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Clara se fue de Madrid con la música a otra parte. Así, tarareando el 'Good Day Sunshine' de Los Beatles, con una sonrisa radiante y la maleta cargada de lápices y papeles y todas las cosas que una dibujante de cómics pudiera necesitar. Se vino en octubre de 2019 a estudiar el último año de Bellas Artes. «Estaba cansada de volver un curso más a la misma facultad. Como no me había ido de Erasmus ni nada parecido, decidí venirme, que todo el mundo hablaba muy bien de Granada». Y sí, efectivamente, Granada le enamoró desde el primer minuto. Se instaló en el Realejo, se hizo con al ciudad y, de pronto, plof, coronavirus. «¿Quién podía imaginar que vendría una pandemia? Aún así, mejor que en Madrid te aseguro que se está. De hecho, Granada es una pasada. Y para la gente del cómic, más».
Clara Cábez (Madrid, 1997) terminó el curso más raro de nuestra vida y se quedó. «Por ahora me quedo aquí, sí, que hay muchas cosas que me interesan». Trabaja en un acogedor estudio en pleno corazón del Realejo, con un hermoso ventanal por el que se cuelan vientos de La Alhambra. Allí dibuja día y noche, reflejándose en un personaje que se mueve como ella, se peina como ella y baila como ella. Pero no es ella; es Cols. «Es una especie de autobiografía ficticia. Empezó como un diario dibujado en el que me ponía a mí misma, con mis amigos, con la familia, con lo que me gustaba...». De niña, Clara y sus hermanas, Olivia y Martina, en una de esas mañanas de sábado que se recuerdan siempre, decidieron cambiarse los nombres. «Nos inventamos apodos y a mí me tocó Cols. Es mi mote familiar. Cuatro letras, sencillo, universal en pronunciación y le pega a un personajillo».
'Cols' es un cómic y es un proyecto de cómic, ambas cosas a la vez. Su primer número, 'Los visones molones', está a la venta en varias tiendas de Madrid, Barcelona y Granada (aquí lo puedes encontrar en Discos Marcapasos). «Es una historia pequeña, de quince páginas, que me sirvió para probar. Lo aproveché como trabajo de una asignatura de la universidad y, como salió bien, decidí editarlo yo misma. Si lo quieres, búscame por Instagram y te lo hago llegar». Cols y sus amigas tienen una banda de rock psicodélico y, la verdad, no tienen mucho éxito. Pero se lo pasan muy bien. Armadas con sus guitarras se desviven por la noche madrileña con mucho humor y algo de malafollá granaína.
«En la Facultad de Bellas Artes de Granada –explica Clara– hice la asignatura de cómic con Sergio García. Es brutal, no le conocía y estoy flipando con él. Y, como tenía que hacer el Trabajo Fin de Grado (TFG), se ofreció a tutorizarlo hasta el final. He tenido esa suerte». Ese trabajo es 'Cols', el desarrollo completo del segundo volumen y una memoria, concepto y proyección de toda la serie. «El segundo también transcurre en Madrid. La gente que ha vivido la noche madrileña de los últimos años podrá reconocer a los personajes que aparecen, que son auténticos clásicos. Cols y su banda transitan bares y locales de la cultura underground y de la escena musical de allí». ¿La trama? Una historia de desamor mezclada con la última botella de whisky John Cor, la que fabrica Mercadona, que se convierte en una especie de mito para una mafia de coleccionistas. «Todo termina en el Nueva Visión, un garito famoso por tener el baño más sucio y asqueroso de Malasaña. Cols se caerá dentro y se transportará al infierno... Y ahí se mezclan todas las tramas, pero no te cuento más», ríe.
El segundo número de Cols, más ambicioso, rondará las 30 páginas, pero como todas las editoriales exigen un mínimo de 64 ya está trabajando en el siguiente paso. «En junio entrego el TFG y, también, me presento a la convocatoria de la editorial Norma con el tercer número. Es una historia larga que consolida al personaje y presenta muchísimas posibilidades de crecer».
El guion de 'Cols' corre a cargo de Olivia Cábez, hermana de Clara. Ambas disfrutan creando sus locas aventuras por Madrid, inspiradas por una pasión por las historias que late en casa desde pequeñitas. «Mi padre tenía muchísimos cómics en casa. Tintín, Astérix, Purita Campos... Referentes que estaban ahí. Y, por otro lado, siempre nos ha gustado el cine y el cómic es una manera accesible de hacer cine, de contar historias».
Clara sigue dibujando a la vieja usanza, con papel, lápiz y tinta. «Soy una clásica para todo», dice, «aunque los últimos retoques van por el ordenador». Sentada en su mesa del Realejo, rodeada por una marabunta ordenada de páginas, recuerda las primeras veces que dibujaba a Cols: «Lo hacía sin pensar y empecé a encontrar referencias a cosas que me habían gustado siempre. Veía a Tintín en el dibujo y cosas así. Con el tiempo mejoré la técnica, el personaje cobró más vida y se volvió más icónico. Le puse sus dos amigas, que son como mis dos hermanas, y las historias venían de cosas que he visto y oído llevadas a lo más divertido. No somos nosotras, pero podríamos serlo».
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