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José Antonio Muñoz
GRANADA
Sábado, 11 de mayo 2019, 03:05
El marroquí Abdellatif Laabi (Fez, 1942), constituye un ejemplo prototípico, si es que ello es posible, de creador que ha padecido debido a las consecuencias de su creación. En su caso, cárcel primero por 'delitos de opinión', durante ocho años, y exilio después. Hoy vive ... en París, donde llegó en 1985. Poeta, ensayista, novelista, traductor, Premio Goncourt, Laabi ha hecho de la literatura no solo un modo de vida, sino una razón para la propia vida. Además de participar en el acto inaugural, acudió a recitar en la Alhambra, uno de los lugares que más le inspira.
–¿Qué tiene la poesía para que todos los poderosos la teman?
–Creo que la poesía es mucho más que un arma que imprima temor. Es una prueba de vida. Escribir, para mí, por ejemplo, es decir permanentemente que estoy vivo. No solo desde el punto de vista biológico. Estar vivo significa desarrollar todos los dones que hemos recibido, movilizados para captar la atención de las personas que tengo alrededor, mostrando la condición humana, lo que ocurre en el interior de mí mismo.
–¿Escribir implica creer?
–Sí. Pienso que es una forma de rivalizar con el Creador, de dar vida a las palabras. Es permitir que aquello que es invisible se haga visible. La poesía tiene raíces muy profundas, que crecen debajo de la verdad humana.
–¿En qué cree usted?
–Creo en la libertad humana. En combatir la desigualdad, haciendo hombres y mujeres libres e iguales, capaces de pensar por sí mismos. Este es mi credo más fuerte.
–En prisión escribió unas memorias. ¿Cuando uno está preso, en qué piensa, con tanto tiempo para pensar?
–La prisión es una calamidad en sí misma. Uno está privado de libertad, que es el mayor bien. Pero sin duda es una oportunidad para escribir, o al menos lo fue para mí porque me dio la oportunidad de enfrentarme a mí mismo. Y es cuando te asomas a ti mismo cuando descubres la verdad que hay dentro. Descubres las razones por las que luchas, las más fuertes. La separación de tu entorno, de tus seres queridos, me reafirmó en mis convicciones: combatir la arbitrariedad, permanecer libre. Sin esos años en prisión, no sería el hombre que soy hoy, ni el poeta que soy hoy.
–¿Es posible ser lírico cuando el mundo se desmorona a tu alrededor?
–Por supuesto. La dimensión lírica que defendió, por ejemplo, Federico García Lorca, tiene mucho de fatal. La poesía es un 'shock' por lo que tiene de celebración de la vida.
–¿Qué une al poeta con su tierra?
–La tierra del poeta es vasta, no está limitada por fronteras. Cada día descubre otras tierras, haciendo del mundo su casa.
–¿Y qué le hace convertir a Granada en su casa?
-Me siento muy próximo a esta ciudad. La luz, el agua... Andalucía es para mí uno de los lugares en que me siento en el hogar. Pienso que la escritura es como una forma de exilio, pero también una oportunidad para decir que no a las ideas comunes. Granada me parece una ciudad muy abierta, y eso es extraordinario.
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