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José Antonio Muñoz
GRANADA
Viernes, 12 de julio 2019, 03:43
Antonio Martín Moreno, catedrático de Historia y Ciencias de la Música de la Universidad de Granada, coordina un proyecto en el que se ha implicado buena parte de su departamento, y que no es otro que la recuperación y ordenación del epistolario de Manuel de ... Falla. De todos es conocido que el más granadino de los compositores gaditanos fue un hombre metódico, educado y casi incapaz de dejar una misiva (de las muchas que recibía) sin respuesta, por lo que su epistolario arroja un saldo que supera ampliamente las 28.000 cartas. El casar las recibidas con las enviadas es una tarea que han emprendido los estudiosos, y contribuye a ofrecer una imagen global, y muy enriquecedora, de la vida de este personaje único, tanto como de la inevitable influencia que tuvo su vida sobre su obra.
Y si de la relación entre vida y obra hablamos, es imprescindible prestar atención al rico epistolario que se cruzaron la escritora María de la O Lejárraga y su esposo, el empresario Gregorio Martínez-Sierra, y el autor de 'El sombrero de tres picos'. Un epistolario respaldado por múltiples vivencias, en una relación que se extendió durante más de tres décadas, con altibajos e incluso con una ruptura, más con Gregorio que con María, quien siempre profesó un especial afecto, correspondido, hacia el compositor. Mariluz González Peña, responsable del archivo de la Sociedad General de Autores, y el propio Martín Moreno, han encabezado este proyecto, que, como recuerda el catedrático, «partió del propio Patronato de la Fundación Archivo Manuel de Falla, con el fin de reivindicar el sustrato vital y emocional que hay bajo esta obra maestra que es 'El sombrero…'. Las conexiones del compositor con todos los grandes autores y personajes culturales de su época son patentes». Con humor, asegura que «quienes admiramos la obra de Falla pensamos a veces que debería no haber escrito tanta carta, y haber escrito alguna que otra obra más». Tal es la abrumadora cifra que arroja su correspondencia, y su intensidad.
'El sombrero…' ocupa la cúspide de este epistolario, que lo conecta además con el ya publicado de quien fuera 'banquero' y amigo de Falla, el abogado y ministro Leopoldo Matos, a quien dedicó una edición de la obra publicada por Chester en Londres. Pero, centrándonos en la relación entre el compositor y la escritora, lo mejor es leer a María en un capítulo de sus memorias para recordar el encuentro: «Conocí a Manuel Falla –aún no había añadido el 'de' a su apellido– en París, en 1913... Joaquín Turina, nuestro amigo y, después, nuestro colaborador, nos había hablado de él, y gracias a él lo encontramos».
Con todo, el compositor ya 'conocía' a María Lejárraga desde que encontrara tres años antes en la Librería Española de París un ejemplar de 'Granada (Guía emocional)', que puso en marcha una creatividad algo estancada, y que a partir de ahí se revitalizó, cristalizando en 'Noches en los jardines de España' y luego en 'El sombrero de tres picos' y 'El amor brujo'.
Mariluz González publicó ya en 2009 un volumen titulado 'Música y músicos en la vida de María Lejárraga'. «El más importante fue Falla, personal y profesionalmente. A pesar de lo distintos que eran, María encontró en Manuel a un amigo». Cuando vuelve a España, es un asiduo de la casa de los Martínez–Sierra. «Ella encontró también un confidente, a quien contar cómo se sentía ante por las infidelidades de su marido». Igualmente fue una gran 'animadora' de la vida de Falla, mucho más que una mecenas ocasional.
Tras una primera etapa de conocimiento y admiración mutua –el compositor, muy poco feminista, alaba sin embargo las publicaciones de 'La mujer moderna' en ABC–, hay un momento en el que la amistad surge y se mantiene durante un tiempo, hasta que se produce la ruptura, sobre todo por motivos profesionales, durante la realización del proyecto de 'Don Juan de España', una versión de la obra de Zorrilla. Falla acabará refiriéndose a Martínez–Sierra, precisamente en su correspondencia con Leopoldo Matos, como «ese señor», y no volverá a querer tratos con él. No así con María, quien seguirá dispensándole su cariño hasta la desaparición del compositor en 1946. «Falla tiene un sentido de posesión con Lejárraga. Hay algunos episodios casi de celos, no se sabe si profesionales o de otro tipo», afirma Mariluz González. «María fue una persona tremendamente generosa, y su colaboración fue estupenda. Durante la composición de 'El sombrero de tres picos' la relación fue tan estrecha que, sin ella, nunca habría completado esa obra, ni otras». Exiliada en Cannes, esperó esa visita «en el umbral, con el pelo blanco», que nunca llegó. Pero quedó la música.
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