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Alejandro Pedregosa posa con su último libro, 'Comadrejas', en el puente de San Antón, sobre el Genil. J. E. C.
«En Mauthausen, tener el triángulo rosa era una sentencia de muerte»

Alejandro Pedregosa, escritor

«En Mauthausen, tener el triángulo rosa era una sentencia de muerte»

El granadino presenta 'Comadrejas', novela protagonizada por un escritor homosexual que narra el paso de los españoles por los campos nazis. «Los que no podían contar su historia porque su forma de amar seguía prohibida»»

Viernes, 29 de noviembre 2024, 00:26

Alejandro Pedregosa (Granada, 1974) observa el agua correr bajo sus pies, desde el puente. El río Genil, por San Antón, arrastra un trozo de tela que se mueve como una criatura agónica. Recuerda a uno de los capítulos más sobrecogedores de 'Comadrejas' (Cuatro lunas, 2024), en el que un preso judío con aires de Jesucristo intenta morir en el campo de concentración de Mauthausen. «Hay un pequeño lago, con un metro y medio de agua. Uno no podía morir allí por su profundidad, sino por voluntad y congelamiento», dice Pedregosa.

3 Diciembre

El martes 3 de diciembre, a las 19.00 horas, Alejandro Pedregosa presenta 'Comadrejas' en la Biblioteca de Andalucía, junto a Jesús Lens.

En 'Comadrejas', Pedregosa cuenta la experiencia de los españoles en el Mauthausen de los nazis. Y, concretamente, la de los triángulos rosas, los homosexuales, es decir, los que todavía podían perder más en el lugar más horrible del mundo. El escritor granadino, autor de 'Siempre es verano', 'Hotel Mediterráneo', 'Un mal paso' o 'Un extraño lugar para morir', entre otras, presenta 'Comadrejas' el martes 3 de diciembre a las 19.00 horas, en la Biblioteca de Andalucía.

Todavía puede sorprender una historia en un campo nazi.

–Exacto. Películas, videojuegos, series... lo hemos visto todo. Pero dentro de la mayor derrota posible, había gente que todavía estaba más derrotada. Ese fue el reto:aportar la visión de los triángulos rosas, las personas homosexuales en los campos de concentración. Algo que no se había contado porque ellos no pudieron hablar cuando salieron.

¿Silenciados?

–Cuando se liberan los campos de concentración, los supervivientes volvieron a sus ciudades. La gente les preguntaba por qué habían estado: ¿gitano? ¿comunista? ¿judío? Pero los triángulos rosas, los homosexuales, no podían contar su historia porque su forma de amar seguía prohibida. Estaba prohibida en Alemania, Inglaterra, Francia... Imagínate, salir del peor lugar que ha creado el ser humano y no salir en realidad. Se dio la paradoja terrible de que mucha gente salió del campo del concentración y luego volvió a la cárcel por homosexual. Esa era la historia no contada.

Y españoles.

–Claro, eso mezclado con los triángulo azules, es decir, los españoles deportados en Mauthausen, donde se daba una paradoja que, si no fuera terrible, sería chistosa: tenían el triángulo azul por ser apátridas, y dentro una 's' de España. O sea, que eran apátridas españoles, lo que era un sinsentido.

«Quería investigar la vida del último español de Mauthausen, que murió en el mismo 2020. Antonio Romero, cordobés»

¿Y por qué alguien de Granada decide escribir una historia de Mauthausen?

–Fue en la pandemia. El Ministerio de Cultura sacó unas becas para escritores. Presenté un proyecto para investigar la vida del último español de Mauthausen, que murió en el mismo 2020. Antonio Romero, cordobés. Me concedieron la beca y me fui a investigar su vida, los campos de concentración... Y allí, en Mauthausen, me doy cuenta de que hay una gran historia desgraciadamente desconocida, una historia paralela y más silenciada incluso. Para los nazis, el peldaño más grande de la pirámide de la infamia era el de los judíos. El segundo peldaño eran los triángulos rosas, porque eran los preferidos para las operaciones, investigaciones médicas, castraciones diarias... y no contaban ni con la solidaridad del resto de hombres que había, el resto de los deportados. Ellos eran los maricones, los asquerosos, cobayas sexuales y médicas. Tener el triángulo rosa era un peligro constante y una sentencia de muerte.

Por desgracia, el tema sigue de actualidad.

–Sí, sí... fíjate la sentencia que salió hace poco, la del chico que mataron en Galicia al grito de maricón. El libro parte de una idea básica: que esta gente fue mancillada, torturada y asesinada por amor. No querían una gran revolución, no quería cambiar el mundo, no querían quitarle el poder a nadie. O sea, no era una cuestión de lucha, era una cuestión de amor.

Un amor todavía cuestionado.

–En una parte de la novela, uno de los protagonistas se plantea que no solo el amor, sino también el odio se siembra en el corazón de los niños. Porque si no, no hay manera de explicar que todavía se siga persiguiendo a los homosexuales. Se mete ese germen de odio al que no ama como tú.

Comadrejas.

–El título es un elemento simbólico que se inventa el protagonista para hablar sobre la homosexualidad. Las comadrejas son los animalitos más pequeños del bosque y siempre viven en la periferia. Al ser los más pequeños, siempre están en alerta por los grandes depredadores.

Pedregosa, durante la entrevista. J. E. C.

De Mauthausen a Andalucía, con Juana La Churra.

–Eso es. El libro está contado en un tríptico. La primera parte sucede en el campo de Mauthausen, la segunda en un pueblo de la costa andaluza y la tercera en Gusen, un anejo de Mauthausen.

Presente a los protagonistas.

–El primero es Jules Cotard, un escritor que solo es francés de nombre porque se cría en un pueblito de la costa andaluza. Y este hombre es un escritor que durante toda su vida, desde que salió de España, le manda cartas a su madre de leche, su ama de cría: Juana La Churra. En la segunda parte, Juana está inquieta porque lleva meses sin recibir cartas de su niño, el de Francia. Y la tercera es la historia de Marcel, que es el novio de Jules, que también está preso.

Por encima de todo, es una novela muy entretenida.

–Sí, no es ni mucho menos una novela de tesis. Es la historia de los españoles de Mauthausen y de una pareja de homosexuales. Y cumple la función de entretener, claro. Es interesante cuando te dicen quiero seguir, pero no quiero seguir porque sufro por ellos...

«La primera parte es en el campo de concentración, la segunda en un pueblo de la costa andaluza y la tercera en Gusen»

Tiene momentos muy cinematográficos.

–Mucha gente me habla de la naranja española que acaba en el campo de concentración. Una naranja valenciana que ilumina la cara de diez españoles... Ese momento es potente.

¿Habrá película?

–Me lo dicen mucho, pero es algo muy difícil. No es una novela orientada a convertirse en película, aunque ojalá alguien quisiera hacerlo. En teatro también sería bonito, ¿verdad?

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