El legado ‘in memoriam’ de Manuel Azaña, voz ilustrada de la razón, fue depositado este viernes en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes, en Madrid, en un acto celebrado con motivo de 145º aniversario del nacimiento del político y escritor. Presidente del Consejo de Ministros (1931-1933) y de la II Segunda República (1936-1939), Azaña fue reivindicado por los participantes en el encuentro, entre ellos el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, y el director de la entidad, Luis García Montero, que coincidieron en resaltar sus palabras de «paz, piedad y perdón», pronunciadas en su célebre discurso del 18 de julio de 1938, a los dos años del comienzo de la Guerra Civil. Entonces Azaña exhortó a los españoles a que, si alguna vez sentían que les hervía la «sangre iracunda», escucharan la voz de aquellos que cayeron en la batalla en defensa de un «ideal grandioso» y ya no abrigaban ni odio ni rencor.
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Azaña, el orador parlamentario más insigne que ha tenido España, según el juicio de Salvador de Madariaga, permanece en la memoria de los que se dieron cita hoy en el Instituto Cervantes para rendir homenaje al autor de ‘La velada en Benicarló’. «En este acto rendimos homenaje al hombre, al estadista, al escritor, al referente para millones de españoles que defendieron la libertad y la democracia frente a la tiranía, la intolerancia y la violencia. Y con él también rendimos homenaje a unos valores, a esos valores tan suyos, como la defensa de la libertad, la democracia, la justicia social, que hoy son ya los de la inmensa mayoría de los españoles», dijo Albares.
La cámara acorazada del Cervantes, donde antes se ubicaba la sede de un banco, acoge una miniatura del histórico discurso que el intelectual pronunció en el Campo de Comillas en 1935, así como varias primeras ediciones de algunas de sus obras más emblemáticas, como ‘El jardín de los frailes’.
Autor y político incansable, Azaña vivió en medio de una época convulsa con el talento apaciguador que se atribuye, con o sin razón, al hombre de letras. Pese al fragor de la violencia, apostó por una España «abierta y tolerante» que, según el ministro, es posible hoy en un país y plural y avanzado como España. «Recordar su figura es recordar aquello que defendió, aquello por lo que luchó y creyó. Es recordar, como él decía, que hay que gobernar con razones y con votos, desde la convicción y desde la persuasión, sin caer nunca en las trampas, tan actuales en estos momentos, de la calumnia y de la mentira».
Como escritor, descolló como un gran ensayista que estudió con pasión a Juan Valera y su novela ‘Pepita Jiménez’. Reivindicador de Miguel de Cervantes, publicó obras teatrales como ‘La corona’, al tiempo que fue presidente del Ateneo de Madrid, una de las grandes instituciones culturales de la época.
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Para Luis García Montero, «nuestro presente es impensable sin nuestra memoria, y si hoy en vez de paz piedad, perdón, podemos reivindicar paz, concordia e igualdad es porque hemos sabido heredar el compromiso histórico de personas como Azaña». Según el director del Cervantes, la herencia de Azaña se resume en el adagio de que el poder no puede olvidarse de la ética, incluso en las situaciones más difíciles.
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