El runrún del coche se escucha de fondo, al otro lado del teléfono. «Vamos camino de Valencia. Luego Sevilla y, el viernes, Granada». La voz de Fernanda García Lao (Mendoza, Argentina, 1966) deja intuir una sonrisa. Su voz es, precisamente, una de las 29 que ... componen el libro 'Teoría del tacto' (Candaya, 2023). 29 relatos cortos pero intensos, donde se invita al lector a vestir otras pieles hechas de frases precisas, hondas y hermosas. García Lao, autora de 'Nación Vacuna', 'Sulfuro' o 'Muerta de hambre', entre otras novelas, estará con la poeta Erika Martínez este viernes 26, a las 19.00 horas, en La Tremenda (calle Molinos, 22).
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–¿Qué espera de Granada?
–Me encanta el sur, tengo sangre andaluza. Disfruto mucho de Granada, me parece una ciudad súper literaria. Y Erika, claro, conversar con ella es un lujo.
–¿Qué es 'Teoría del tacto'?
–Son 29 relatos con 29 voces distintas. La teoría es que esas voces se encarnan en distintos cuerpos, casi todos en primera persona. Relatos breves con la pretensión de conmover a quien lee, que no se quede intacto.
–Ponerse en la piel del otro, un ejercicio tan necesario hoy día...
–Yo creo que sí. Me interesaba el ejercicio de capturar otras veces, otros modos de entender el mundo. Hay algo de ese travestismo que me divierte, que tiene que ver con arrogarse, con calzarse los cuerpos ajenos como si fueran propios.
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–Decía que la pretensión era conmover. Y lo hace, además, con una escritura muy precisa.
–Es parte de la tarea. Escribir conciso no significa que la lectura sea superficial, ni fácil, ni rápida, al revés, hay un fondo. Son cuentos más verticales que horizontales, van a lo profundo y no paran hasta que encuentran el corazón del relato y de quien lee. Hasta que eso no ocurra, no te suelto. Pero tiene que ser rápido, como meter los dedos en un enchufe. El efecto es inmediato y necesitas tiempo para recuperarte.
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–Madres, hijos, abuelos... pasa por todas las pieles, que casi se pueden tocar.
–Sí, pero el tacto no hay que asociarlo directamente con lo exterior del cuerpo. Tragar es tacto también. La palabra dicha es táctil y la escritura tiene algo de cuerpo. Cada relato es un cuerpo que llega de un modo diferente.
–Esos relatos tratan el duelo de distintas maneras. ¿Es este libro una manera de afrontar su propio duelo?
–Sí. Mi madre murió en el 19 y yo empecé a escribir con ella internada. La escritura fue el modo de sublimar aquel dolor y de anotar lo que ella me decía y lo que íbamos pasando juntas. Era nuestra despedida pero también era la despedida de su propio cuerpo. Fue súper emotivo. Si eres escritora todos estos asuntos te ocupan la palabra y no te puedes rendir frente al dolor. Me pasaba que las palabras son también veneno y no puedo dejar de probarlo en las peores situaciones incluso. No tengo otra manera de entender el mundo más que el lenguaje.
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–El poder del libro, del que habla en el primer relato.
–Sí, la pregunta es ¿puede un libro causar daño? Hay que ir a buscar ese daño porque es necesario, es parte del crecimiento. Incluso los huesos duelen.
–Los finales sorprenden.
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–Me importa mucho el ingreso y el final del relato. La primera frase funciona de carnada y la última es cuando te sacas el anzuelo. Al leer la última frase entiendes la hipótesis del relato. Porque irse de un relato es atravesar una crisis. Antes se tendía al relato perfecto, al cierre redondo, a la certeza de un final... Pero no es el único modo. Me gusta indagar en distintos modos de retirarme del relato, a veces antes de que termine.
–Y frases muy exactas, a veces parecen letras de canciones.
–Están escanciadas las frases. No me gusta que haya adornos y, sin embargo, creo en la belleza de la frase. Lo de la canción... paso por la garganta cada frase y hay mucha oralidad, estoy muy pendiente del ritmo poético. Una vez que pones la frase en la voz, salta todo lo que sobra.
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–¿Por qué cierra con 'Mis dos hemisferios', un relato personal?
–Mi editor, Eduardo Ruiz Sosa, insistió. Creo que da una clave del estilo, de que la experiencia vital es la que te lleva a escribir de cierto modo. Que no es una estética impostada, que es el resultado de las migraciones y de lo fragmentario. Y que está, además, esa dimensión poético-política que también me importa, para la que pongo mi propio cuerpo.
–Esa política se ve en una voz, ante todo, feminista.
–Yo soy feminista. Sería raro escribir como si no lo fuera. Puedes encontrar personajes que piensen de otro modo, no todos van a ser fiel reflejo de mi cabeza. Me gusta permitirme el malditismo. El feminismo buenista a mí no me consuela. No quiero que a la mujer se la ponga en un pedestal, también tiene el permiso de no ser maravillosa. Mirar de frente, de igual a igual, es un trabajo de no dejar bien parado a nadie, sin importar el género. Pero sí es verdad que hay una filosofía feminista que ya no te puedes quitar. Una vez que la viste, se queda.
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