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José Antonio Muñoz
Granada
Jueves, 27 de octubre 2022, 00:21
Luis García Montero es el invitado de este viernes en el Aula de Cultura de IDEAL, patrocinada por Fundación 'la Caixa'. A partir de las 19.00 horas, en el Centro Lorca, mantendrá una charla con sus amigos la poeta Ángeles Mora, Premio Nacional de ... Poesía, y Juan Vida, uno de los pintores granadinos con mayor proyección nacional. Los tres hablarán de sus recuerdos comunes, del pasado no tan remoto y del presente, marcado por la publicación del nuevo poemario de García Montero, 'Un año y tres meses' (Tusquets), donde desnuda sus sentimientos en el tiempo de la enfermedad de su esposa, Almudena Grandes, quien acabó falleciendo víctima del cáncer, pronto hará un año.
La Granada en que se conocieron los tres protagonistas del Aula de Cultura dista mucho de la que hoy recorren. Juan Vida recuerda su encuentro, en torno a 1977. «Estaba exponiendo 'Obra fechada' en la Librería Teoría, que tenía Juan Manuel Azpitarte en la calle Melchor Almagro. Luis entró a trabajar allí como ayudante, para costearse sus gastillos. En la librería coincidíamos con Juan Carlos Rodríguez, Mariano Maresca, Álvaro Salvador... Era el centro de la cultura de izquierdas en aquel momento».
Al ser casi coetáneos, la amistad entre ambos se cimentó fuera del ámbito estrictamente cultural. «Íbamos al fútbol, salíamos con nuestras novias... Poco a poco, me di cuenta de que Luis es un militante de la amistad; se esfuerza mucho en construir relaciones personales duraderas y sólidas», dice. «Junto con Javier Egea fuimos conformando un grupo al que llamamos 'Nosotros'. Mariano era el instructor, el que nos decía el tema del verano para profundizar en él. Un tema que podría ser Pasolini o la ópera».
Ambos venían del compromiso político –habían militado en el PCE en los primeros 70–, y se sintieron arrastrados por una ola sobre cuya cresta cabalgaban. «Todo lo que hacíamos era nuevo. No teníamos el plan de remover los cimientos de la sociedad, pero sí el afán de cambiar el aspecto de lo que conocíamos», afirma.
El artista plástico recuerda unos veranos que empezaban temprano con un café en el Goya, continuaban durante toda la mañana en tertulias improvisadas, y tras un rato de trabajo y la comida en casa de cada cual –o no–, se prolongaban por la tarde en la histórica Piscina Granada de la carretera de la Sierra, propiedad de un familiar de Vida, hasta que el sol se ponía. El 'soniquete' de Paco Ibáñez fue su primera banda sonora común, luego enriquecida por el 'Rock en el ruedo' de Miguel Ríos, «y por supuesto, Serrat, Radio Futura o Bola de Nieve, luego reivindicado por José Sánchez-Montes en su película documental.
En invierno, las comidas y las sobremesas en el San Remo eran imperdonables, «una costumbre que hemos mantenido hasta la jubilación de Armando», recuerda Juan Vida.
Por aquellos tiempos apareció por Granada una chica que respondía al nombre de Ángeles Mora. Venía de Córdoba, y pronto entró en contacto con García Montero, merced, cómo no, a la pasión común por la literatura. «Cuando comencé a estudiar, me lo encontraba en clase, y luego acudía a la biblioteca del Departamento de Filología Española, donde él ayudaba, La primera vez que le vi fue, sin embargo, en un recital, y fue Álvaro Salvador quien nos presentó». La relación de compañeros tornó pronto en amistad no exenta de admiración. «Me llamó poderosamente la atención cómo trató a Juan Carlos –Rodríguez, maestro común y que acabaría siendo la pareja de Mora hasta su muerte– en un trance de salud muy difícil. Le acompañaba siempre al médico o donde hiciera falta», recuerda.
Como poeta, a Mora le vine a la mente un adjetivo para calificar a su amigo: «Impresionante. Sabe siempre atacar los libros buscando atraer al lector. Hablando consigo mismo, lo hace con los demás». Fueron muchas las charlas que mantuvieron en aquellos primeros años, conversaciones que nunca han dejado de producirse. «Hablamos de todo; de lo nuestro, de lo de los demás... Hemos construido una relación que ha trascendido el tiempo y la distancia».
El cantante granadino Miguel Ríos tenía previsto acudir a la charla de mañana, pero un contratiempo se lo impedirá. Recuerda que la primera vez que leyó el nombre de Luis García Montero fue «en un disco de los T.N.T., 'Rimado de ciudad', que cayó en mis manos en los primeros años 80. Vivía fuera de Granada y pasó un tiempo hasta que lo conocí en persona, pero muy poco más para que nos hiciéramos amigos. El primer libro que tengo de Luis es 'Habitaciones separadas', de aquella época».
Ríos comenta sobre la poesía de su amigo que le conmueve. «Me sacude, me hace partícipe del caudal de humanidad que encierra su mensaje, y el amor y el respeto con que trata las palabras». Ambos colaboraron en el disco '60 Mp3': «Nos juntamos unas tardes a escribir canciones. Él aportó un par de textos magníficos, pero fue en los que yo tenía enjaretados cuando quedé asombrado por su maestría. Fue el profesor que nunca tuve llevándome de la mano para mejorar lo escrito por mí».
Con Luis, el ser humano, como protagonista, guarda decenas de buenos recuerdos. «Las risas no tienen fin, los guiños a la malafollá de nuestra tierra nos estimulan», comenta. «El peor recuerdo, sin duda, fue el anuncio de la enfermedad de Almudena».
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