![Los libros prohibidos del franquismo, en el Hospital Real](https://s1.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/202104/27/media/cortadas/TRIGUEROS01-kjYC-U140180985794GjB-1248x770@Ideal.jpg)
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José Antonio Muñoz
Granada
Martes, 27 de abril 2021, 00:04
La cuestión de la censura bibliográfica en el régimen de Franco tuvo sus épocas. En algunas, ser visto con un determinado título bajo el brazo llevaba consigo seguros problemas. En otras, sobre todo a partir de los años 60, hubo cierta apertura. Hubo quien hizo chanzas sobre determinados capítulos; otros se limitaron a escribir una historia en poemas, novelas y ensayos que no era la oficial, y la divergencia, como en todas las dictaduras sancionadas por el BOE o de facto, no tiene muchos amigos. Lo que se muestra en el Hospital Real hasta finales de junio en la exposición 'Libros prohibidos en el franquismo y cuatro esquinitas cubanas' no es sino el testimonio de la resistencia literaria al régimen. Una nómina de insurgentes de la pluma que durante toda su vida han coleccionado los profesores Antonio Sánchez Trigueros y María José Montes, donantes de su extensa biblioteca a la Universidad de Granada, de la que es hija esta exposición, como antes lo fue la excelente 'Mi Rusia en revolución', donde se mostró la parte de su colección dedicada al país que un día fue de los sóviets.
Son más de un centenar de documentos únicos los que forman parte de esta muestra. Libros editados con lujo y papel biblia en México o Argentina, y sencillas ediciones en ciclostil de 25 ejemplares publicadas bajo el amparo del mismo Sindicato Español Universitario que algunos de los protagonistas callados de esta muestra dinamitaron desde dentro. Y el detalle de las cuatro esquinitas cubanas es un guiño igualmente a la trayectoria de esos jóvenes por entonces que, siguiendo la estela de las noticias y de los literatos que ensalzaron el levantamiento castrista, acabaron desencantados de lo que allí ocurrió. En ellas se puede encontrar a autores como Benedetti, Lezama Lima, Nicolás Guillén o Alejo Carpentier.
«La inmensa mayoría de los libros que aquí están tenían prohibida su importación», recuerda el catedrático emérito. Las dos primeras vitrinas de la exposición están dedicadas a la poesía. Se observan ejemplares de las obras completas de Miguel Hernández o León Felipe, publicadas por la argentina Editorial Losada –sello que se repite con bastante frecuencia–, las de Emilio Prados, o 'La arboleda perdida' de Alberti, a quien dio la luz la primera editorial de los Muchnik, Compañía General Fabril Editora. También las 'Obras completas' de Antonio Machado, con el poema a la muerte de Lorca que no pasó la censura.
Tal y como ocurriera con determinadas películas, que tenían una versión para España y otra para el extranjero, también títulos como 'Esto no es un libro', de Blas de Otero, tuvieron ediciones dobles, una en España y otra en Puerto Rico. Entrañable es igualmente la nota que Gabriel Celaya dirige al profesor y poeta Enrique Molina Campos como dedicatoria en uno de sus libros. En ella, Celaya pide a Molina que haga circular el ejemplar entre sus amistades malagueñas, ya que han sido muy pocos los que han conseguido pasar la frontera.
La historia literaria de Granada durante el franquismo está teñida de complicidades tejidas a través de la cercanía con los libreros que se arriesgaban trayendo referencias perseguidas por el régimen. La exposición homenajea justamente a Manuel Barrera, propietario de la librería Don Quijote, que tenía, como recuerda Sánchez Trigueros, «una alacena a la que no todos tenían acceso, y en la que guardaba las poesías prohibidas de la guerra». Las grietas del sistema, la indolencia de muchos funcionarios y la 'vista gorda' de otros, permitía que los libros entraran en barcos desde América, y en otros casos, como el de Tadea Fuentes, propietaria de la Librería Europa de la plaza de la Trinidad, cruzaban estos la frontera en el maletero de su coche cuando volvían de las vacaciones.
Precisamente, una de las curiosidades de la exposición desde el punto de vista material es el ejemplar de 'En medio de todo', de Enrique Molina Campos, publicado por Tusquets en 1974 y que ardió en el incendio de la librería Laia de Barcelona. Demostración clara de que el fuego era real.
Antes, con la Ley de Prensa de 1966 impulsada por Fraga, había habido, como recuerda el catedrático, una cierta apertura, que se agostó con la llegada de Sánchez Bella, implacable perseguidor de las publicaciones consideradas subversivas por el régimen. La Universidad, en Granada, fue, sin embargo, en este tiempo, un oasis discontinuo en el que se permitía la lectura de autores prohibidos en conferencias celebradas en los 60 en la Facultad de Letras o en colegios mayores, merced a la actitud abierta de profesores como Gallego Morell. «Los dos libros más odiados eran 'La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco' de Max Aub, y el primero de Ian Gibson en torno a la muerte de Lorca». Hoy, como todos los que integran la muestra, son verdaderos clásicos.
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