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«¡Tinkie! ¡Tinkie!». Un joven con la mirada perdida recorre el centro de Montreal, en 1947. Su perro se perdió hace meses y, por más que le intentan convencer, él persiste. «¡Tinkie! ¡Tinkie!». Un bulto oscuro y sombrío llama su atención, debajo de una casa. Al acercarse, corre despavorido y abraza entre lágrimas a su viejo amigo: «¿Por qué te fuiste a morir debajo de este porche? Esa no es forma de despedirse». Al volver a su dormitorio, intenta tomar unas notas, pero no encuentra la voz adecuada. Dos años más tarde, aquel imberbe judío de sonrisa melancólica entra en una librería de segunda mano y un tomo le llama a gritos. Abre sus páginas y lee estos versos: «Por el arco de Elvira / quiero verte pasar / para sufrir tus muslos / y ponerme a llorar». En ese momento algo atraviesa por dentro al todavía desconocido Leonard Cohen, una seguridad absoluta de que su vida será otra por culpa de un tal Federico García Lorca.
Vamos por la quinta viñeta de la página 13 de 'On the wire', de Philippe Girard (Norma editorial). «¡Seré escritor, como García Lorca!», exclama Cohen, en el bocadillo. La obra de Girard es una hermosa y compleja novela gráfica que narra la vida del genial poeta, novelista y cantautor canadiense fallecido el 7 de noviembre de 2016. Cinco años antes, en 2011, el artista recogió el premio Príncipe de Asturias de las Letras con estas palabras: «Solamente cuando leí las obras de García Lorca comprendí que tenía una voz. No es que haya copiado su voz, yo no me atrevería a hacer eso. Pero me dio permiso para encontrar una voz, para ubicar una voz, es decir, para ubicar el yo, un yo que no está del todo terminado, que lucha por su propia existencia»
Tras la página 13, aquel Cohen iniciático sigue el sonido de una guitarra hasta toparse con Pedro, un español que le habla del flamenco, de su tierra, del arte y del duende. «Mi poeta favorito es Federico», le confiesa Cohen. «Justo estaba buscando un profesor de guitarra. ¿Me darías clases?», continúa. Unos días más tarde, mientras ensaya los acordes recién aprendidos, recibe una llamada de teléfono: Pedro se ha suicidado. A partir de ahora todo será poesía. Todo será música.
Cohen exprimió sus 82 años con la figura de Lorca iluminando su mundo. Quizás por eso llamó a su hija Lorca, para darse el gusto de verse reflejado en los ojos de su mayor creación. En 1986, el bardo canadiense vino a Granada, al fin, para grabar el videoclip de 'Take This Waltz' en el mirador de San Nicolás. Esa fotografía se convertiría en un tesoro imborrable de la memoria local. Pero aquella visita guardó más sorpresas. Cohen aprovechó, cómo no, para visitar la casa natal de Lorca, en Fuente Vaqueros.
Dentro, pidió a todos los que le acompañaban que le dejaran un rato a solas, para meditar. Horas más tarde, el personal de la casa lo encontró en el granero, absolutamente concentrado y haciendo el pino. Bueno, en realidad era una técnica budista para captar las energías de su maestro granadino. «Con Lorca aprendí que la poesía puede ser pura y profunda y al mismo tiempo popular. Con él aprendí a usar el surrealismo y la posibilidad de utilizar los sueños como técnica expresiva», aseguró en una entrevista.
Una década después, el íntimo vínculo entre Granada y Cohen se estrecharía aun más gracias a 'Omega', la inconmensurable obra Enrique Morente y Lagartija Nick que adaptaba poemas de 'Poeta en Nueva York', de Lorca, y temas del propio Cohen. El disco supuso una revolución internacional en el flamenco y las fronteras entre el tiempo y el espacio, entre Canadá y Granada, se terminaron de difuminar.
Cohen regresó a Granada un domingo de septiembre de 2009. Más de cuatro mil personas se congregaron en el Coliseo de Atarfe para escuchar, una última vez, al sabio de Montreal. Por aquel entonces, Leonard vivía uno de los baches más complicados de su trayectoria, tal y como se recoge en las páginas de 'On the wire'. Girard, compatriota de Cohen, pasó años pensando que sería genial escribir y dibujar un álbum sobre su ídolo.
El historietista, de gran éxito en el mercado franco–belga (tiene una decena de premios internacionales, autor de obras como 'The Great Darkness', 'Rewind' y 'Danger Public', entre tantas otras; a veces firma como Phlppgrrd), pensó seriamente en hacer el cómic tras la muerte del cantautor, al ver que nadie hacía el libro que a él le hubiera gustado leer.
En las últimas páginas de 'On the Wire', las viñetas forman un poema visual que unen, como un cordón umbilical, la vida y obra de aquel niño que perdió a su perro, encontró a Lorca y aprendió a tocar la guitarra para encontrar su voz. Una lectura formidable a través del talentoso dibujo de Girard que invita a escuchar el 'Take This Waltz' como si fuera la primera vez y a regresar, con la hemeroteca, a aquellos días en que Cohen hizo el pino en Granada.
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