondo.
Sin las tensiones internas de aquel forzado 'debut' primaveral, si bien 091 nunca ceden al relajo escénico, profesionalidad obliga, su actuación en el Tropical Summer Festival resultó incontestable. Ocurre con muchos grupos granadinos, que fuera del capital se liberan de presión y se sueltan. Y en Salobreña los Cero se superaron.
Con el sonido seco, recio y muy fuerte que los caracteriza terminaron un poco más lo que habían dejado a medias, y ya dos veces. Impecables en todo: en los punteos punzantes del Lapido mayor, en los vertiginosas carreras por el mástil del menor; Jacinto bombeando graves como si le fuera en ello la vida; Tacho mecanografiando el compás, y José Antonio en su línea, misterioso y ajustado en la portavocía. Uno echa de menos algo de comunicación directa, verbal, que humanice y distienda, -cosa que sí hacen ellos por separado-, pero el austero silencio es ya la marca indeleble de la casa, como el negro en la vestimenta o las gafas oscuras de su cantante.
El repertorio fue muy similar, por no decir idéntico al del Palacio de Deportes. Dos docenas largas de piezas enchufadas con el interín en el primer bis de 'El fantasma de la soledad', de sabor a madera y nylon. Temas de todas sus épocas, que pasan los años y la vida, la nuestra y la suya, la antigua y la nueva, y no solo mantienen su vigencia sino que se reciben, interpretan y decodifican con nuevos ángulos y perfiles, algo que no sucede más que con las creaciones destinadas a ser eternas, sean libros, películas o canciones como éstas. Larga re-nueva vida a los Cero.
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