Juanjo Ibáñez (Granada, 1975), con jersey amarillo y pantalón a cuadros, recorre Ganivet haciendo camino al andar. Antes de ir al ayuntamiento para cumplir con sus labores como concejal del grupo socialista, se toma un café para hablar de poesía. Acaba de publicar 'Corazón en ... la garganta' (Esdrújula Ediciones, 2024), su segundo poemario tras 'Maneras de conjurar el tiempo'. «Este libro me ha dolido mucho», dice. Lo presenta este jueves a las 19.00 horas, en la Biblioteca de Andalucía, junto a Jesús Ortega, autor del prólogo. «¡Lo mejor del libro!», exclama Ibáñez. «Es un prólogo precioso, de verdad, un ensayo sobre el corazón que empieza en el Realejo y termina en el momento en que lo convertimos en el lugar donde guardamos el alma».
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El alma de este libro empieza con José María Corpas, concejal del PSOE fallecido hace dos años, y termina con Lucía, su hija de dos primaveras. Un libro que se terminó de imprimir el 22 de febrero que, como dice en su última página, coincide con la muerte Antonio Machado, en 1939. «Una coincidencia maravillosa. Que Machado esté de una manera u otra es un buen augurio».
–En titulares. ¿Qué ha pasado desde su último libro?
–He sido papá, volvimos al gobierno en Granada, perdimos unas elecciones... Y ha pasado mucho tiempo (ríe). Pero lo más significativo es la recuperación de la paternidad que me ha permitido remirar la vida de otra manera. Ser padre te ordena las ideas y te descoloca.
–Su hija cumple 2 años y usted...
–49, sí (ríe). Hay dos personas que me han dicho que si era mi nieta (ríe). Honestamente, todo tiene su edad y la paternidad también. La ventaja de ser padre ahora es que eres mucho más consciente de lo rápido que pasa todo. Tengo una hija de 18 años que ha sido un parpadeo, así que ahora, con la enana, Lucía, procuro saborear cada momento. Por eso cierro el libro con un poema sobre ella.
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–Pero empieza con un mazazo. La dedicatoria, «para Corpas», es en sí un poema desgarrador.
–Es muy duro. Le echo mucho de menos... El libro nace por Corpas. Verás. Tengo tres encuentros con la muerte bastante chocantes. El primero, mi abuelo, ley de vida. El segundo, una amiga de mi edad que murió de un ictus... esas cosas te proyectan. Y la tercera, la de José María Corpas, porque fue rapidísima, inesperada y porque fue una persona a la que quería mucho pero admiraba más. Cuando José muere, tengo la idea de darle las gracias por todo lo que me ha enseñado con un poema. Resulta que detrás empiezan a venir más, siempre con la figura de José presente. El fallecimiento de Corpas marca el carácter del libro.
–Pero, como decía, termina con su hija, Lucía.
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–Lucía es el futuro, la niña de 2 años, el anticipo de un porvenir más esperanzador. No quería que el libro tuviese una línea exclusivamente basada en la tristeza, en la derrota o en el derribo. Quería que cerrase con una pequeña luz, nunca mejor dicho. Tengo suerte de tener una familia preciosa y cuando Lucía crezca y lea este libro, quiero que sepa que a pesar de todo siempre está ella, la esperanza.
–¿De dónde viene el título?
–El título sale al principio, por la canción de Quique González 'Corazón en la garganta', que siempre tengo en la cabeza. Luego el proceso ha sido muy duro, de purga. En la recta final, el poeta Javier Benítez me ayudó con la poda del libro y ahí pude cerrar todo el proceso.
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–Escribir como cura.
–No paro. Siempre voy escribiendo notas en el móvil. Pero si quieres ir más adelante, el trabajo de edición es duro. Alguien me dijo que publicar un libro tiene que doler. Y en este caso ha dolido bastante.
–El libro tiene algo de oración.
–Vengo de un entorno familiar donde la religión católica, a través de la Semana Santa, ha estado muy presente y espero que lo esté siempre. Con independencia de creer más o menos, enfrentarte a la muerte de un amigo te pone delante del espejo de tu propia finitud. Cuando a José María (Corpas) se le va la vida en ocho meses... te invita a reflexionar. Hay temas que tienes aparcados: lo divino, el más allá, lo que hay después... temas que se ponen a flor de piel. En el caso de José María sería muy triste que no hubiera nada más allá porque ese talento y esa bonhomía tienen que seguir aprovechándose esté donde esté. Su muerte fue un puñetazo en la cara... En fin, como verás tengo una pésima relación con el paso del tiempo.
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–De eso habla en el poema 'Ya no queda primavera en mis ojos'.
–Ese poema refleja exactamente eso, que hay que acatar el paso del tiempo. Y me cuesta.
–Hay mucho de Granada en el poemario, desde Joe Strummer a 'Granada en Blanco y Negro'. ¿Cree que Granada está gris?
–No lo sé... Lo que quiero plasmar no es tanto que esté o no en blanco y negro, quería decirle a la ciudad que yo quiero ciertas cosas. A las personas que de verdad queremos tenemos la obligación de decirles lo que pensamos, por mucho que pueda ser doloroso para ti o para el que escucha. Necesitaba ajustar cuentas con una ciudad a la que amo con toda mi vida.
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–Alguien podría decir que es un poema 'pataleo', por las elecciones de mayo...
–Lo puedo entender por el contexto, pero en ese poema hay cosas que llevan mucho tiempo. El que piense así se quedaría corto y sería injusto solo anclarlo al contexto político. La vocación de Granada de enterrar poetas y ríos no surge en el mes de mayo. Esta es una ciudad que gestiona mal sus asuntos pendientes. Pero es la ciudad a la que quiero y en la que terminaré mis días.
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