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David Uclés, con Quesada al fondo, pueblo en el que se inspira el Jándula de 'La península de las casas vacías'. R. I.
Viaje a Jándula, el Macondo de Andalucía: «Los biznietos de la Guerra Civil podemos escribir con más libertad»
David Uclés

Viaje a Jándula, el Macondo de Andalucía: «Los biznietos de la Guerra Civil podemos escribir con más libertad»

El jienense publica 'La península de las casas vacías', novela que está en las listas de los grandes lanzamientos del años. «Escribir la novela ha sido una experiencia muy rica, pero nunca he cotizado»

Sábado, 23 de marzo 2024, 00:01

David Uclés (Úbeda, 1991) sonríe al ver su novela colocada en la mejor fila del escaparate de la librería. Antes de que se publicara, 'La península de las casas vacías' (Siruela, 2024) ya estaba en la lista de los grandes estrenos literarios del año. La novela, enorme y ambiciosa, narra toda la Guerra Civil Española desde el realismo mágico. Y nada más real ni más mágico que saber que su autor, que lleva 15 años trabajando en el libro, no ha cotizado nunca. «Estoy más que feliz».

Uclés presenta a Odisto Ardolento y al resto de la familia de Jándula, el Macondo de Andalucía, este sábado 23 a las 19.00 horas, en el Hospital de Santiago de Úbeda. El miércoles 27 estará en Quesada, en el Museo Zabaleta, a las 18.30; y el 18 de abril en el Palacio Provincial de Diputación, en Jaén, a las 19.00. La novela es, sin duda, un viaje tan conmovedor como inolvidable.

¿Es de Quesada o de Úbeda?

–Nací en Úbeda pero toda mi familia es de Quesada, que es el pueblo que inspira Jándula.

Ha vivido por todas partes...

–Me he mudado casi cada año: Alemania, Francia, Suiza, Galicia, Barcelona, Madrid, Córdoba, Granada...

¿Por qué?

–Llevo fuera de casa 18 años. Los primeros 9 me moví para aprender bien los idiomas, yo estudié Traducción e Interpretación de alemán y francés. Y el resto, aunque parezca extraño, me he mudado para escribir la novela. Tenía la obsesión por conocer bien la península para plasmar todo lo que iba a mostrar en el libro.

Más de uno sueña con eso.

–Escribir la novela ha sido una experiencia muy rica, pero echo de menos la estabilidad que mis amigos sí tienen. No tengo raíces: ni coche, ni casa, ni ciudad... Nunca he cotizado, por ejemplo.

Usted es traductor, músico, pintor, escritor...

–Soy demasiado barroco (ríe). A veces, cuando tengo una cita, digo que soy escritor y ya. Pero sí, toco la guitarra, el acordeón y el arpa. Y la pintura es la que me ha permitido sacar un pequeño sustento para sobrevivir. Tengo una costumbre: solo pinto una vez al año, en casa de mis padres. Hago cuadros y con lo que gano vendiéndolos me pago el resto del curso para escribir. La escritura es lo vocacional, el arte que aúna a todas las artes. La escritura es pintar con letras, tiene musicalidad...

«Hago cuadros y con lo que gano vendiéndolos me pago el resto del curso para escribir»

La novela, de hecho, innova formalmente con páginas que rompen 'lo habitual'.

–Me sale solo, no es una pretensión. Siempre he dicho que innovar por innovar, no lo concibo. Pero si el contexto lo pide, me parece bien.

Su novela es muy de la tierra.

–Estoy muy orgulloso de mi tierra, cada vez más. Antes escondía mi acento y ahora casi lo exagero. Estoy orgulloso de pertenecer a una tierra con una riqueza y una sabiduría rural tan importante. Que sea tan rural hace que la gente sea muy honesta, sin un orgullo exacerbado. El jienense contempla el mundo de manera directa. Fuera te dicen que en Jaén solo hay olivos, pero no saben lo bello de la simpleza. Hay tantas bellezas que centrarse en una es tontería.

Uclés, en uno de sus viajes.

Comienza con un pueblo de luto. Esa forma de llevar el luto podría ser de hoy.

–Lo que sucede en Jándula puede identificarse con cientos de pueblos del interior de Jaén, Almería o Granada. En esos pueblos pequeños parece que el tiempo no ha pasado tanto como en las grandes ciudades. Cuando voy a Quesada siento que el tiempo no ha pasado: calles empedradas, paredes encaladas de blanco, la decoración rústica de las casas... la forma de expresarse y de vivir de su población me recuerda a la de tiempos pasados. Y lo digo desde un punto de vista positivo. A veces lo digo de broma, pero no me ha costado demasiado ponerme en la piel de la gente que vivía aquí hace 80 años porque mi abuela y la gente del pueblo tiene costumbres similares a las de entonces. Y eso es riqueza. Hay matanza, lutos sentidos, supersticiones, cultos a la Virgen, remedios caseros... lo único que ha cambiado es que ahora hay una tele con Juan y Medio (ríe).

Odisto Ardolento, qué nombre.

–El libro lo empecé hace 15 años. Mi abuelo Luis me contaba historias de la guerra y del pueblo. Las apuntaba todas porque no quería que esas historias murieran con él. Con el tiempo, le di forma de novela hasta lo que es hoy. Cogí aquellas anécdotas como excusa para contar toda la historia de la Guerra Civil en la península. El libro se divide en cuatro partes, en la primera quería que el lector se acostumbrara a la familia. Y quería un nombre que no existiera para que sirviera de gancho, un nombre que se retuviera en la memoria: Odisto Ardolento. Luego, tras los últimos días de la Segunda República, desparramo a Odisto y al resto de personajes de Jándula, un pequeño pueblo similar al Macondo de García Márquez, que en realidad es Quesada, por toda la península para que sean testigos de los acontecimientos más importantes de la guerra.

«Mi abuelo Luis contaba historias de la guerra y las apuntaba todas porque no quería que murieran con él»

Un relato en el que usted, de vez en cuando, rompe la tercera pared.

–Rompo la tercera pared con muchas intenciones diferentes. La primera, como digo en el prólogo, para poner en alerta al lector o para invitarle a que vaya a un cortijo de Jaén y vea cómo no ha cambiado nada la tierra... Me gusta interperlar. A veces también bajo yo al libro a hablar con personajes históricos, como con Franco, por ejemplo, que tenía ganas de decirle varias cosas.

¿Le han dicho ya lo de 'otro libro de la Guerra Civil'?

–Soy consciente de que se ha escrito muchísimo de la Guerra Civil. Pero han escrito los hijos o los nietos de la guerra. Mi generación somo los biznietos de la Guerra Civil y creo que es interesante ver cómo nos enfrentamos al tema. Cuento la guerra desde un punto de vista onírico, con más libertad porque es algo que no hemos vivido.

Uclés, con su novela.

El resultado son 700 páginas.

–Y eran mil... (ríe) Pero gracias a las tijeras editoriales son 700. La editorial me ayudó a pulir 15 años de trabajo. Piensa que he registrado la novela cada tres años porque pensaba que estaba lista, pero no.

¿Como supo que ya estaba lista?

–Porque antes supe que no estaba lista (ríe). En 2018 estuve a punto de publicar... pero miré el texto y me dije que podía trabajarlo más. Nunca tengo prisa. Gané una Beca Leonardo que me pagó un viaje de 25.000 kilómetros por toda la península y gracias a eso el libro luce mejor. He vivido en casi todos los lugares que describo, eso te permite defender la novela de otra manera.

«He registrado la novela cada tres años porque pensaba que estaba lista, pero no»

Le comparan con García Márquez o Rushdie. Poca broma. Y ya dicen que es uno de los grandes lanzamientos del año.

–La editorial ha mostrado mucho amor por el libro desde el primer día. Es muy rigurosa, muy seria y trabaja muy bien. Estoy súper feliz. Pero mi padre, por ser de pueblo jienense, me ha educado en no hacer castillos en el aire. Así que los pies en el suelo (ríe).

Sus personajes se cruzan con Machado, Hemingway, Alberti... ¿Cómo es 'traerlos a la vida', hacerlos tuyos?

–No he tenido la presión de no poder hacerlo. Algo que, a lo mejor, sí tuvieron los hijos o los nietos de la guerra. He estudiado a estos personajes históricos y los he convertido en personajes propios. No juego con sus devenires, pero en la forma de narrar sí he metido realismo mágico.

Uclés. en el pueblo.

Y está García Lorca.

–Me hubiera gustado meterlo más. No lo desarrollo tanto como me hubiera gustado, pero ahí está. Ahora, cuando me preguntan por los referentes de la novela, Lorca es el primero. Lo llevo por bandera.

¿Y ahora qué?

–Seguiré escribiendo, tengo una novela a medias que comencé con otra beca... Aunque yo cogí el bolígrafo para escribir 'La península de las casas vacías', lo que venga ahora poco me importa. Sé que soy muy joven, pero te prometo que tengo la sensación de que he honrado a mis familiares y a la gente que cayó en la guerra. Esa sensación de que si me tuviera que morir mañana no me iría con la idea de no haber aportado nada. Tengo la cabeza más en el presente y en el pasado que en el futuro.

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