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De izquierda a derecha, Vicente Coves, Alfonso Salazar, Mariche Huertas, Marisa Asensio y Raúl Comba. RAMÓN L. PÈREZ
Las manos ejecutoras de la cultura granadina

Las manos ejecutoras de la cultura granadina

Cinco de los más veteranos gestores de las artes en la provincia repasan la difícil situación de una industria en continua crisis

José Antonio Muñoz

Granada

Sábado, 2 de abril 2022, 00:05

Por sus manos pasan cada año casi un millar de actos culturales. Pertenecen a dos generaciones distintas de autónomos sufrientes, porque lo suyo es vender sensaciones, una materia muy alejada, las más de las veces, de la prisa con la que vivimos. Pararse una hora o dos para consumir cultura, pagándola si es posible, no está de moda. Pero ellos llevan décadas empeñados en ofrecer arte –que no ocio– de calidad. Son Vicente Coves, director del Festival Internacional de la Guitarra; Alfonso Salazar, codirector de la Feria del Libro; Mariche Huertas, directora del Festival Internacional de Jazz; Marisa Asensio, programadora de la Sala Aliatar y diversos festivales, y Raúl Comba, el más veterano de los programadores de flamenco en Granada. Y hablan sin tapujos de una profesión que en Granada es una heroicidad.

Los problemas son varios, y todos ellos importantes:«Hay poca interacción, casi una desconexión, entre la promoción privada y la gestión pública», afirma Marisa Asensio. «Desde los 90, los ayuntamientos andan escasos de fondos». Raúl Comba manifiesta su acuerdo: «Si tienes la cabeza en crear productos, no en programar lo que ya hay, la financiación es clave. No puede haber industria cultural sin financiación». Vicente Coves añade a este el problema de la contraprogramación, no intencionada. «En ocasiones, instituciones públicas organizan eventos gratuitos que coinciden con los tuyos, que son de pago, a la misma hora. Las programaciones del Teatro Isabel la Católica, el Palacio de Congresos o el Auditorio también se pisan entre ellas, y el público es limitado». Alfonso Salazar añade: «Meterse en producción propia es entrar en un jardín, por esa misma sobreabundancia de eventos», mientras que Mariche Huertas piensa que el gran error es pensar en que la cultura tiene un color político. «La cultura no entiende de logos, y debe haber una unión institucional para dar satisfacción al ciudadano, que es el consumidor de las artes».

«Los espectáculos gratuitos son necesarios como instrumento de promoción, sobre todo»

vicente coves, festival de la guitarra

Contar con una agenda única que impida que las propuestas se solapen parece, hasta ahora, misión imposible. «La desestructuración es patente porque el discurso institucional está estancado. La autopromoción del político de turno es más antigua que el hilo negro», comenta Comba. «Deberíamos extender el modelo de gestión del Festival Internacional de Música y Danza, que para mí es una maquinaria perfecta, al resto de ciclos», añade. «También es un problema de comunicación, si hubiera una agenda de referencia, y los ciudadanos se acostumbraran a consultarla, podríamos funcionar de forma adecuada», asevera Salazar. «Y además, no se trabaja con tiempo. Más allá de los festivales, que son muy importantes, Granada debe contar con una programación estable, de referencia».

El patrocinio privado por estos lares es casi una entelequia. «A nosotros nos ayudan con producto, y no siempre», detalla Marisa Asensio. «Y el patrocinio público se ciñe en ocasiones a la cesión de espacios, como si fueran suyos, cuando son de todos. Sin nosotros, serían lugares muertos». Huertas aboga por la implicación de las instituciones a la hora de conseguir patrocinios, porque «son capaces de llegar donde nosotros no podemos, y convencer a los agentes económicos de la importancia de invertir de forma inteligente en cultura, porque, si se administra bien, hay dinero para todos». La directora del Festival de Jazz aporta como idea la celebración de unas jornadas de mecenazgo coordinadas por el poder público, en las que se diera valor a las distintas propuestas. Igualmente, es cierto, como pone de manifiesto Marisa Asensio, que las políticas fiscales no ayudan mucho, fuera de iniciativas puntuales, como la deducción del 50% extra en las aportaciones a eventos que incluía la Ley de Presupuestos del pasado año, por la situación de pandemia.

«Crear una producción propia, con la cantidad de eventos que hay, es meterse en un jardín»

alfonso salazar, feria del libro

El tejido socioeconómico de la ciudad afecta negativamente al patrocinio cultural, como afirma el codirector de la Feria del Libro: «No tenemos industria; somos una ciudad de estudiantes y bares. Por ello, el objetivo debiera ser que marcas nacionales invirtieran en Granada, pero a esas puertas solo pueden llamar las instituciones». Vicente Coves aboga por combinar el necesario apoyo institucional, sobre todo en el capítulo de los espacios, con un patrocinio o micromecenazgo incluso que reporte beneficios reales al pequeño empresario, «que quita dinero de sus beneficios para colaborar con la cultura. No solo habría que agradecerles el esfuerzo;es que, directamente, habría que subirlos en volandas».

Gratuidad

La gratuidad de la cultura es otro de los temas espinosos cuando se habla de gestión. «Hay que otorgar valor a lo que se ofrece. La cultura profesional no se puede regalar», comenta Raúl Comba. «Salvo que tenga un fin promocional, para atraer público a los espectáculos de pago», tercia Coves. «Y tampoco es de recibo que determinadas instituciones hagan grandes desembolsos para traer a figuras con cachés astronómicos, dejando sin cobertura a festivales que se hacen con pocos medios, mucha calidad y mucha imaginación», asevera Comba. Alfonso Salazar parafrasea a Julio Anguita para pedir «programa, programa, programa», es decir, que las instituciones tengan claro dónde quieren llegar y se apoyen en los gestores para conseguirlo: «Se pueden realizar eventos gratuitos, pero con orden y criterio, y no todos». Por su parte, Mariche Huertas recuerda: «Cada vez que el público compra una entrada, ejerce un micromecenazgo que hace posible la celebración del espectáculo».

«La ciudad tiene buenos espacios, pero necesita sacar más partido a sus calles y plazas»

mariche huertas, festival de jazz

El reparto de fondos públicos y la cortedad de estos es una realidad admitida. «Hay una serie de superinstituciones cuyo mantenimiento comporta inversiones millonarias. Y queda muy poco para los demás; por tanto, si Granada quiere ser una ciudad cultural de primera, o incrementa sus presupuestos para cultura, o lo va a tener muy crudo», dice Alfonso Salazar. «Si la cultura supone un 3,8% del PIB español, debe haber un presupuesto acorde con esa realidad», comenta Marisa Asensio.

¿Cuenta Granada con suficientes infraestructuras culturales, o precisa más? «La ciudad cuenta con espacios de calidad, como este teatro en el que estamos, y que el público asocia con el Festival de Jazz», afirma Mariche Huertas. «Pero necesita sacar mucho más partido a sus calles y espacios patrimoniales: iglesias cerradas, plazas y paseos que hoy están ocupados por terrazas...», completa. «Somos mediterráneos, tenemos que aprovechar nuestras calles», opina Raúl Comba.

«Sin nosotros, muchos de los espacios para la cultura en Granada serían lugares sin vida»

marisa asensio, programadora de pop y rock

«Creo que necesitamos un gran espacio, acondicionado sonoramente, para conciertos de 3.000 o 4.000 espectadores, porque nos quedamos cortos en los que tenemos», reivindica Marisa Asensio. «Es interesante que se construyan nuevos espacios», opina Alfonso Salazar, «pero tienen que dotarse técnica y humanamente. ¿Para qué sirve un hospital si no hay médicos, o un colegio si no hay maestros? Está condenado a convertirse en un trasto inútil». En este mismo sentido, Vicente Coves analiza el caso concreto del Teatro de la Ópera:«¿Para qué lo queremos, si no hay público para llenarlo? ¿Seremos capaces de dotarlo de una programación que cree aficionados fieles? Ahora mismo, es complicado».

«¿Capitalidad? Estoy harto de acudir a reuniones vacuas donde solo se busca la foto»

RAÚL COMBA, PROGRAMADOR DE FLAMENCO

Sobre toda la conversación flota el todavía fantasma de la Capitalidad Cultural en 2031. A los gestores granadinos se les dibuja una sonrisa cuando se cita el asunto. «Estamos en el centenario del Concurso de Cante Jondo, un evento de repercusión mundial hecho desde Granada. Hay talento, y debería haber un proyecto, pero ni está encauzado ni tenemos capacidad real para ser Capital Cultural. Y personalmente, estoy harto de ir a reuniones vacuas donde solo se busca la foto», comenta Raúl Comba. «Soy escéptico; no aprendimos nada con el fracaso del Milenario del Reino de Granada, y vamos camino de hacer el ridículo. Debemos tomar decisiones ya, o retirarnos honestamente de la carrera, porque vamos a hacer el ridículo», comenta Alfonso Salazar. «Es preciso que se nos respete y se confíe en nosotros no solo para la candidatura, sino para todo», tercia Mariche Huertas. «Es preciso mantener una línea común, que no cambie cuando cambian los concejales, mandando a la basura proyectos interesantes», dice Vicente Coves.

El gestor cultural Antonio Camacho. J. A. M.

Antonio Camacho, gestor cultural: «La nuestra ha sido siempre una profesión de alto riesgo»

Antonio Camacho Ruiz (Jaén, 1981), granadino de adopción y en la actualidad responsable de Comunicación y Marketing de Fundación CajaGranada, ha publicado un libro llamado 'Manual del gestor cultural' (Berenice), una herramienta sencilla y práctica que revela los pormenores menos divulgados de una profesión en creciente auge.

–¿Cómo se introdujo en el mundo de la gestión cultural?

–Tuve la suerte de tener una familia donde se respiraba cultura, y formalmente, tras realizar el Master de la UGR, en 2008.

–¿Por qué este libro?

–Porque me di cuenta de que, aunque existe mucha bibliografía sobre museología, monumentos, bibliotecas, etcétera, no había un corpus específico de gestión cultural. Y para quien está empezando, es importante tener una visión de conjunto sobre el trabajo que hacemos.

–¿Sabe la ciudadanía lo que es un gestor cultural?

–Creo que no. Se habla mucho de la profesión, pero se desconocen las múltiples implicaciones que tiene. Y aunque la nuestra es una profesión de alto riesgo, y siempre lo ha sido, creo que es el momento de reivindicar su valor.

–¿La cultura es un gasto?

–En según qué foros, la cultura es considerada un gasto, sí. Pero cuando se valora en profundidad su repercusión, independientemente del turismo cultural, las artes en sí son una industria creativa que mueve miles de millones. Pero lo que no podemos esperar es recibir un retorno inmediato por la inversión. Cuando se invierte en cultura, se hace también en ciudadanía.

–Usted llegó a la gestión cultural en el peor momento posible, en la crisis de 2008.

–Así fue, pero esto es una lucha continua. Desde que dije en mi casa que iba a estudiar Historia del Arte, mi familia supo que no había escogido una profesión fácil.

–¿Cómo ha vivido la depauperación del tejido cultural desde entonces?

–Con preocupación, porque siempre que hay que recortar algo se recorta en cultura, ya que no es un bien excesivamente valorado. Las propias instituciones públicas han querido destinar recursos humanos muy válidos a otras materias en cuanto han visto que personas que se dedicaban a la cultura hacían un gran trabajo. Y ha habido que convencerles de que en este ámbito deben estar los más capaces.

–¿Quiénes tienen un futuro más negro entre los gestores?

–Me preocupan especialmente quienes hacen espectáculos en vivo, porque esta pandemia ha potenciado otros segmentos, como las plataformas audiovisuales. Pero atraer de nuevo a la gente a las salas va a ser complejo.

–¿Seremos Capital Europea de la Cultura?

–Si no nos ponemos de acuerdo, lo tendremos difícil.

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