Exposición en Granada
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Exposición en Granada
Lola Moral y las trampas que dibujan a la mujerEntrar a El Silo Eléctrico (Cuesta de Gomérez, 17) es un shock directo al cerebro. Un chispazo instantáneo de colores y formas que desbordan una creatividad desmedida que inunda el suelo, las paredes y las vitrinas. Incluso más allá, dentro del taller donde el ilustrador Salva di Marte trabaja tras la vitrina, como sí él mismo fuera parte de la obra. «En esta galería hacen una labor espléndida por el mundo del arte de Granada», dice Lola Moral, toda una referencia del gremio. Su nombre está escrito con letras grandes y fuertes en el pasillo central, donde se exponen, hasta el 20 de octubre, siete dibujos de gran formato bajo el título de 'Seis retratos y una muñeca'. «Digamos que soy una mujer que dibuja y que habla de la mujer a través del dibujo».
Las siete obras son, al mismo tiempo, pura belleza y un sincero y doloroso puñetazo en el estómago. No hay más que perderse durante unos minutos en el primer retrato, una mujer con cabeza de zorra. El dibujo es delicado. Sensible. Y desgarrador. «La muestra habla sobre el feminismo, sobre ciertos arquetipos como «la santa, la puta o la fea», todavía muy vigentes. Una narrativa satírica que se apoya «en frases hechas y refranes de la sabiduría –Moral subraya la palabra, para marcar la ironía– popular». Así, esa mujer-zorra que acaba de cazar un conejo invita a reflexionar sobre «esa mujer que nunca ha tenido la opción de ser o no ser madre». «Y es el concepto de zorra desde otro punto de vista: la zorra como signo de inteligencia, de sagacidad».
Esta obra, 'Ni zorra ni coneja', fue la que encendió la mecha hace unos meses. «Me propusieron participar en una exposición conjunta sobre feminismo, para el 8M. Hice la zorra y se convirtió en el hilo conductor del resto de piezas». Piezas que comparten un proceso similar, creadas a partir de la combinación de imágenes, colores, formas y tamaños. «Son dibujos 'Frankenstein'. Combino las ideas que me vienen a la cabeza y, luego, me lo llevo al papel».
La cabeza aquí es importante. Concretamente, 'El cielo en la cabeza', cómic que Lola Moral firma junto a Sergio García, su marido, y Antonio Altarriba. «Cuando me propusieron participar en la muestra del 8M no tenía tiempo, estaba muy ocupada con los colores del cómic. Entonces pensé en hacer un dibujo que, a pesar de vivir en una casa con tres dibujantes (además de García, sus hijos son artistas), nunca se me había ocurrido lo de dibujar», ríe Moral.
«Supongo que como había lápices por todas partes, me distancié haciendo otras cosas», cree la artista, que en los últimos años ha sido, sobre todo, colorista y escultora. «El dibujo es un medio que se adapta perfectamente a mi forma de ser, que invita a la reflexión porque es lento. Rellenar zonas tan amplias con un lápiz de un milímetro, no sé, es imposible cuantificar el tiempo».
Lola Moral es, sin duda, difícil de encasillar. «Llevo muchísimos años trabajando con Sergio como colorista y disfruto muchísimo. Pero tenía una necesidad de expresarme y, bueno, digamos que en los últimos años ha explotado. Siento que tengo una libertad absoluta». ¿Ha cambiado el papel de la mujer en el arte? «Ha evolucionado y mejorado, gracias a Dios. Creo que hay una mayor visibilidad, que ahora hay un espacio para las artistas que antes no tenía cabida. Ha cambiado el chip. Mi hija, por ejemplo, tiene una forma de ver el arte diferente, no con la carga que teníamos en nuestra época de obligación con lo tradicional, de hacer ciertas tareas. Ahora ellas se ocupan del arte más directamente, sin prejuicios».
La filósofa Simone de Beauvoir dijo que «el lenguaje corriente es una trampa para la mujer», frase que Moral hace suya en El Silo Eléctrico. «Uso la misma estrategia que en 'El cielo en la cabeza', hablar un tema complejo a través de un lenguaje que sea elegante. Con sátira, pero que no choque. Una forma que intento que sea bella, pero con un fondo en el que todo el mundo tiene capacidad de escarbar. Como decía Beauvoir, usamos el lenguaje a sabiendas de que está mal. De eso trata la muestra».
Demos un pequeño paseo por la exposición. Junto a la zorra hay una mona vestida con un kimono tradicional japonés. «Es el traje real de la emperatriz de Japón, que pesaba mas de 20 kilos. Ya sabes, lo de aunque la mona se vista de seda... pero es que a mí la mona me parece guapísima. Los tópicos: había que ser buena en casa, en la cama, cocinar bien... y el hombre, cuanto más oso más hermoso». A continuación, la Madre Milagrosa, una versión de la virgen que atiende las plegarias de los fieles, pero con cabeza de paloma y rodeada de una plancha, móvil, biberón, microondas... «¿A quién podré recurrir mejor que a ti, madre que hace canelones y limpia además de trabajar fuera de casa después de dejar los niños en el cole?».
Sigue una ama de casa con rostro de cisne inspirada en una frase de Truman Capote: «Más lágrimas se derraman por las plegarias atendidas que por las no atendidas». Y una Marilyn Monroe con aires de Peggy, de los Teleñecos. Y esa mujer terrorífica que camina con un cuchillo en la mano y la mirada aguileña clavada en el espectador... Pero todo termina con una muñeca. Un objeto. Algo que no está vivo y que ha servido, sin embargo, como modelo a seguir. «Es una muñeca de mi hija Alicia. De pequeña le quiso cambiar el pelo y el color de los ojos y, bueno, no le salió –ríe–. Quedó así». La muñeca, de hecho, abre el camino de su siguiente exposición de dibujo, sobre juguetes rotos.
«Llevo a bien ser dispersa, me gusta mucho», termina Moral. «Si el fin último es el beneficio económico, quizás no sea buena idea. Pero es que el mío es disfrutar, no tengo ninguna prisa. Voy a seguir esa línea con la cerámica, el color, los lápices y lo que venga».
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