Juanjo Ibáñez, con su libro de poemas 'Maneras de conjugar el tiempo'. RAMÓN L. PÉREZ

«Con la poesía también se hace política porque la política está en todo»

Juanjo Ibáñez, periodista, escritor y asesor del PSOE en el Ayuntamiento de Granada, publica 'Maneras de conjugar el tiempo', un libro de poesía que soñó en el colegio y que se fraguó en el confinamiento

Miércoles, 14 de abril 2021, 09:27

Juanjo Ibáñez (Granada, 1975) tatuaba los pupitres del Soto de Rojas con letras de Triana y algunos de sus poemas. Allí, con barba y versos incipientes, ya soñaba con un libro que llevara su nombre. Treinta años después camina orgulloso por el Realejo, como ... aquella vez que su padre dijo «no está mal para un peluquero». Lleva gafas azules, una chapa de Granada Ciudad del Rock, una camiseta de Los Planetas y una pulsera de Semana Santa. «Mis trending topics», bromea. En Fortuny, un niño, hijo de una amiga, le señala con el dedo y le dice «Bomarzo». Bomarzo es el nombre de una ciudad italiana, el título de una novela de Manuel Mujica y la otra identidad de Juanjo; la identidad que habla de las letras, de los versos, de la voz bien entonada de un periodista que ha pasado por casi todos los medios de Granada.

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Asesor del PSOE en el Ayuntamiento de Granada, Ibáñez publica 'Maneras de conjugar el tiempo' (Editorial Esdrújula, 2021), un libro de poemas que es un parpadeo, un viaje instantáneo del olor de su hija al nacer a una pandemia que lo impregna todo. Lo presenta el próximo día 15 de abril, a las 19.00 horas, en el Centro Cívico del Zaidín, con una barba que no podía soñar en sus libros de texto.

–En 'Maneras de conjugar el tiempo' (Esdrújula, 2021) caben presente, pasado y futuro.

–Cuando preparé los poemas vi que el hilo conductor era el tiempo. Incluso la palabra tiempo está muy presente. Buena parte de los poemas obedecen a distintas etapas de mi vida y consideré que podría tomar el libro como un ajuste de cuentas con muchas cosas de mi pasado, para agradecer muchas cosas de mi presente y para expresar cosas que me preocupan del futuro.

¿El libro estaba en el cajón?

–La idea del libro llevaba mucho tiempo en el cajón de mi cabeza, pero este libro es hijo del confinamiento.

Hijo del confinamiento es como decir hijo del tiempo.

–Sí, pasaron muchas cosas tanto dentro como fuera de casa. Una persona muy responsable de esto es el poeta Javier Gilabert, que ha estado muy presente en el proceso.

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«Reconozco que no me gusta que pase el tiempo. Hay un poema en el que lo digo claro: tengo miedo a morir; miedo a envejecer»

R. L. P.

«Si el fin del poema fuera el asombro, su tiempo no se mediría por siglos, sino por días y por horas y tal vez por minutos», dice Borges.

–El tiempo es una constante. Reconozco que no me gusta que pase el tiempo. Hay un poema en el que lo digo claro: tengo miedo a morir; miedo a envejecer. La vida es demasiado corta y pasan demasiadas cosas y no sabemos disfrutarlas. A mi hija la tengo en brazos ayer y hoy tiene 16 años. Ha sido un parpadeo y eso da miedo.

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Bomarzo quería ser inmortal. ¿Te gustaría serlo?

–Lo he pensado... pero no. La inmortalidad te conduce a la soledad, que es quizás la segunda cosa que menos me gusta.

Tele, radio, prensa... ¿cómo casan poesía y periodismo?

–Al final es escribir y contar una historia y, si lo llevamos a la radio, declamarla. Mi vida siempre ha sido contar una historia, es lo que me ha gustado.

El libro empieza con un reflejo. ¿Te reconoces en la página?

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–Me ha costado pero sí, empiezo a reconocerme. Quizás es la madurez. Empiezo a ver en el espejo cosas que a lo mejor antaño no quería que fueran mías pero que empiezo a aceptar.

¿El tiempo cura?

–Sí, sí cura. El tiempo cura y te arrasa. Y el tiempo que arrasa también te acompaña y te suma.

Tienes un poema con banda sonora de Quique González en el que hay un billar y jóvenes que se dan besos en un pub que parece de Pedro Antonio...

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–¡Lo es! El pub Palco, de ahí las luces rosas.

Esos jóvenes están hoy en pubs en los que no se pueden, o no deben, darse besos. ¿Cómo lo llevarías tú?

–Con 17 años lo llevaría horriblemente mal, seguramente habría cometido alguna falta administrativa porque ese beso siempre compartido y siempre deseado lo hubiera llevado.

El confinamiento es el tic, tac del libro. ¿Cómo afectó a su escritura?

–En la cantidad de tiempo que podía dedicar al poema y también para leer más. Clara, mi pareja, también ha sido vital.

Clara, «mi Ítaca».

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–Sí, Clara es eso, está siendo muchas cosas en mi vida y la más importante es mi Ítaca, como digo en uno de los poemas. Ella y mi hija son las personas más importantes de mi vida.

El poema a tu hija es hermoso: «Serás el necesario error. Seré de todos tus pasos el testigo».

–No sé si un padre enseña a un hijo lo que un hijo enseña a un padre. Lo digo como hijo enamorado de sus padres y como padre enamorado de su hija. Mi paternidad ha sido de fines de semana desde que tiene 3 años, hemos pasado muchas horas juntos en hoteles, en habitaciones... Todo eso está ahí. Y, afortunadamente, y su madre ha hecho muy buen trabajo en esto, es una niña muy preparada para entender que la vida es ella y que las decisiones las tiene que tomar ella. Somos hijos de nuestros errores, tenemos que equivocarnos muchas veces.

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«Es un error olvidar de dónde venimos porque nos hace fácilmente manipulables, porque se nos engaña más rápidamente»

R. L. P.

El poema a tus padres es también tu prólogo a la política.

–Mi madre, hasta hace muy poquito, me decía «no te señales, que algún día se volverá la tortilla». Ya no lo dice tanto, pero sé que lo siente. Mis dos abuelos vivieron la guerra y eso se nota. Mis padres nunca me han permitido olvidar que soy hijo de un peluquero y de una ama de casa. No porque eso me condicionara, sino para que eso me enraizara. Una de las cosas más bonitas que recuerdo, cuando termino Derecho, en el 98, es a mi padre diciéndole a mi madre «no está mal para un peluquero». Eso lo tengo yo aquí. Fui el primer universitario de mi familia. Fue su manera de expresar orgullo. Eso es lo que llamo conciencia de clase. Pensar que no existen las clases sociales hoy día es un error.

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¿Error?

–Es un error olvidar de dónde venimos porque nos hace fácilmente manipulables, porque se nos engaña más rápidamente. No podemos olvidar que una generación o dos atrás comprarse un coche o hipotecarse era una quimera. Si eso lo olvidamos nos engañamos.

Sobre el engaño hablas en el poema 'A los que Voxciferan'.

–Vox se engancha a eso. No Vox, toda la ultraderecha, que en España no solo está en Vox, se engancha a la fragilidad de la memoria, al olvido, al no tener presente partes de nuestra historia. Es importante tener las raíces bien ancladas al suelo para evitar que esas voces, las que voxciferan, nos arrastren a un discurso absolutamente demagógico, populista, falso e irreal.

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¿Cómo casa política y poesía?

–Con la poesía también se hace política porque la política está en todo y debe estar en todo. La tercera parte del libro, el futuro, habla de violencia de género, de feminismo, de la ultraderecha... ¿Por qué poesía va a permanecer ajena a ese debate?

«Si algo ha cobrado fuerza en los últimos años como movimiento social en este país han sido las mujeres a través del 8M»

R. L. P.

¿Cuál es tu segundo apellido?

–Martínez. Ahí está el homenaje a las mujeres. Soy hijo del patriarcado y he sido machista y seguro que sigo teniendo micromachismos encima. Todo eso se condensa en nuestro segundo apellido, producto del patriarcado. Me apetecía darle la vuelta a la tortilla y explicar en un poema que ese segundo apellido es tan importante como el primero.

Terminas llorando los muertos en el Mediterráneo, lamentando que se quede en un trending topic.

–Hay gente que confunde el activismo con llevar una camiseta en un chiringuito, con un trending topic, con compartir su indignación con una foto de un niño ahogado en una orilla... Si saliéramos de los límites de la pantalla, si las protestas fuesen más en carne y hueso, el mundo sería de otra manera. Y eso nos lo ha enseñado el 8M. Si algo ha cobrado fuerza en los últimos años como movimiento social en este país han sido las mujeres a través del 8M, que han convertido una manifestación normal en un acontecimiento tan grande que, para algunos, se ha vuelto peligroso y que es necesario criminalizar.

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