![Cristina Morales: «Gracias a Albert Rivera y a sus correligionarios de Granada por la campaña de marketing»](https://s2.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/202003/07/media/cortadas/cristina-morales%20(2)-kY3G-U100429759949DY-984x608@Ideal.jpg)
![Cristina Morales: «Gracias a Albert Rivera y a sus correligionarios de Granada por la campaña de marketing»](https://s2.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/202003/07/media/cortadas/cristina-morales%20(2)-kY3G-U100429759949DY-984x608@Ideal.jpg)
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Imagine que unas compuertas se cierran delante de sus narices, justo ahora, alterando su forma de leer esta entrevista. Párrafos largos en los que descripciones, diálogos y verbos son la misma cosa, como cuando hablamos, esa oralidad que caracteriza la literatura de Cristina Morales (Granada, 1985), la misma Cristina Morales que hace cinco meses se hizo viral, sin haber pagado una factura de Internet en su vida, con su «Es una alegría que haya fuego en vez de cafeterías abiertas en Barcelona», tras ganar el Premio Nacional de Literatura con 'Lectura Fácil' (Anagrama, 2018). Cristina llega al Centro Lorca pisando con botas recias, con el pelo rapado por los costados pero tapado con el flequillo, un jersey verde fosforito y unas ganas de tomar café que van por encima del resto. Se pide uno para llevar y saca el monedero de un bolso en el que se lee 'No hay libertad política si no hay libertad sexual'. ¿Cómo es volver a Granada? Es una sensación de familiaridad con todas las cosas y al mismo tiempo de que me son ajenas, dice, observando el techo de la Biblioteca del Lorca, donde está el Legado, mientras se imagina una escena a lo 'Misión Imposible' para sacarlo de ahí dentro. Ella no se siente de Granada ni de ningún sitio, de hecho, cree que para llevar Granada como bandera habría que ponerse de acuerdo en qué es Graná.
–¿Qué crees que es Granada?
–La noción de Granada puede ser lo que te venden en las guías de turismo o el mensaje institucional que se usa como si Granada fuera una sola unidad. Pero Granada tiene tensiones sociales, de clase, raciales, de género, sexuales, arquitectónicas, ecológicas... No creo que se pueda hablar de Granada como un todo.
–Granada aspira a ser Capital Cultura en 2031, ¿lo ves?
–Eso son debates de élites, su movida para sacar beneficios institucionales y políticos. Ni entro a juzgarlo ni nada, es lo único que se puede esperar de las instituciones del mundo de la cultura. Ese tipo de galones es lo único que quieren.
En esa Granada segmentada, lo que más interesa a Morales es la oralidad, la expresión, que me parece fascinante, dice. Creo, añade, que es algo que me une con una comunidad de una manera no deliberada, espontánea, y eso es poco menos que milagroso. A la granadina la han relacionado, aquí y fuera, con la malafollá más literaria y lingüística, algo que le parece muy bonito, muy interesante, porque ella está convencida de que hay preguntas que tienen que ser devueltas, reformuladas, y eso es, dice, una de las virtudes de la malafollá. Cristina escribe todo el tiempo, escribir es una herramienta para vivir y comunicarse, explica, como la danza, que es su otra profesión. Entonces afirma que la danza es la vuelta a un lugar presocrático donde no hay distinción entre el cuerpo y la mente. El periodista resopla mientras intenta descifrar el mensaje, pero entonces ella añade que en la discoteca, bailando, también puede haber una vuelta a lo presocrático, qué duda cabe. Y entonces cambian de tema.
–Hace cinco meses ganaste el Premio Nacional de Literatura y tu nombre apareció por todas partes. ¿Te cambió en algo la vida?
–Me dieron pasta con la que podía no sólo pagar el alquiler sino ayudar a quienes lo necesitaban de mi entorno. De pronto vendes más libros y eso se traduce en que soy invitada a más cursos, a charlas... El premio te coloca en un lugar de prestigio que para mí se traduce en un lugar de seguridad laboral. Y por otro lado, al verte expuesta en un lugar más público de lo que conocía, había que aprender a torearlo.
–Tus palabras sobre Cataluña resultaron en una campaña de marketing brutal.
–Bueno, a mí me pareció una campaña de marketing malograda por parte de Albert Rivera. Por mi parte no había ninguna campaña de marketing. Y quiero dar las gracias a Albert y a sus correligionarios en Granada por tan buena campaña de marketing, que creo que tampoco se la pensó él, así que gracias por tanta espontaneidad.
–¿Te gusta la idea de ser un personaje viral?
–Me gusta la consecuencia, lo que puede repercutir a efectos de número de lectores y efectos laborales. Y me gusta que eso, ser viral, no implique más trabajo. Eso se alimentó solo. ¡Yo no hice nada!
No se puede agradar a todo el mundo, eso Cristina lo tiene claro. Sabe que ella no es como Dolores Redondo, una escritora que habla de manera pacificadora, con la que es difícil encontrar antipatías, muy aglutinadora, que no pretende establecer disputas entorno a nada, explica. Y añade, claro, que no es el tipo de persona que soy yo. Su novela, 'Lectura Fácil', está protagonizada por cuatro mujeres que no responden, en ningún caso, a la normalidad. Morales las describe con una honestidad brutal, sin tapujos, atizando a las bases de casi todo. ¿Qué es normal?, se pregunta. La normalidad, cita, es un dispositivo de control social, un horizonte ficticio, la normalidad es un mecanismo de opresión, de control de las poblaciones.Lo que es normal es deseable, dice que nos inculcan. Se trata de no destacar, eso se supone que es la normalidad, que tire la piedra el que se crea normal y que nos lo explique, zanja. Su novela, aclamada y odiada a partes iguales, describe un feminismo distinto. Inesperado.
–Se acerca el 8M. ¿Cómo te ubicas en la fiesta del feminismo?
–Ahora se le ha limpiado la cara al 8M. No deja de ser una manifestación masiva, tan masiva que parece algo festivo. Por masiva quiero decir que sólo admite un lugar unívoco como si todo el que se manifestara fuera con una única voz. Esa es la falsa comunidad de intereses, como si estuviéramos todos a una. Ahora, por suerte, el 8M se ha politizado y ha permitido el conflicto dentro de su seno y permite que el 8M sea un lugar no de celebración si no de emergencia de los debates imprescindibles dentro de los feminismos.
–¿Los feminismos? ¿Cuántos hay?
–Feminismos hay muchísimos. El feminismo no va a ser sólo el que preconiza el PSOE, íbamos buenas.
–Sola y borracha quiero volver a casa.
–Eso no se lo ha inventado Irene Montero, eso se corea en las manifestaciones feministas hace años. Ella es una aprovechadora de mensajes creados de base y de colectivos horizontales. Irene Montero no tiene otra cosa, sólo tiene a la calle. Qué va a salir de ese cerebro, se alimenta de lo que otras trabajan a pie de calle.
–Estoy seguro de que muchos le tienen por simpatizante de Unidas Podemos.
–No, no, Dios me libre.
–El caso es que lo de borracha ha provocado un gran debate. El Juez Calatayud, por ejemplo, dice que después de años luchando contra el botellón, llega el gobierno y usa el alcohol para hacer un eslogan.
–Son contubernios entre élites. Si ellos debaten entre si una mujer puede ir borracha o no y qué calidad de corrección política tiene eso, me parece propio de quien efectivamente no ha padecido esa violencia o no tiene otra cosa mejor que hacer, vamos, una mujer puede ir borracha donde le salga del coño, menos mal que no pierdo el tiempo con estas gilipolleces. Es sintomático del vaciamiento de los debates en la élite política. En ningún centro social okupado y autogestionado esto es ni motivo de discusión, eso revela la cúpula absolutamente ajena en la que están, están blindados contra la realidad, su realidad son los anuncios de Navidad del Corte Inglés, eso es la realidad de esa gentuza.
Cristina se ha terminado el café y sonríe satisfecha. Abajo, en el teatro del Centro Lorca, sus compañeros arrancan el ensayo de 'Comedia sin título', escrita y dirigida por Sara Molina, en la que ella actúa. Hoy es el último día en cartel. Mañana se subirá al avión y volverá a su casa, en Barcelona, donde seguirá escribiendo y bailando, le pese a quien le pese.
Pese a que la fama de Cristina Morales llegue por su actividad literaria –y sus consecuencias–, hoy por hoy, su principal actividad es la danza y el teatro. Hoy está en Granada como actriz de la última obra de Sara Molina, 'Comedia sin título', que se lleva representando desde el pasado día 5 en el Centro Federico García Lorca.
Morales forma parte de Iniciativa Sexual Femenina, un grupo de danza experimental con el que está preparando un espectáculo. «Tenemos una residencia artística en Barcelona, Marsella, Madrid... El título provisional es 'La Mártir Felícitas', una investigación entorno a la figura del mártir que llega hasta nuestros días. Sobre cómo el sufrimiento es la puerta de entrada a un lugar de prestigio, que lo fácil no vale».
Por otro lado, la granadina ha escrito una pieza para la bailarina y coreógrafa catalana Sol Picó, titulada 'Malditas plumas'. «Habla de la Revista y las vedettes del Paralelo, una avenida mítica de Barcelona donde se hacía cabaret. La pieza se centra en un momento donde la sexualidad de las vedettes todavía no era explícita».
¿Y hay novela a la vista? «No, por ahora no. Anagrama ha recuperado mis libros anteriores que estaban descatalogados. Salen el 18 de marzo. Los he revisado y escrito el prólogo, algo que no había hecho antes».
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